“Habrá que estudiarlo”. Esa fue la opinión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ante la propuesta de armar a los maestros en las escuelas para contrarrestar a los autores de tiroteos masivos.
El presidente hizo esos comentarios el 2 de septiembre, casi una semana después del letal tiroteo en la iglesia católica de la Anunciación en Minneapolis. Ese ataque cobró la vida de dos niños, dejó a muchos otros heridos y volvió a plantear la cuestión de si se debería permitir a los maestros portar armas en las escuelas.
Los legisladores probablemente debatirán el asunto durante un tiempo. En algunos casos, ya se ha decidido: un puñado de estados, incluidos Florida, Idaho y Texas, permiten que los maestros de escuelas públicas porten armas en ciertas circunstancias.
Que esto se adopte o no de manera generalizada en las escuelas católicas es otra cuestión. Aunque el debate es profundamente, y a veces amargamente, polémico, la enseñanza de la Iglesia Católica parecería permitirlo.
El Catecismo de la Iglesia Católica nunca se ha pronunciado directamente sobre la moralidad de portar armas de fuego, mucho menos en un entorno escolar. Pero el texto sí estipula que la “legítima defensa” puede incluir el acto de un “golpe mortal”, aunque debe hacerse en defensa de la vida propia y no como un fin en sí mismo.
Quizás lo más notable es que el catecismo establece que la “legítima defensa” puede ser “no solamente un derecho, sino un deber grave, para el que es responsable de la vida de otro” (n. 2265).