Para los niños del vecindario al este de la autopista interestatal 290 en Worcester, Massachusetts (Estados Unidos), ella era la mamá que horneaba brownies y blondies para todos después de la escuela y cuya casa era el punto de partida para juegos y diversión.

“Era como la ‘mamá del barrio’”, dijo su esposo, Michael Pakaluk, autor y profesor en la Busch School of Business de The Catholic University of America, al National Catholic Register, socio informativo de ACI Prensa.

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Para el Dicasterio para las Causas de los Santos del Vaticano, la vida de Ruth Pakaluk merece una investigación más profunda para ver si, algún día, la Iglesia debería declararla santa.

La activista provida, conversa al catolicismo, madre de siete hijos y graduada de Harvard, murió de cáncer de mama en 1998, a los 41 años. Ahora, la Diócesis de Worcester, donde vivía en el momento de su muerte, cuenta con la aprobación del dicasterio del Vaticano para emprender una investigación formal sobre su vida, siguiente etapa en el camino hacia una posible canonización.

El Cardenal Marcello Semeraro, prefecto del dicasterio, se refirió a Pakaluk como “Sierva de Dios” en una carta dirigida a la diócesis, fechada el 29 de septiembre, en la que autorizaba la investigación.

El nihil obstat (“nada se opone”) del dicasterio significa que los promotores de su causa han establecido su “fama de santidad” y “la importancia eclesial de la causa”, tal como establece el documento vaticano de 1983 Normae Servandae In Inquisitionibus Ab Episcopis Faciendis In Causis Sanctorum.

La canonización, mediante la cual la Iglesia declara solemnemente que una persona está en el cielo, probablemente queda muy lejos —si es que llega a darse— y requeriría eventualmente dos milagros atribuidos a su intercesión. El siguiente paso es que los obispos de Estados Unidos voten sobre su causa. Si la aprueban, podrá comenzar la investigación diocesana formal.

De atea a católica

Ruth Van Kooy nació el 19 de marzo de 1957 en el norte de Nueva Jersey y creció allí, principalmente en Norwood, cerca de la frontera con el estado de Nueva York. De padre neerlandés y madre escocesa, asistió de niña a una iglesia presbiteriana.

Cursó estudios en Northern Valley Regional High School en Old Tappan, donde era, según un sitio web sobre su vida, una estudiante de sobresaliente que tocaba el oboe, el violín y el bombo. También jugó hockey sobre césped, cantó en coros regionales y “produjo, dirigió y actuó en numerosas obras y musicales”, según ese sitio web. Se graduó en 1975.

Era atea (“o casi”, escribe su marido) y una entusiasta defensora del aborto legal cuando conoció a Michael Pakaluk, compañero suyo de segundo año en Harvard College, en el otoño de 1976. Él había crecido en un hogar nominalmente católico, pero también se consideraba no creyente.

Pese a ello, ambos estaban comprometidos con la búsqueda de la verdad, lo que finalmente los condujo al cristianismo.

Se casaron el verano posterior a su tercer año universitario, en una iglesia presbiteriana. Pero en su último semestre en Harvard ya habían empezado a asistir a Misa en una iglesia católica. Ruth ingresó en la Iglesia la Nochebuena de 1980, mientras que Michael se confesó y retomó la vida como católico. Años más tarde, ambos se convirtieron en supernumerarios del Opus Dei.

En 1982, mientras Michael estudiaba un doctorado en filosofía en Harvard, Ruth —ya entonces una joven madre con un bebé— ayudó a fundar un grupo provida en Harvard. Se incorporó al consejo de administración de Massachusetts Citizens for Life en 1984 y acabó siendo su presidenta entre 1987 y 1991.

Quienes la admiran la recuerdan como una debatiente eficaz en los campus universitarios, que daba lo que el profesor de filosofía de Boston College y apologeta católico Peter Kreeft calificó, en la introducción a un libro de sus cartas publicado en 2011 y editado por su esposo, titulado The Appalling Strangeness of the Mercy of God (La sobrecogedora extrañeza de la misericordia de Dios), como “las charlas provida más persuasivas, irresistibles y encantadoras que he escuchado nunca”.

A comienzos de la década de 1990, Ruth organizó la oposición a un programa de educación sexual de Planned Parenthood propuesto para las escuelas públicas de Worcester, lo que ayudó a convencer al Comité Escolar de Worcester, el órgano elegido localmente que supervisa el distrito escolar, de que rechazara el programa. En 1993, un año después de la votación del comité, también reclutó a una madre con ideas afines para que se presentara a ese comité escolar y dirigió con éxito su campaña.

Dwight Duncan, amigo de la familia y postulador de su causa —responsable de llevar a cabo lo que el Vaticano denomina “investigaciones exhaustivas” sobre su vida—, dijo que Ruth rara vez se ponía ella misma en primer plano.

“Una de las cosas acerca de Ruth que me llama la atención, en retrospectiva, es que era más bien discreta. No era asertiva en el trato personal. No era llamativa ni agresiva. No era ‘espectacular’”, dijo Duncan. “Pero si estaba en primera línea, como en un debate o una charla, era una mujer fuerte y poderosa”.

Ruth Pakaluk y uno de sus pequeños. Crédito: Cortesía de la familia Pakaluk.
Ruth Pakaluk y uno de sus pequeños. Crédito: Cortesía de la familia Pakaluk.

Alfombras de 40 años

En 1988, la pareja y sus entonces cuatro hijos se mudaron de Cambridge a Worcester, a unos 72 kilómetros al oeste, donde Michael había conseguido un puesto de profesor en la Clark University. Vivían “en un barrio pobre, en una casa con alfombras de cuarenta años y sin agua caliente corriente”, como lo describe Michael en una cronología en línea de la vida de Ruth.

Max Pakaluk, su segundo hijo, hoy de 42 años, dijo al Register que la casa de su familia era un imán para los niños del vecindario —muchos de ellos de hogares monoparentales encabezados por la madre—, atraídos por las cosas horneadas que Ruth preparaba y repartía generosamente.

Michael Pakaluk contó que a Ruth le inquietaba la brecha de aprendizaje que veía abrirse entre sus propios hijos, que leían con frecuencia, y los niños del vecindario, que no lo hacían, de modo que exigía a los niños que visitaban la casa que leyeran un libro antes de poder salir a jugar.

En verano, metía a unos 10 niños en un station wagon Oldsmobile para el trayecto de menos de un kilómetro y medio hasta Bell Pond, en Worcester, donde los niños jugaban, recordó Max.

Grace Cheffers, amiga que conoció a Ruth en un evento parroquial provida a principios de los años 90, dijo que Ruth era accesible y amigable, pero también creativa al idear maneras en que las madres jóvenes y sus familias pudieran encontrarse.

Ruth organizaba reuniones de madres y niños en el cementerio de Notre Dame, en Worcester, donde las familias rezaban el Rosario y los niños corrían mientras las madres paseaban y conversaban.

Cheffers recuerda que la cultura dominante en aquel momento sugería que las mujeres debían estar fuera de casa trabajando y haciendo carrera en lugar de “sólo” ser amas de casa, pero Ruth rechazaba tales ideas.

“Aunque estaba muy bien formada y era sumamente inteligente, encontraba alegría en quedarse en casa y cuidar de sus hijos. Y de ello hablaba sin ningún complejo”, dijo Cheffers.

A Ruth Pakaluk le encantaba ser madre. Crédito: Cortesía de la familia Pakaluk.
A Ruth Pakaluk le encantaba ser madre. Crédito: Cortesía de la familia Pakaluk.

Cheffers, madre de 11 hijos, dijo que aprendió consejos de crianza de Ruth.

“Nunca se escandalizaba por nada de lo que hicieran sus hijos. Veía con realismo la condición humana”, dijo Cheffers. “Los niños pueden hacer todo tipo de cosas, y no ayuda reaccionar escandalizada y enfadada. Eso sólo lo empeora para ellos”.

Cheffers dijo que también aprendió de Ruth a explicar mejor por qué hacía lo que hacía.

“Era una pensadora profunda. Elegía cuidadosamente sus palabras. Era una maestra nata. Tenía una formación excelente y conocía de verdad su fe”, dijo Cheffers.

Un ejemplo: cuando Cheffers le preguntó una vez a Ruth por qué iba a Misa diaria, Ruth ofreció de inmediato dos razones: una personal, relacionada con la muerte súbita de su hijo lactante Thomas en noviembre de 1989, y otra universal.

“Me dijo que ir a Misa y recibir la comunión diaria era la forma más cercana en que podía estar de Thomas mientras siguiera en esta tierra”, contó Cheffers.

La segunda razón: “Dijo que los dos acontecimientos más importantes de la historia de la humanidad —la Encarnación y la redención— tienen lugar en cada Misa. ¿Por qué querrías estar en otro sitio?”.

Ruth solía asistir a la Misa diaria de las 12:10 p. m. en la Catedral de San Pablo, tras la cual se quedaba hasta una hora rezando, dijo el obispo Richard Reidy, que ahora dirige la Diócesis de Norwich, Connecticut, pero que en aquel entonces era rector de la Catedral de Worcester y párroco de la familia Pakaluk.

Ruth fue directora de educación religiosa de la parroquia de la catedral. Aunque la catequesis parroquial de la época era tristemente famosa por su escaso contenido, Ruth se aseguró de que los niños aprendieran la doctrina, y lo hizo de manera amena. Ideó lo que llamó “Quiz Game”, una competición parroquial para los niños del programa que acabó atrayendo también a alumnos de fuera de la parroquia.

“Dirigía un programa dinámico, que ponía el acento en el contenido de la fe y la alegría de vivirla”, dijo el obispo Reidy.

Llevaba a cabo excursiones parroquiales de bajo costo con hasta 30 niños a la ciudad de Nueva York y a New Hampshire, entre otros lugares, combinando cultura, caminatas y religión.

Max Pakaluk describió a su madre como “alguien que quería hacer cosas”.

“No tenía mucha tolerancia para la pereza. No creo que entendiera la pereza. Estamos todos aquí durante cierto tiempo. Hay tantas cosas buenas que podrías estar haciendo. ¿Por qué desperdiciar el tiempo?”, dijo Max. “Siempre trataba de conseguir que la gente hiciera cosas”.

Sin quejas

Los admiradores de Ruth dicen que, aunque muchas de sus actividades pudieran parecer ordinarias —esposa, madre, voluntaria—, las vivió de un modo extraordinario.

Los santos que no mueren por la fe como mártires son aquellos que “dan testimonio preclaro del reino de los cielos… con el ejercicio heroico de sus virtudes”, según la constitución apostólica Divinus Perfectionis Magister de San Juan Pablo II.

Entonces, ¿cuáles fueron las virtudes de Ruth Pakaluk?

Amigos y familiares describen, entre otras cosas, una intensa vida de oración, confianza en Dios en las dificultades, interés por el bien de los demás, gratitud y una negativa a quejarse de sus problemas.

En octubre de 1991, a Ruth le diagnosticaron cáncer de mama, que terminó extendiéndose a otras partes del cuerpo. Vivió con la enfermedad unos siete años más.

Pero su hijo Max dijo que no recuerda que la vida cambiara mucho hasta que su madre quedó postrada en cama poco antes de morir.

“En general, creo que intentaba no darle demasiada importancia. Simplemente trataba de actuar como si no pasara nada”, dijo Max.

Junto con sus hijos, subió al monte Washington, la cima más alta de New England —más de 1.800 metros de altura—, conocido por sus cambios de clima repentinos, con una vara metálica en la pierna.

“Pero casi igual de notable es que, unos dos meses antes de morir, bajó caminando el monte Washington”, dijo Michael Pakaluk por mensaje de texto. “Subió en el autobús, pero bajó por el sendero Lion Head. Es un sendero muy escarpado y difícil. Cuando lo subí yo hace dos años, me rascaba la cabeza preguntándome cómo pudo hacerlo ella”.

Continuó haciendo viajes con la familia a la Marcha por la Vida en Washington, D. C., en enero, incluida la de 1998, el año en que murió, poco después de una ronda de quimioterapia.

Fran Hogan, hoy de 79 años, abogada de derecho inmobiliario comercial y expresidenta de Massachusetts Citizens for Life, caminó con Ruth durante la marcha de aquel año. Hogan, que llevaba un bolso muy pesado, no sabía nada del agotador tratamiento de Ruth.

“Lo llevaba sobre el hombro izquierdo. Y me quejé amargamente de lo pesado que era aquel bolso”, dijo Hogan. “Ruth simplemente se reía. Nunca se quejó. Nunca dijo una palabra”.

“Y llegamos al edificio de la Corte Suprema y ella se desplomó”.

Ruth fue hospitalizada.

Quienes la conocieron cuentan que Ruth aceptó su sufrimiento sin cuestionarlo.

“Cuando supo que tenía un cáncer terminal, es impresionante la calma con que afrontaron todo aquello, y supongo que ahí está la fe que lo sostiene”, dijo su suegra, Valerie Pakaluk, de 92 años, que planea servir como secretaria-tesorera de la fundación sin fines de lucro que dirigirá la causa de canonización de Ruth.

“Creo que no cabe duda de que la forma en que afrontó su enfermedad fue extremadamente heroica”, dijo su hijo Max.

Su actitud, resumió Max, podría expresarse así: “No voy a dar ninguna señal de que estoy enferma. No voy a ser el centro de atención aquí. No voy a ser quien cause problemas aquí. Y, sobre todo, no voy a ser la razón de que mis hijos no tengan una vida normal”.

No se hacía ilusiones sobre su situación, y era consciente de que, con seis hijos, el menor de 5 años, su esposo pronto necesitaría ayuda.

Un mes antes de morir —el 23 de septiembre de 1998—, Ruth animó a su esposo Michael a volver a casarse tras su partida, y se centró incluso en una posible candidata: “sugiriendo con calma”, como recogió The Catholic Free Press de la Diócesis de Worcester en mayo de 2019, que la estudiante de posgrado en Harvard Catherine Hardy, cuyos padres eran amigos de la familia —y cuyo segundo nombre es Ruth— “podría ser la adecuada para criar a sus hijos”.

Así lo describe Michael: “Respiró hondo y dijo: ‘Desde hace tiempo he pensado que Catherine Hardy sería una buena esposa para ti, y ahora veo que se ha mudado a Cambridge’”.

Catherine Pakaluk, como se la conoce ahora, se casó con Michael en agosto de 1999. Es economista y profesora asociada en The Catholic University of America, donde Michael, de 67 años, es catedrático de economía política. Catherine y Michael, colaborador ocasional del Register, tienen ahora ocho hijos propios.

Michael y Ruth tienen actualmente 32 nietos.

¿Una santa?

Entonces, ¿fue Ruth Pakaluk una santa?

Quienes apoyan su causa y hablaron con el Register fueron cuidadosos al decir que no desean declararla santa antes de que la Iglesia se pronuncie a través de su proceso formal.

Pero dejan caer algunas pistas.

En el velorio, su esposo tomó una caja de recordatorios de oración fúnebres de Ruth y los tocó con su cuerpo, lo que, en caso de que fuera canonizada, convertiría esos recordatorios en reliquias de tercera clase.

“Siempre tuve esta convicción —es extraño— de que sería una santa canonizada”, dijo al Register Michael Pakaluk, que aseguró que coopera con la causa de Ruth pero deliberadamente no la dirige. “Obviamente, no puedes dar por sentado el juicio de la Iglesia”.

El obispo Reidy también evitó llamarla santa, sin negar que pudiera serlo.

“Estoy muy contento con los pasos recientes que se han dado, y confiamos en la Santa Madre Iglesia”, dijo el obispo Reidy. “Pero ella es un gran ejemplo, alguien a quien hay que proponer”.

“Si Ruth Pakaluk no está en el cielo —añadió—, estoy un poco desanimado respecto a las perspectivas para gente como yo”.

Veintisiete años después de la Misa exequial de Ruth, que el obispo Reidy presidió ante unas 1.000 personas, recitó de memoria, durante una reciente entrevista con el Register, su descripción de ella en la homilía: “Dar la vida y defenderla. Tener fe y difundirla. Poseer dones y compartirlos libremente”.

Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register.