El Papa León XIV ensalzó la obra misionera de la Iglesia en México a lo largo de la historia, impulsado por el mensaje de la Virgen de Guadalupe y el ejemplo del Beato Juan de Palafox y Mendoza.
En un emotivo mensaje dirigido a los participantes del XVII Congreso Nacional Misionero de México, celebrado en Puebla del 7 al 9 de noviembre, el Santo Padre recordó que el mayor privilegio y deber de los misioneros es “llevar a Cristo al corazón de cada persona”.
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Para profundizar en la obra misionera, el Papa propuso la parábola sobre la levadura del Evangelio de San Mateo: “El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa” (Mt 13,33).
A la luz de este versículo, el Pontífice precisó que la “levadura del Evangelio” llegó a México en manos de pocos misioneros: “Eran las manos de la Iglesia, que comenzarían a amasar la levadura que portaban consigo —el depósito de la fe— con la harina nueva de un continente que aún no conocía el nombre de Cristo”.
Afirmó que el Evangelio “no borró lo que encontró, sino que lo transformó”, hasta que “echó raíces en sus corazones y floreció en obras de santidad y belleza únicas”.
Las huellas de la Virgen de Guadalupe y el Beato Juan de Palafox y Mendoza
El Papa se refirió al mensaje de la Virgen María en el cerro del Tepeyac como “un signo de perfecta inculturación” que Dios hizo a la Iglesia, y precisó que el mensaje de Guadalupe “se convirtió en impulso misionero” para los primeros evangelizadores, quienes “asumieron con fidelidad la tarea de hacer lo que Cristo mandaba”.
También destacó la figura del Beato Juan de Palafox y Mendoza, a quien se refirió como un “pastor y misionero que entendió su ministerio como servicio y fermento”.
El Santo Padre recordó su visita a Puebla como prior general de la Orden de San Agustín, donde —afirmó—, la figura del beato “seguía viva en la memoria poblana; su paternidad había dejado una huella tan profunda que todavía hoy se percibe en la fe sencilla de los fieles”.
Para el Pontífice, el ejemplo de este obispo interpela a los pastores de hoy, “pues enseña que gobernar es servir, que formar con seriedad es evangelizar y que toda autoridad, cuando se ejerce según el criterio de Cristo, se convierte en fuente de comunión y de esperanza”.
Además, según señaló el Papa, en su vida y escritos Palafox “muestra que el verdadero misionero no domina, sino que ama; no impone, sino que sirve; y no instrumentaliza la fe para obtener ventajas personales”.
“¡Hay que estar dispuestos a poner las manos en la masa del mundo!”
Al posar su mirada en el presente, lamentó que “las divisiones sociales, los desafíos de las nuevas tecnologías y los deseos sinceros de paz se siguen triturando como nuevas harinas que corren el riesgo de verse fermentadas con la mala levadura”.
Por ello, subrayó que los misioneros de hoy están llamados a ser “las manos de la Iglesia que coloquen la levadura del Resucitado en la masa de la historia, para que vuelva a fermentar la esperanza”.
“¡Hay que estar dispuestos a poner las manos en la masa del mundo! No es suficiente hablar de la harina sin ensuciarnos las manos; hay que tocarla”, remarcó. Y agregó: “Así crecerá el Reino, no por fuerza ni por número, sino por la paciencia de quienes, con fe y amor, siguen amasando junto a Dios”.
Al finalizar su mensaje, el Papa recordó que la Iglesia Católica en México “se esfuerza por vivir plenamente este llamado de Cristo” y por ello agradeció la dedicación de los misioneros.
“Que el Señor Jesús haga fecundas todas sus iniciativas y que Santa María de Guadalupe, Estrella de la evangelización, los acompañe siempre con su ternura de Madre, indicándoles el camino que lleva a Dios”, concluyó.




