Tras la ceremonia de bienvenida a Ankara, capital de Turquía desde 1923 en la que aterrizó este jueves, el Papa León XIV se reunió en el Palacio Presidencial con las autoridades, sociedad civil y cuerpo diplomático, a quienes dirigió el primer discurso de su viaje apostólico.
Después de escuchar en directo algunas canciones típicas de la cultura turca, el presidente de la República, Recep Tayyip Erdoğan —en el poder desde 2014 y reelegido en mayo de 2023 por cinco años—, dirigió pasadas las 15.30 (hora local) un largo discurso de bienvenida, en el que abogó por la unidad para hacer frente a los desafíos y conflictos actuales.
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Tras las palabras del presidente Erdogan, el Pontífice expresó su alegría por encontrarse en esta tierra que está “indisolublemente ligada a los orígenes del cristianismo”’.
En línea con el discurso del mandatario, el Santo Padre lamentó que “nuestro mundo tiene a sus espaldas siglos de conflictos y a nuestro alrededor sigue desestabilizado por ambiciones y decisiones que pisotean la justicia y la paz”. Sin embargo, expresó con esperanza que, “ante los retos que se nos plantean”, Turquía, un pueblo con un gran pasado, representa también “un don y una responsabilidad”.
El Papa León XIV ensalzó el relevante papel que juega Turquía en el Mediterráneo y remarcó que “una sociedad está viva si es plural: son los puentes entre sus diferentes almas los que la convierten en una sociedad civil”.
Más tarde, lamentó que “las comunidades humanas están cada vez más polarizadas y desgarradas por posiciones extremas que las fragmentan” y por ello dirigió su mirada a los cristianos de la nación, quienes desean “contribuir positivamente a la unidad de su país”.
Al recordar la “cultura del encuentro” inspirada por el Papa Francisco, el Santo Padre invitó a las autoridades a “sentir el dolor ajeno, a escuchar el grito de los pobres y de la tierra, inspirando así una acción compasiva, reflejo del único Dios, que es clemente y misericordioso”.
“La justicia y la misericordia desafían la ley de la fuerza y se atreven a pedir que la compasión y la solidaridad sean consideradas criterios de desarrollo”, señaló.
En este sentido, subrayó que “todos somos hijos de Dios” y que quien tiene “un corazón dócil a la voluntad de Dios siempre promoverá el bien común y el respeto por todos”. Para el Pontífice esto supone un gran desafío “que debe remodelar las políticas locales y las relaciones internacionales, especialmente ante una evolución tecnológica que, de otro modo, podría acentuar las injusticias, en lugar de contribuir a disiparlas”.
El Papa León XIV también citó la inteligencia artificial, exhortando a “modificar la trayectoria del desarrollo” y reparar “los daños ya infligidos a la unidad de la familia humana”.
El “engaño consumista” donde la soledad se convierte en negocio
En este contexto, el Papa señaló que la familia es “el primer núcleo de la vida social, en el que hacemos experiencia de que sin el otro no hay ‘yo’”. Recordó además que en Turquía la familia conserva un lugar central en la cultura y que existen diversas iniciativas para sostenerla.
Ante el riesgo de que las familias cultiven enemistades, el Pontífice advirtió que “no es desde una cultura individualista, ni desde el desprecio del matrimonio y la fecundidad, desde donde las personas pueden obtener mayores oportunidades de vida y felicidad”.
Frente al “engaño de las economías consumistas, en las que la soledad se convierte en negocio”, el Pontífice propuso una cultura que valore los afectos y los vínculos: “Sólo juntos nos convertimos auténticamente en nosotros mismos. Sólo en el amor se profundiza nuestra interioridad y se fortalece nuestra identidad”, defendió.
El Santo Padre advirtió que quien desprecia “los vínculos fundamentales y no aprende a soportar incluso sus límites y fragilidades”, se vuelve más propenso a la intolerancia y menos capaz de afrontar un mundo complejo.
Subrayó también que la vida familiar hace emerger de modo particular el valor del amor conyugal y la aportación femenina: “Las mujeres en particular, también a través del estudio y la participación activa en la vida profesional, cultural y política, se ponen cada vez más al servicio del país y de la influencia positiva del mismo en el panorama internacional”.
Por ello, exhortó a valorar y a apoyar todas las iniciativas que promueven la familia y reconocen la contribución de la mujer al pleno desarrollo de la vida social.
Después de recordar las buenas relaciones de la Santa Sede con la República de Turquía, abogó de nuevo por el diálogo e invitó a las autoridades a aplicarlo “con firme voluntad y paciente tenacidad”.
Al término de su discurso, hizo alusión a los conflictos actuales: “¡No hay que ceder en modo alguno a esta deriva! Está en juego el futuro de la humanidad”, aseveró.
Lamentó también las energías y los recursos “absorbidos por esta dinámica destructiva”, que se sustraen “a los verdaderos retos que la familia humana debería afrontar unida, es decir, la paz, la lucha contra el hambre y la miseria, la salud, la educación y la salvaguarda de la creación”.
Un viaje histórico
Cabe destacar que este viaje fue deseado por el Papa Francisco, quien quiso viajar a Turquía para conmemorar los 1700 años del Concilio de Nicea y encontrarse con los patriarcas de las diferentes Iglesias. León XIV, tras ser elegido Papa, decidió entonces mantener el viaje.
En Turquía, los cristianos representan aproximadamente el 0,2 % de la población. Actualmente, el país cuenta con unos 100.000 cristianos entre 84 millones de habitantes. El resto de la población es en gran mayoría musulmana suní.
Sin embargo, este país ha sido particularmente importante en la historia de la fe cristiana, especialmente porque aquí tuvieron lugar dos concilios mayores: el de Nicea y el de Calcedonia. Con la visita del Santo Padre, los cristianos esperan sentirse reconocidos y alentados con su presencia en el país.




