Mons. José de Jesús González, Obispo de Chilpancingo-Chilapa en Guerrero (México), lamenta que la región en la que despliega su ministerio episcopal desde hace que se instaló en abril de 2022 es un “estado secuestrado” por el crimen organizado, pero esto no frena su trabajo pastoral: “La oración nos hace valientes para entrar en la refriega”.
En declaraciones recogidas por la sede mexicana de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN, por sus siglas en inglés), Mons. González señaló que en medio de la violencia desatada en el estado, con grupos criminales controlando las carreteras, extorsionando a los empresarios y causando desapariciones y asesinatos, la Iglesia Católica es considerada “la única voz que puede hablar por el pueblo”.
Aunque el temor movido por la violencia de los criminales acecha también al clero, el prelado asegura que “si no somos valientes, el pueblo llora… y llora Dios”.
Guerrero, el “estado secuestrado”
Guerrero, en el suroeste de México, desde hace décadas es una de las regiones más afectadas por el crimen organizado.
De acuerdo al Índice de Paz México 2025, elaborado por el Instituto para la Economía y la Paz, Guerrero es el noveno estado más violento del país. Acapulco, localidad con una de las playas más conocidas del continente americano, aparece en el informe en el puesto 7 de los municipios con las tasas de homicidio más altas de México.