Discurso pronunciado por el Papa Juan Pablo II en el aeropuerto internacional de Astana
Señor
presidente, ilustres miembros del cuerpo diplomático, distinguidas autoridades,
representantes de las diferentes confesiones religiosas, ¡queridos hermanos
y hermanas!
1. Doy gracias a Dios, que ha guiado mis pasos hasta
la ciudad de Astana, capital de este noble e inmenso país, situado en el
corazón del territorio euroasiático. Beso con cariño esta
tierra, que ha dado origen a un estado multiétnico, heredero de múltiples
y seculares tradiciones espirituales y culturales, y que ahora se encamina hacia
nuevas metas sociales y económicas. Desde hace mucho tiempo sentía
el deseo de vivir este encuentro, y mi alegría es grande al poder estrechar
en un abrazo de admiración y de cariño a todos los habitantes de
Kazajstán.
Un viaje deseado
Desde que tuve la posibilidad
de recibirle en el Vaticano, señor presidente e la República, y
de escuchar de sus labios la invitación de visitar esta tierra, he comenzado
a prepararme en la oración para el encuentro de hoy. Le pido ahora al Señor
que este día sea bendito para todos los amados pueblos de Kazajstán.
2. Gracias, por tanto, señor presidente, por la invitación
que en su día me dirigió y gracias por el empeño que ha puesto
para preparar la visita en sus complejos aspectos organizativos. Gracias también
por las cordiales palabras de bienvenida que me dirigió en nombre del gobierno
y de todo el pueblo kazajo. Saludo con deferencia a las autoridades civiles y
militares, así como a los miembros del cuerpo diplomático, a través
de los cuales quisiera dirigir un cariñoso pensamiento a los pueblos que
cada uno representa dignamente.
Musulmanes, ortodoxos y católicos
Saludo a los responsables y a los fieles del Islam, que en esta región
se siente orgullosa por su larga tradición religiosa. Hago llegar mis mejores
auspicios a las personas de buena voluntad, que buscan de promover los valores
morales y espirituales orientados a garantizar para todos un futuro de paz.
Dirijo un saludo particular a los hermanos obispos y fieles de la Iglesia
ortodoxa y a los cristianos de las demás Iglesias y comunidades eclesiales.
Renuevo aquí la invitación a unir los esfuerzos para que el tercer
milenio pueda ver a los discípulos de Cristo proclamar con una sola voz
y con un solo corazón el Evangelio, mensaje de esperanza para toda la humanidad.
Os abrazo con cariño fraterno sobre todo a vosotros, queridos
obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, misioneros, catequistas y fieles
que conformáis la comunidad católica que vive en el extenso suelo
kazajo. Conozco vuestra entrega al trabajo y vuestro entusiasmo; conozco también
vuestra fidelidad a la Sede Apostólica y pido a Dios que sostenga vuestro
propósito por hacer el bien.
Diez años de independencia
3. Mi visita tiene lugar cuando se cumplen los diez años de la proclamación
de la independencia de Kazajstán, alcanzada después de un largo
período oscuro y de sufrimiento. La fecha del 16 de diciembre de 1991 está
inscrita con caracteres indelebles en los anales de vuestra historia. La recobrada
libertad ha encendido en vosotros una confianza más sólida en el
futuro y estoy convencido de que esta experiencia esta llena de lecciones que
hay que tener en cuenta para que os mováis con valentía hacia nuevas
perspectivas de paz y de progreso. Kazajstán quiere crecer en la fraternidad,
en el diálogo y en la comprensión, premisas indispensables para
«echar puentes» de cooperación solidaria con los demás pueblos,
naciones y culturas.
Diálogo; no violencia
Desde
esta perspectiva, Kazajstán, con una iniciativa valiente, decidió
ya en 1991 el cierre del polígono nuclear de Semipalatinsk y sucesivamente
proclamó la renuncia unilateral al armamento nuclear y la adhesión
al Acuerdo para la prohibición total de los experimentos atómicos.
En la base de esta decisión, se encuentra la convicción de que las
cuestiones controvertidas no deben ser resueltas con el recurso a las armas, sino
con los medios pacíficos de la negociación y del diálogo.
No puedo dejar de alentar esta línea de compromiso, que responde muy bien
a las exigencias fundamentales de la solidaridad y de la paz a las que aspiran
los seres humanos con creciente conciencia.
Cien etnias, una gran
cultura
4. En vuestro país, que ocupa uno de los primeros lugares
del mundo por extensión, conviven todavía hoy ciudadanos pertenecientes
a más de cien nacionalidades y etnias, a quienes la Constitución
de la República garantiza los mismos derechos y libertades. El espíritu
de apertura y de colaboración forma parte de vuestra tradición,
pues Kazajstán desde siempre es tierra de encuentro y de convivencia entre
tradiciones y culturas diferentes. Esto ha dado lugar a significativas formas
culturales, expresadas en originales realizaciones artísticas, así
como en una floreciente tradición literaria.
Siento admiración
por ciudades como Balasagun, Merke, Kulan, Taraz, Otrar, Turkestán y otras,
que en su época fueron importantes centros de cultura y de comercio. En
ellas vivieron ilustres personalidades de la ciencia, del arte y de la historia,
a partir de Abu Nasr al-Farabi, quien hizo redescubrir a Europa Aristóteles,
hasta el bien conocido pensador y poeta Abai Kunanbai. Formado en la escuela de
los monjes ortodoxos, conoció también el mundo occidental y apreció
su patrimonio de pensamiento. Sin embargo, solía repetir: «Occidente se
ha convertido en mi Oriente», subrayando cómo el contacto con otros movimientos
culturales hizo más intenso en él el amor a la propia cultura.
Libertad
5. ¡Queridos pueblos de Kazajstán! Tras haber
sacado las lecciones de las experiencias de vuestro antiguo y reciente pasado,
y en particular de los tristes acontecimientos del siglo XX, poned siempre como
fundamento de vuestro compromiso civil la tutela de la libertad, derecho inalienable
y aspiración profunda de toda persona. En particular, aprended a reconocer
el derecho a la libertad religiosa, en el que se expresan las convicciones custodiadas
en el sagrario más íntimo de cada persona. Cuando en una comunidad
civil los ciudadanos saben aceptarse con sus respectivas convicciones religiosas,
es más fácil afianzar entre ellos el reconocimiento efectivo de
los demás derechos humanos y un entendimiento basado en los valores de
fondo de una convivencia pacífica y constructiva. De este modo, es posible
sentirse aunados por la conciencia de ser hermanos, por el hecho de ser hijos
del único Dios, creador del universo.
Pido a Dios omnipotente
que bendiga y aliente vuestros pasos por este camino. Que os ayude a crecer en
a libertad, en la concordia, en la paz. Estas son las condiciones indispensables
para que se instaure un clima apto para un desarrollo humano integral, atento
a las exigencias de cada uno, especialmente las de los pobres y de los que sufren.
Progreso y solidaridad
6. Pueblo kazajo, te espera una comprometedora
misión: construir un país caracterizado por el auténtico
progreso, en la solidaridad y en la paz. Kazajstán, tierra de mártires
y de creyentes, tierra de deportados y de héroes, tierra de pensadores
y de artistas, ¡no tengas miedo! Si bien siguen siendo todavía profundas
y numerosas las heridas de tu cuerpo, si bien sigue habiendo dificultades y obstáculos
en la obra de reconstrucción material y espiritual, que os sirvan como
consuelo y aguijón las palabras del gran Abai Kunanbai: «La humanidad tiene
como principio el amor y la justicia, estos son la coronación de la obra
del Altísimo» («Dichos», cap. 45).
¡Amor y justicia! ¡Que el
Altísimo, guiando los pasos de los hombres, haga resplandecer estas estrellas
sobre tus pasos, inmensa tierra de Kazajstán!
Estos son los sentimientos
que laten en mi corazón, al comenzar mi visita a Astana. Al mirar los colores
de vuestra bandera, queridos kazajos, pido para vosotros al Altísimo los
dones que simbolizan: la estabilidad y la apertura, reflejados en el azul; la
prosperidad y la paz a las que hace referencia el oro.
¡Que Dios te
bendiga, Kazajstán, y a todos tus habitantes y te conceda un futuro de
concordia y de paz!