El Papa León XIV afirmó que a la sociedad le urge tener mujeres “apasionadas por el Evangelio”, como Santa Francisca Romana, al cumplirse 600 años de la entrega total de esta santa y sus primeras nueve compañeras, realizada el 15 de agosto de 1425.
En su mensaje publicado este 15 de agosto, día de la Asunción de la Virgen, el Santo Padre se dirige a las Hermanas Oblatas de Santa Francisca Romana, viuda fundadora de la congregación monástica, que se inspira en la regla de San Benito.
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“Santa Francisca Romana, tan querida por los fieles, sigue siendo un faro que ilumina a los creyentes de todas las épocas, haciendo arder el fuego del amor de Cristo en el hombre de hoy”, subraya el Papa León en su mensaje.
“A nuestra sociedad le urge tener mujeres como ella: apasionadas por el Evangelio”, resaltó, y como escribió el Papa Eugenio IV, “encendidas por el celo de Dios, deseosas de servir al Altísimo con espíritu de humildad y (…) de imitar la vida apostólica para ganarse a Cristo y vivir en comunidad y caridad”.
El Pontífice citó también a Juan Pablo II que, en 1984, dijo que el mundo de hoy necesita mujeres “animadas y fortalecidas por la gracia, a pesar de su delicada sensibilidad por las necesidades y las inclinaciones de la sociedad actual, saben tomar decisiones de profundo radicalismo evangélico [...] caracterizadas por una disciplina austera, una renuncia gozosa y una generosa oblación”.
Tres características de la santidad de Santa Francisca Romana
El Papa León se refirió luego a tres características de la santidad de esta fundadora e indicó que “la primera es el celo con el que se comprometió a engendrar a Cristo en el mundo y a hacer fuerte y real su presencia con su testimonio de fe y santidad”.
La segunda es la “docilidad a la guía de los Ángeles, cuya presencia cultivaba gracias a la fidelidad a la oración y a la meditación de la Palabra de Dios, unidas a la devoción por sus santos protectores —San Pablo, Santa María Magdalena, San Benito y San Francisco de Sales— bajo la guía de gigantes espirituales como San Juan Leonardi y San Felipe Neri, que la acompañaron en su camino”.
La tercera es el “compromiso con la unidad de la Iglesia, por la que se prodigó con la oración y la acción. Todo ello tiene su continuación en la presencia de su monasterio ‘abierto’ —tal y como lo quiso la madre fundadora— en el corazón de la Ciudad Eterna, como lámpara para la historia y el camino de un pueblo”.
El Santo Padre recordó entonces que “a lo largo de los siglos, numerosos han sido los devotos de la santa que se han desplazado a este lugar tan sublime, rico en arte y espiritualidad, para alcanzar la paz interior y saborear el amor de Dios, y aún hoy hay mucha necesidad, en una sociedad tan frenética y opulenta, de oasis como este”.
Tras alentar a las religiosas a hacer la voluntad de Dios, el Papa León XIV las animó a sentirse “unidas a la Iglesia, que las mira con especial cariño” y a “mirar al futuro con esperanza y docilidad”.
¿Quién fue Santa Francisca Romana?
Santa Francisca nació en Roma en 1384. A los 12 años experimentó las primeras inquietudes vocacionales, pero sus padres arreglaron su matrimonio. Se casó y tuvo tres hijos, dos de los cuales murieron a causa de la peste en Europa. El sufrimiento la hizo más sensible y comenzó a atender a mendigos y enfermos.
Su esposo, miembro del ejército, fue herido y finalmente murió tras 40 años de matrimonio. Al preguntarse sobre su futuro, Francisca volvió a encontrarse con su deseo de ser monja.
El 15 de agosto de 1425, día de la Asunción de la Virgen María, Francisca, junto a 9 compañeras, hizo su oblación (consagración) en la cofradía de las oblatas benedictinas (Orden de San Benito).
En 1433, Santa Francisca Romana fundó el monasterio de Tor de’ Specchi, al que se mudó junto a las oblatas que deseaban tener una vida en común y fortalecer así su servicio a los demás.
El Papa Eugenio IV aprobó la iniciativa y el grupo de mujeres se convirtió en la que sería la única congregación religiosa de oblatas con votos privados y vida en común que existe hasta hoy.







