El Cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén, resaltó que “Cristo no está ausente de Gaza”, sino que está “crucificado en los heridos y sepultado bajo los escombros”.

Así lo expresó en rueda de prensa este martes tras su visita a Gaza con el Patriarca ortodoxo Teófilos III.

Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram

Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:

“Entramos en un lugar de devastación, pero también de una humanidad maravillosa. Caminamos entre el polvo de las ruinas, pasando junto a edificios derruidos y tiendas de campaña por todas partes: en patios, callejones, calles y playas; tiendas que se han convertido en hogares para quienes lo han perdido todo”, dijo el purpurado en su alocución al inicio de la rueda de prensa realizada en Jerusalén.

“Cristo no está ausente de Gaza. Está allí, crucificado en los heridos, sepultado bajo los escombros, pero presente en cada acto de misericordia, en cada vela en la oscuridad, en cada mano tendida a los que sufren”, subrayó el cardenal.

“No fuimos como políticos ni diplomáticos, sino como pastores. La Iglesia, toda la comunidad cristiana, nunca los abandonará. Es importante enfatizar y reiterar que nuestra misión no es para un grupo específico, sino para todos. Nuestros hospitales, albergues, escuelas, parroquias —San Porfirio, la Sagrada Familia, el Hospital Árabe Al-Ahli, Cáritas— son lugares de encuentro y convivencia para todos: cristianos, musulmanes, creyentes, incrédulos, refugiados, niños”, continuó.

En medio de la devastación provocada por la guerra entre Israel y Hamás, Pizzaballa dijo que encontraron “algo más profundo que la destrucción: la dignidad del espíritu humano que se niega a extinguirse. Conocimos a madres preparando comida para otros, enfermeras curando heridas con delicadeza, y personas de todas las religiones que aún rezaban al Dios que ve y nunca olvida”.


Por su parte, el Patriarca Ortodoxo Teófilos III destacó que “entre los muros derruidos de la Iglesia de la Sagrada Familia y los corazones heridos de sus fieles, presenciamos un profundo dolor y una esperanza inquebrantable”.

La iglesia de la Sagrada Familia es la única parroquia católica de Gaza, encabezada por el sacerdote argentino Gabriel Romanelli, que resultó herido tras el bombardeo de las fuerzas israelíes del jueves 17 de julio en el que fallecieron tres personas.

En el lugar, dijo el Patriarca Teófilos IIII, él y el Cardenal Pizzaballa se arrodillaron “en oración junto a los afligidos e impusimos nuestras manos a quienes anhelaban consuelo, guiados por las palabras de San Pablo: ‘Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo’ (Gálatas 6:2)”.

Ayuda humanitaria para Gaza

El Cardenal Pizzaballa también destacó que “la ayuda humanitaria no sólo es necesaria, sino una cuestión de vida o muerte. Rechazarla no es una demora, sino una condena. Cada hora sin comida, agua, medicinas ni refugio causa un daño profundo”.

“Lo hemos visto: hombres resistiendo al sol durante horas con la esperanza de una comida sencilla. Es una humillación difícil de soportar cuando la ves con tus propios ojos. Es moralmente inaceptable e injustificable”.

Por eso, continuó, “apoyamos la labor de todos los actores humanitarios —locales e internacionales, cristianos y musulmanes, religiosos y laicos— que arriesgan todo para traer vida a este mar de devastación humana”.

Llamado a la paz en Gaza

“Y hoy alzamos nuestra voz en un llamado a los líderes de esta región y del mundo: no puede haber un futuro basado en el cautiverio, el desplazamiento de palestinos ni la venganza. Debe haber una manera de restaurar la vida, la dignidad y toda la humanidad perdida”, dijo el purpurado.

“Hacemos nuestras las palabras del Papa León XIV en el Ángelus del domingo pasado: ‘Renuevo mi llamamiento a la comunidad internacional para que respete el derecho humanitario y la obligación de proteger a los civiles, así como la prohibición del castigo colectivo, el uso indiscriminado de la fuerza y el desplazamiento forzado de la población’”.

El Cardenal subrayó también que “es hora de acabar con este sinsentido, poner fin a la guerra y poner el bien común de los pueblos como máxima prioridad”, solicitó la liberación de los prisioneros y alentó a la reconciliación entre los pueblos de Israel y Palestina tras la guerra.

Esto, dijo, debe hacerse “no borrando las heridas, sino transformándolas en sabiduría. Solo un camino así puede hacer posible la paz, no solo política, sino también humana”.

“No hagamos de la paz un eslogan mientras la guerra siga siendo el pan cotidiano de los pobres”, concluyó.