No podemos celebrar el nacimiento de Jesús en Navidad sin María. Tampoco podemos vivir el Adviento sin la Santísima Madre.

“Entre las criaturas nadie mejor que Ella conoce a Cristo, nadie como su Madre puede introducirnos en un conocimiento profundo de su misterio”, escribió San Juan Pablo II en su carta apostólica Rosarium Virginis Mariae sobre el Santo Rosario.

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Durante el Adviento, entonces, mientras nos preparamos para acoger a Jesús en Navidad, también debemos tomar gozosa y conscientemente el tiempo para celebrar y prepararnos con la Santísima Virgen María. Su intensa y alegre espera de la entrada de su Hijo en el mundo es un modelo para todos los que desean la plenitud de la presencia de Cristo en sus vidas, como se refleja en una cita atribuida con frecuencia a Santa Teresa de Calcuta: “Sin María, no hay Jesús”.

Estos días de Adviento están marcados por la devoción mariana.

El Directorio sobre la piedad popular y la liturgia señala que, durante el Adviento y la Navidad, la liturgia celebra con frecuencia a la Santísima Madre, y la piedad popular le dedica muchas prácticas piadosas.

Pensemos en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, día de precepto, el 8 de diciembre.

“No hay duda de que el contenido de la fiesta de la Concepción purísima y sin mancha de María, en cuanto preparación fontal al nacimiento de Jesús, se armoniza bien con algunos temas principales del Adviento”, explica refiriéndose al 8 de diciembre. Esta fiesta, continúa,  “nos remite a la larga espera mesiánica y recuerda profecías y símbolos del Antiguo Testamento”.

Dos días después llega la fiesta de Nuestra Señora de Loreto, el 10 de diciembre. Este día mariano celebra la Santa Casa de Loreto (transportada milagrosamente a Loreto, Italia, hoy un importante santuario), donde la Santísima Virgen María dijo “Sí” a Dios y concibió a Nuestro Señor.

Luego viene la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, el día 12. Estos son sólo algunos de los modos marianos de vivir el Adviento.

Celebración mariana

También debemos alinearnos con María durante las liturgias de Adviento. En su exhortación apostólica Marialis Cultus (Para la recta ordenación y desarrollo del culto a la Santísima Virgen María), San Pablo VI escribió: “la Liturgia de Adviento, uniendo la espera mesiánica y la espera del glorioso retorno de Cristo al admirable recuerdo de la Madre, presenta un feliz equilibrio cultual (…) Resulta así que este periodo (…) debe ser considerado como un tiempo particularmente apto para el culto de la Madre del Señor”.

Y como explicó San Juan Pablo II en 2002: “La liturgia de Adviento, impregnada de constantes alusiones a la espera gozosa del Mesías, nos ayuda a captar plenamente el valor y el significado del misterio de la Navidad. No se trata de conmemorar sólo el acontecimiento histórico que tuvo lugar hace dos mil años en una pequeña aldea de Judea. Más bien, es preciso comprender que toda nuestra vida debe ser un ‘adviento’, una espera vigilante de la venida definitiva de Cristo. Para disponer nuestra alma a acoger al Señor que, como decimos en el Credo, un día vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos, debemos aprender a reconocerlo presente en los acontecimientos de la vida diaria. De esta forma, el Adviento es, por decirlo así, un intenso entrenamiento que nos orienta decididamente hacia Aquel que ya ha venido, que vendrá y que continuamente viene”.

La vela de María

La tradición de la “vela de María” introduce a María en el Adviento de otro modo, como explican los recursos de EWTN.

“La vigilia de la Inmaculada Concepción es un momento oportuno para introducir a los niños en la práctica de encender una vela especial de Adviento en honor de María”, escribió el P. Edward Sutfin en su libro True Christmas Spirit (El verdadero espíritu de la Navidad). Describe el cirio como una hermosa vela colocada en un candelero cubierto con un paño de seda blanco atado con una cinta y luego puesta ante una imagen, estatua o icono de Nuestra Señora.

“Esta antigua costumbre predica su mensaje con una elocuente sencillez que los niños pequeños pueden comprender”, añadió el P. Sutfin.

De forma semejante, en Family Advent Customs (Costumbres familiares de Adviento), Helen McLoughlin describió una tradición caracterizada por una rosa en un florero cubierto con un encaje azul para significar la Rosa Mística. Luego, cerca, se coloca una vela blanca con un manto blanco (quizá de satén o encaje, o incluso de papel crepé) sobre ella. A la vela se le puede adherir una imagen del Niño Jesús para reflejar a Jesús como la Luz del Mundo.

McLoughlin explicó: “‘Bendito es el fruto de tu vientre’ se hace realidad para los más pequeños, que aman aprender sobre el Bebé en el cuerpo inmaculado de María. María fue la sala del trono de Dios durante nueve meses, y su papel en nuestra redención es muy grande. Sólo Él sabe cuán a menudo el Espíritu Santo actúa en las almas de los niños cuando se asoman bajo el manto para ver al Niño cuya venida esperan con gran expectación. El 8 de diciembre recitamos el Magníficat y cantamos himnos en el altar de María”.

La autora también sugiere que la vela se pueda colocar ante una imagen de la Santísima Madre en la fiesta de su Inmaculada Concepción. “Sirve como un recordatorio elocuente de la ansiosa expectación de María por la ‘Luz del Mundo’ y ayuda a los miembros de la familia a mantener encendida con brillo su propia luz de la gracia como la mejor preparación para su venida”.

Caminar con María, cuenta a cuenta

Las preparaciones de Adviento no estarían completas sin el Rosario, particularmente los Misterios Gozosos, que contemplan los acontecimientos que preceden e incluyen la Natividad (y más allá).

Como explicó San Juan Pablo II, los misterios gozosos están marcados “por el gozo que produce el acontecimiento de la encarnación (...) meditar los misterios ‘gozosos’ significa adentrarse en los motivos últimos de la alegría cristiana y en su sentido más profundo. Significa fijar la mirada sobre lo concreto del misterio de la Encarnación y sobre el sombrío preanuncio del misterio del dolor salvífico. María nos ayuda a aprender el secreto de la alegría cristiana, recordándonos que el cristianismo es ante todo evangelion, 'buena noticia', que tiene su centro o, mejor dicho, su contenido mismo, en la persona de Cristo, el Verbo hecho carne, único Salvador del mundo”.

El Papa León XIV recordó a los fieles el día de su elección: “Nuestra Madre María quiere siempre caminar con nosotros, estar cerca, ayudarnos con su intercesión y su amor”.

Esto incluye, por supuesto, estos días santos que conducen a la Navidad.

“El Adviento es una estación mariana”, enseñó Benedicto XVI. “Celebrar el Adviento significa: hacerse mariano, entrar en esa comunión con el ‘sí’ de María que, siempre de nuevo, es espacio para el nacimiento de Dios, para la ‘plenitud de los tiempos’”.

Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register.