En México, un país con una tendencia de violencia que no parece encontrar fin ni solución, hablar y trabajar por la justicia, la paz y la seguridad pueden llevar a una “sentencia de muerte”.

Así lo advierte el P. Omar Sotelo, sacerdote, periodista y director del Centro Católico Multimedial (CCM), órgano dedicado a la investigación y reporte de la violencia que vive en el país y cómo afecta especialmente a la Iglesia y a sus miembros.

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Con lo ocurrido “en estos últimos meses”, señala, se puede ver que “está saliendo carísimo, se paga con un precio muy alto, o sea con la vida, buscar justicia, buscar paz, buscar seguridad. Quien habla de eso, está ganándose una sentencia de muerte”.

“Cualquier persona, cualquier líder social —y aquí abarco no sólo a los políticos, cualquier líder social, cualquier defensor de derechos humanos que alza la mano y se confronta o confronta esta realidad—, se está ganando una sentencia de muerte”, reitera. 

Carlos Manzo: el asesinato que sacude una vez más a México

La violencia en México ha alcanzado un nuevo punto crítico con el reciente asesinato del político Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, en el estado de Michoacán, mientras celebraba el 1 de noviembre el tradicional Festival de las Velas —un evento que se enmarca en las actividades por el Día de Muertos— con cientos de pobladores, entre ellos su familia, en una de las principales plazas de la localidad.

Manzo hizo de la lucha por la seguridad y la pacificación en su región su bandera política, denunciando la presencia y las extorsiones del crimen organizado, y demandando a las autoridades estatales y federales que implementen medidas para garantizar la tranquilidad de la población.

En la región, grupos del crimen organizado como el Cártel Jalisco Nueva Generación, La Nueva Familia Michoacana y los Caballeros Templarios asfixian a la población y agricultores —dedicados, entre otros cultivos al aguacate y al limón— con extorsiones.

En conferencia de prensa el 2 de noviembre, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana del Gobierno de México, Omar García Harfuch, indicó que el asesino del alcalde de Uruapan “perdió la vida y fue neutralizado por elementos de seguridad que resguardaban la zona”, aunque no se logró su identificación.

En medio de la polémica que surgió por la aparente indefensión del alcalde mexicano, García Harfuch señaló que Manzo “contaba con protección asignada y en mayo de este año hubo un reforzamiento adicional”, que incluía agentes “de la Policía Municipal de su confianza y la Guardia Nacional”, el órgano policial federal mexicano.

“Lamentablemente, los agresores aprovecharon la vulnerabilidad de un evento público para realizar el ataque”, dijo, para asegurar luego que “no habrá impunidad” y que “llegaremos hasta las últimas consecuencias para que este acto cobarde sea plenamente esclarecido y todos los responsables sean detenidos”.

De acuerdo a la organización no gubernamental Causa Común, en lo que va del año suman 56 actores políticos asesinados en México, siete de ellos alcaldes municipales.

Días antes del asesinato de Manzo, el 19 de octubre, fue secuestrado, torturado y asesinado el empresario limonero Bernardo Bravo, que había denunciado repetidamente las extorsiones que sufrían los agricultores en la zona de Apatzingán, Michoacán, a unos 90 kilómetros al sur de Uruapan.

Grupos criminales “que controlan la vida pública” en muchas partes de México

Los obispos mexicanos respondieron al crimen del alcalde de Uruapan demandando que “la presencia ordinaria de grupos armados, que controlan la vida pública de los ciudadanos en varias regiones del país, es el verdadero crimen a enfrentar”.

“El asesinato de Carlos Manzo, Alcalde de Uruapan, que abiertamente desafió el estado violentado que se vivía en su municipio, se suma a una serie de asesinatos de personas que se han atrevido a levantar la voz y enfrentar la falta de Estado de Derecho en sus tierras, comercios y otros espacios. Hoy ya no basta aprehender al asesino: hay que combatir con determinación la causa de todos estos asesinatos”, señalaron los obispos en un comunicado publicado el 2 de noviembre.

“Exigimos a las autoridades combatir con determinación e inteligencia el verdadero crimen, que no es solamente la trágica e indignante muerte de un comerciante o un alcalde, como fueron Bernardo Bravo y Carlos Manzo, sino la vida amenazada de miles de ciudadanos que día con día ven ultrajadas sus libertades al trasladarse y desarrollar sus actividades comerciales y recreativas”, añadieron.

De acuerdo al “Narcomapa de México”, elaborado por el diario mexicano Milenio, unos 60 grupos criminales de diversos tamaños y alcances pugnan por el control de territorios y violentan a las poblaciones en todo el país.

“Han fallado, es evidente”

El P. Sotelo señaló que el crimen de Carlos Manzo muestra que las autoridades “han fallado, es evidente”. “Decían que le dieron seguridad, pero con esa seguridad aún así lo mataron. Entonces, ¿qué tipo de seguridad es? Y si no le dieron seguridad, cuando por muchísimo tiempo el alcalde les había pedido la seguridad y no lo escucharon, entonces, ¿qué pasó ahí?”.

“Frente a esa situación, lo único que nos queda decir es que han fallado y no quieren aceptar esa realidad”, señaló, indicando que si las autoridades reconocieran esa realidad, sería un punto de partida “para ir reformando y retomando caminos que puedan verdaderamente reconstruir el tejido social de una sociedad que que se está cayendo a pedazos”.

El sacerdote y periodista criticó las cifras “maquilladas” sobre disminución de homicidios: “los asesinatos han disminuido, sí, pero los desaparecidos han aumentado; que las cuestiones económicas en las remesas van adelante, sí, pero las extorsiones han aumentado de una manera desfavorable”.

La más reciente edición del Índice de Paz México confirma las inquietudes del P. Sotelo. Aunque el informe reconoce que “la paz en México mejoró un 0.7% en 2024, marcando el quinto año consecutivo de mejora moderada, después de cuatro años de deterioro pronunciado”, advierte que “a pesar de las mejoras moderadas registradas en los últimos cinco años, México es considerablemente menos pacífico que en 2015”.

“En ese periodo, la paz en el país se ha deteriorado un 13.4%, con muchos indicadores de delincuencia significativamente más altos que hace una década. Por ejemplo, la tasa de homicidios es 54.7% más alta que en 2015, mientras que la tasa de delitos cometidos con armas de fuego ha aumentado 71.2%”.

Al mismo tiempo, “se ha identificado una tendencia creciente de personas reportadas como desaparecidas en todo el país, lo que ha generado niveles crecientes de alarma e indignación”.

“El aumento en el hallazgo de fosas comunes y entierros clandestinos en todo el país sugiere que muchas de estas personas desaparecidas han sido probablemente víctimas de homicidio”, continúa.

Más adelante, el Índice de Paz México reporta que “en la última década, México también ha experimentado un aumento en las formas domésticas de crímenes de la delincuencia organizada, en particular el narcomenudeo y la extorsión”. Esta última, señala, ha aumentado en un 45.5%

El uso del terror para mantener callada a la sociedad

El P. Sotelo alerta que en México “estamos en el riesgo de caer en una situación de temor”,

“El crimen organizado así trabaja: enquista primero el terror y el temor en la sociedad para mantenerla callada”, y de esa forma “penetrar en lo más recóndito del alma de los mexicanos y de las familias”.

“Eso tiene efectos totalmente impresionantes y tremendos en aquellos a los que el día de mañana ellos van a reclutar”, advierte, recordando que los criminales “reclutan a los niños, penetran a las familias y reclutan a los niños. Ese es un problema gravísimo, gravísimo”.

El sacerdote lamenta que los mexicanos “estamos en una barca que se mueve en aguas turbulentas, de una manera tan hostil y tan fuerte que todos los que estamos dentro estamos expuestos a lo que hoy está dominando muchísimas partes del país”.

Los sacerdotes, también “en la mira” de la violencia

El CCM, bajo la dirección del P. Sotelo, ha registrado 10 asesinatos de sacerdotes y más de 900 casos de extorsiones y amenazas de muerte contra miembros de la Iglesia sólo entre los años 2018 y 2024.

Ante la violencia que vive el país, dice el P. Sotelo, también “están en la mira” los sacerdotes, quienes son también “autoridades morales” en sus comunidades.

Muchos sacerdotes, continuó, trabajan “incansablemente, siete por veinticuatro” para “tratar de cambiar las mentalidades de aquellos jóvenes, niños y jóvenes que están viendo en el sicariato la posibilidad de vivir, de ganarse la vida”, promoviendo “una visión mucho más profética, mucho más pastoral, mucho más humana, mucho más familiar, para que estos jóvenes no caigan en estas manos”.

“Y, obvio, esto afecta a los intereses de estos grupos que quieren reclutar a aquellos que el día de mañana van a ser la carne de cañón para que sigan ejerciendo este mal”.

El mensaje que busca enviar el crimen organizado, alerta, es: “si soy capaz de matar a un político con seguridad y puedo matar a un cura con esta fuerza moral, entonces puedo matar a quien sea”. 

La familia creyente, “el talón de Aquiles del crimen organizado”

Con una perspectiva de esperanza frente a la oscuridad que asola México, el P. Sotelo apunta a la “criptonita” y “el talón de aquiles del crimen organizado”: la familia.

“Es la debilidad del crimen organizado”, subraya, apuntando a la familia conformada por “el papá, la mamá, los abuelitos, los tíos, que unidos generan valores y que están movidos en una espiritualidad” que “los ayuda a trascender”.

“Es ahí donde nosotros, la Iglesia Católica, nosotros, creyentes, tenemos la gran misión de hacer realidad y de fortalecer esta institución que le puede dar la vuelta a una situación que parecería ser todopoderosa e imposible de destruir”.

Para el sacerdote mexicano, “la familia llena de valores, la familia espiritual, la familia creyente en este Dios de la vida, en este Dios de la dignidad, en este Dios que nos fomenta la dignidad” es capaz de destruir al crimen organizado.

“En pocas palabras, la familia es la sembradora de la esperanza que se está perdiendo. Y nosotros tenemos esa arma. Lo que tenemos que darnos cuenta es que la tenemos, la tenemos que valorar y la tenemos que hacer crecer”.

“Usémosla con mucha esperanza, con mucha fortaleza”, concluye.