El retiro espiritual para los participantes del Sínodo —celebrado del 1 al 4 de octubre— comenzó con una meditación del P. Timothy Radcliffe, quien reflexionó: “En el transcurso de nuestro viaje sinodal quizá nos preguntemos si estamos concluyendo algo. Los medios de comunicación probablemente decidirán que ha sido una pérdida de tiempo, sólo palabras. Mirarán a ver si se toman decisiones audaces sobre cuatro o cinco temas candentes”.
Estos temores se hicieron eco de los que prevalecieron durante y después del Concilio Vaticano II. Benedicto XVI, conversando con obispos suizos el 9 de noviembre de 2007, recordó: “Cuando visité Alemania en los años 1980 y 1990, me pidieron entrevistas y, como era de esperar, las preguntas eran sobre la ordenación de las mujeres, la anticoncepción, el aborto y otros temas recurrentes”.
El difunto Pontífice añadió: “Participar en estas discusiones retrata a la Iglesia como una mera entidad moralista con convicciones anticuadas, que oscurece la verdadera magnificencia de la fe”.
Los organizadores del Sínodo de hoy luchan por lograr el equilibrio entre las diversas agendas que se cruzan en la reunión. El Cardenal Hollerich, visualizando el futuro, señala una “hoja de ruta” para el próximo año, delineando áreas de consenso y aquellas que requieren una reflexión más profunda, para responder al llamado del Espíritu Santo. Sin embargo, la hoja de ruta también reconoce la necesidad de una mayor contemplación a lo largo de este viaje reflexivo.