El Papa León XIV recordó a los seminaristas, religiosos y sacerdotes de América Latina que estudian en Roma, que en la “sociedad del ruido que confunde” hoy más que nunca se requieren servidores que anuncien la primacía absoluta de Cristo. 

El Santo Padre reflexionó al inicio de su mensaje sobre la palabra “sígueme” con la que Jesús llamó a sus discípulos, en la que “podemos encontrar el propósito más profundo de nuestra vida”.

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En este contexto, el Pontífice les recordó que el Señor les llama sin ningún mérito propio, sino esperando que con su vocación puedan llevar “el mensaje evangélico a los pecadores y a los débiles”.

El Papa les animó también a descubrir las claves de su vocación por medio del Evangelio y afirmó que no caminan en soledad, sino que forman parte de una comunidad. “No nos unen lazos de simpatía, intereses compartidos o mutua conveniencia, sino la pertenencia al pueblo que el Señor adquirió a precio de su Sangre”, enfatizó. 

A la luz de la Sagrada Escritura, León XVI les recordó que la voz de Jesús les sostiene con paciencia incluso cuando su mirada se nubla. Les aseguró que el Señor conoce su fragilidad y advirtió que muchas veces “no es la cruz que se nos impone, sino nuestro propio egoísmo, el que se convierte en causa de tropiezo en nuestro afán de seguirle”.

En una sociedad “del ruido que confunde”, subrayó que hoy más que nunca se requieren “servidores y discípulos que anuncien la primacía absoluta de Cristo y que tengan el acento de su voz muy claro en los oídos y en el corazón”. 

Esto se logra, según el Pontífice, gracias a la lectura de las Sagradas Escrituras, “meditada en el silencio de la oración profunda, a la reverente acogida de la voz de los legítimos pastores y al estudio atento de los muchos tesoros de sabiduría que nos ofrece la Iglesia”. 

Así, en medio de las alegrías y dificultades, el Papa les exhortó a cumplir una consigna: “si Cristo pasó por ahí, también nos corresponde vivir lo que Él vivió”. 

En consecuencia, indicó que “no debemos apegarnos a los aplausos porque su eco dura poco; tampoco es sano quedarnos sólo en el recuerdo del día de crisis o de los tiempos de amarga decepción”. 

Por el contrario, les invitó a mirar todo ello como parte de su formación y decir: “Si Dios lo ha querido para mí, yo también lo quiero”. 

“El vínculo profundo que nos une con Cristo, sea como sacerdotes, consagrados o seminaristas, tiene una semejanza con aquello que se dice a los esposos cristianos en el día mismo de su boda: ‘en la salud y en la enfermedad; en  la pobreza y en la riqueza’”, concluyó.