“Estoy preparado para morir mártir”: Monje relata últimas horas de su hermano secuestrado

Monje asesinado en Nigeria Hermano Godwin Eze, asesinado en Nigeria en octubre | Crédito: Monasterio benedictino, Eruku

El hermano Peter Olarewaju relató recientemente el horrible secuestro y tortura que sufrieron él y otros dos monjes de un monasterio benedictino en Nigeria, incluido el asesinato de uno de los monjes.

El hermano Godwin Eze pasó sus últimas horas animando a sus hermanos monjes antes de que lo señalaran, le dispararan y arrojaran su cuerpo a un río con una rápida corriente.

Eze fue secuestrado el 17 de octubre junto con Olarewaju y el hermano Anthony Eze del monasterio benedictino en Eruku, en la Diócesis de Ilorin. El primero fue luego torturado y asesinado. Al no poder encontrar el cadáver del monje, tras varios días de búsqueda en el río, el monasterio realizó sus exequias en la Catedral de San José en Ilorin, el pasado 22 de noviembre.

Olarewaju afirmó que uno de los gestos que le quedará grabado para siempre es la actitud de Eze de alimentar a sus dos compañeros con galletas, luego que los secuestradores les dejaron con el estómago vacío y descalzos tras hacerlos varias horas.

Con una mano libre, Eze alimentó a los otros dos, cuyas manos adoloridas permanecían atadas en la espalda.

“Los hombres que nos secuestraron nos dieron dos galletas mientras seguíamos con las manos atadas. Aflojaron un rato la mano del hermano Godwin para permitirle alimentarnos. Lo recuerdo sosteniendo las galletas para que cada uno de nosotros las mordiéramos por turnos. Nunca olvidaré el amor y la tranquilidad en sus ojos cuando nos daba de comer”, compartió Olarewaju a ACI África, agencia del Grupo ACI.

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Olarewaju conversó con ACI África el 26 de noviembre, días después de que le dieran de alta del hospital, donde estuvo internado en estado crítico.

Débil y con heridas en el cuerpo, por los azotes diarios que recibió durante el cautiverio, Olarewaju se había desplomado en brazos de sus hermanos monjes, quienes lo llevaron del monasterio al hospital. Allí le aplicaron 30 inyecciones para recuperarlo y le dieron unos días más para recuperarse y salir en silla de ruedas.

“Estábamos en muy mal estado cuando los secuestradores finalmente nos dejaron libres. Un día más con ellos y seguramente habríamos muerto”, compartió Olarewaju.

Secuestrado de noche

El monje ofreció a ACI África un relato detallado de lo que ocurrió desde el momento en que hombres armados irrumpieron en el monasterio en Eruku y secuestraron a los tres.

Narró que nueve hombres que portaban rifles AK-47, machetes y otras armas, llegaron al monasterio alrededor de la una de la madrugada del 17 de octubre, cuando los hermanos dormían. Más tarde, los monjes descubrirían que uno de los sujetos era un granjero que también había sido secuestrado en otro lugar, y que fue obligado a llevar a los sospechosos fulani (pastores musulmanes) al monasterio. Posteriormente, la familia de ese hombre pudo negociar con éxito su liberación.

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“Escuché voces raras. Al principio pensé que eran mis hermanos despertando porque normalmente nos levantamos muy temprano para rezar. Pero escuchando atentamente, no los pude reconocer. Algo me decía que era Boko Haram y entonces intenté salir corriendo de la habitación”, recordó Olarewaju.

Boko Haram es un grupo terrorista musulmán que opera en Nigeria y en varios otros países de África, que tiene a los cristianos como uno de sus blancos.

“Rápido abandoné la idea de correr cuando sentí la presencia de los hombres en nuestra habitación”, continuó. “En vez de eso me deslicé debajo de la cama y me escondí allí durante un rato. Los oí cuando golpearon a mi compañero de cuarto Anthony, que gritó ‘¡Jesús!’”.

Olarewaju contó que los hombres revolvieron la habitación y finalmente lo encontraron escondido. Se lo llevaron y se unió a otros dos monjes, entre ellos Eze, que junto con Benjamín ya estaban fuera de la casa, de rodillas y con las manos atadas a la espalda.

Cuando se les pidió que entregaran sus teléfonos, Eze dijo tranquilamente que sus dispositivos los tenía Oga, el maestro de novicios del monasterio.

“Temía por nuestro maestro de novicios y rápidamente me ofrecí a darles mi teléfono”, dijo Olarewaju. Luego, los hombres lo llevaron encañonado de regreso a su cuarto, donde entregó su teléfono y donde dio el número del maestro de novicios.

Después, el líder de la banda preguntó a los monjes quiénes de ellos hablaban hausa, lengua nativa nigeriana.

“El hermano Benjamín levantó la mano, pensando que los hombres querían que alguien hiciera de traductor. Para su sorpresa, le dieron un golpe en la cara. De hecho, fue tan fuerte que todavía, mientras hablamos, lo están tratando por eso. Entonces pensamos que los hombres no querían que nadie pudiera entender sus conversaciones en hausa”, contó Olarewaju.

Los otros tres, Olarewaju, Eze y Anthony Eze, que no hablaban hausa, fueron secuestrados y sufrieron hambre y largas horas de caminata descalzos por pantanos, terrenos rocosos, subiendo montañas y atravesando valles. Fueron cinco días en total.

“Nos colocaron estratégicamente en línea recta y uno de los hombres nos separó. Nos ataron las manos a la espalda durante cinco días hasta que fuimos liberados el 21 de octubre”, continuó el monje, y agregó que Eze caminaba delante de sus dos compañeros.

“Los secuestradores estaban muy bien coordinados. Enviaban a dos hombres vestidos normalmente durante el día para inspeccionar el paisaje y encontrar las rutas que usaríamos durante la noche. Cuando caía la noche, nos ponían en movimiento, haciéndonos caminar muchas horas”, recordó Olarewaju.

“No nos dejaban quejarnos y nos golpeaban con machetes, las armas y grandes palos de madera. Al amanecer, nos empujaban entre los arbustos [y] nos hacían sentarnos rodeándonos. A veces soportábamos la lluvia mientras ellos mismos hacían fuego lejos de nosotros”.

Los secuestradores exigían 150 millones de nairas (unos 190 mil dólares) cuando llamaron al monasterio pocas horas después del secuestro. Esa cantidad, precisó Olarewaju, era demasiado alta para la capacidad económica del monasterio.

Cada vez que las negociaciones de rescate iban mal, los secuestradores recurrían a los tres monjes con sus armas para desahogarse.

“Se turnaban para golpearnos. No hay lugar en nuestros cuerpos donde no nos hayan golpeado. Hicimos todo lo posible para cubrir nuestros ojos durante las palizas. Lloramos hasta que nuestra voz se puso ronca”, prosiguió Olarewaju. “Me faltan palabras para describir a esos hombres. Creo que han perdido todo sentido de humanidad. Algo más vive en ellos”.

A veces, los hombres robaban alimentos de las granjas. A los monjes los forzaban a transportar pesadas cargas de ñame y no les daban de comer.

Una noche, los obligaron a acostarse bajo un gran árbol mientras llovía. “Sin que lo supiéramos, nos obligaron a estar en un hormiguero”, relató Olarewaju. “Nos picaron y como teníamos el cuerpo entumecido, sólo notamos la hinchazón por la mañana”.

A las 5 de la tarde del martes, los tres estaban desmayados por el hambre y no había paliza capaz de moverlos.

“Creo que nuestros secuestradores pensaron que íbamos a morir antes de que pudieran cobrar el rescate. Uno de ellos sacó seis trozos de galletas y desató a Godwin para alimentarnos”, precisó el monje.

En el camino, los hombres fumaban todo tipo de sustancias, continuó Olarewaju. “Recogían algunas hojas, las trituraban y las juntaban en grandes rollos, que seguían fumando. En ningún momento sus labios estuvieron libres del humo”.

El peor día de su vida

Eze fue asesinado el 18 de octubre por la noche. Como se hizo usual, caminaba en la oscuridad delante de Olarewaju y Anthony Eze.

“Escuché a Godwin gritar muy fuerte. Uno de los hombres encendió una antorcha y pude ver a mi hermano de pie sobre un charco de sangre. Un gran trozo de madera le había atravesado el tobillo, dejando al descubierto su carne. Mientras luchaba por quitárselo de la pierna con las manos atadas a la espalda, tropezó y cayó en un gran pozo”, indicó Olarewaju.

Gravemente herido, Eze ya no pudo volver a caminar. Esto agravó el enojo de los secuestradores, dado que sus negociaciones para obtener el rescate no estaban saliendo como querían.

“Esa noche la paliza fue peor que las anteriores. Los hombres nos habían seguido amenazando con matarnos. Esa noche supimos que iban a cumplir sus amenazas”, relató Olarewaju. “Escuché a uno de los hombres rastrillar su arma. Dije una oración: ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’ y oí un tiro. Fue a Godwin a quien dispararon”.

“Anthony y yo estábamos muy enojados. Les gritamos a los hombres, rogándoles que nos mataran también. Ya no podíamos soportar una tortura más”, compartió.

Eze fue asesinado en la orilla de un río con una fuerte corriente, y sus dos compañeros fueron obligados a arrojar el cuerpo al río.

“Hicimos todo lo posible para negarnos en medio de la paliza que nos dieron”, recordó Olarewaju. “Después de un rato, nos hicimos señales, sujetamos el cuerpo de nuestro hermano Godwin por el brazo y la pierna e intentamos saltar al río con él. Anthony saltó primero pero lo sacaron rápido. Tras eso, recibió una dura paliza”.

“No pude dormir el día que mataron a mi hermano Godwin. Los hombres prometieron matarme el jueves y hacer lo mismo con Anthony el viernes, a menos que recibieran dinero de nuestras familias, a quienes habían involucrado en sus nefastas negociaciones”, dijo Olarewaju, y agregó que los hombres tenían docenas de teléfonos móviles y un panel solar que mantenía fluida su comunicación con el monasterio.

Al ser preguntado sobre los que los animaba a seguir adelante, Olarewaju respondió: “Nos mantuvimos firmes en nuestras oraciones. De hecho, fue idea del hermano Godwin que sigamos con nuestras oraciones mentales. Nos hacíamos señales para orar en silencio ya que los hombres no querían escucharnos mencionar el nombre 'Jesús'”.

El monasterio benedictino está situado en el estado de Kwara, que limita con los estados de Kogi y Níger. El 21 de octubre, Olarewaju y Anthony Eze habían caminado hasta la frontera Kogi, a kilómetros de su comunidad.

Cuando se acercaron a Kogi, las negociaciones entre los secuestradores y su monasterio avanzaron y fueron liberados.

“Estábamos en muy malas condiciones”, dijo Olarewaju. “Pude mirar a mi hermano Anthony y ver que estaba al borde de la muerte”.

“Recuerdo haberme sentado en el asiento trasero del bus porque olía muy mal. Ya tenía cinco días sin cepillarme los dientes. No me había bañado y definitivamente, no me había cambiado de ropa”, contó.

Preparado para morir como mártir

“Me uní al monasterio con la esperanza de llegar al Cielo”, afirmó. “Después del secuestro y los horrores que viví, tengo claro que quiero algo más. Estoy dispuesto a morir mártir en este país peligroso. Estoy listo para morir en cualquier momento por Jesús. Lo siento muy fuerte”.

El monje resaltó que tiene buenos recuerdos de Eze, una persona tranquila y devota.

“El hermano Godwin era mayor que yo en el monasterio. Él me guió muchas veces”, recordó Olarewaju.

“A veces me sentaba a su lado en el oratorio y él me ayudaba a abrir el libro de oraciones. Algunos días, mientras jugueteaba con el libro de oraciones, él sentía mis luchas y me daba su libro ya abierto. Luego tomaba el mío, abría rápidamente la página y se unía al resto de nosotros para rezar o cantar. Era así de cariñoso y atento. No tengo ninguna duda de que el hermano Godwin está en el Cielo”.

Traducido y adaptado por ACI Prensa. Publicado originalmente enACI África

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