El Papa León XIV recibió este lunes a los participantes del Capítulo General de la Orden de San Agustín, con quienes afirmó sentirse “en casa”. En su cercano y esperanzador discurso reflexionó en particular sobre el tema del amor, al que su fundador San Agustín “colocó en el centro de su búsqueda espiritual”.
Al inicio de su discurso, el Santo Padre expresó su gratitud al P. Alejandro Moral por los años de servicio y dio una cálida bienvenida al nuevo prior general, el P. Joseph Farrell, recientemente elegido.
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Al referirse al Capítulo General como una ocasión para reflexionar sobre el don recibido, los desafíos y la actualidad de la orden, recordó a los agustinos la importancia de “la interioridad en el camino de la fe”.
Remarcó que esta interioridad no “es una huida de nuestras responsabilidades”, sino que “se vuelve a entrar en uno mismo para después salir con mayor motivación y entusiasmo hacia la misión”.
“Volver a nosotros mismos —añadió— renueva el impulso espiritual y pastoral: se retorna a la fuente de la vida religiosa y de la consagración, para poder ofrecer luz a quienes el Señor pone en nuestro camino”.
Las vocaciones y la formación de los jóvenes
A continuación, reflexionó sobre lo que él considera “un tema fundamental”: las vocaciones y la formación inicial. El Papa León XIV aconsejó “no caer en el error de imaginar la formación religiosa como un conjunto de reglas que observar, de cosas que hacer o, incluso, como un hábito ya confeccionado que se debe llevar pasivamente”.
Por el contrario, aclaró que, en el centro de todo está el amor, y que “la vocación cristiana, y en particular la vocación religiosa, nace sólo cuando se percibe la atracción de algo grande, de un amor que pueda alimentar y saciar el corazón”.
Por ello, reiteró que es indispensable ayudar, especialmente a los jóvenes, “a entrever la belleza de la llamada y a amar lo que, abrazando la vocación, podrán llegar a ser”. Y agregó: “La vocación y la formación no son realidades predeterminadas: son una aventura espiritual que involucra toda la historia de una persona, y se trata ante todo de una aventura de amor con Dios”.
Así, subrayó que el amor, el cual San Agustín “colocó en el centro de su búsqueda espiritual”, es también un criterio fundamental para la dimensión del estudio teológico y de la formación intelectual.
“En el conocimiento de Dios nunca es posible llegar a Él solo con nuestra razón ni con un conjunto de informaciones teóricas; se trata, ante todo, de dejarse sorprender por su grandeza, de interrogarse a uno mismo y sobre el sentido de los acontecimientos para descubrir en ellos las huellas del Creador, y sobre todo, de amarlo y de hacerlo amar”, señaló
También exhortó a sus hermanos agustinos a ser generosos y humildes, dos cualidades que nacen precisamente del amor, a tener como referencia el “don inefable de la caridad divina” y a ser “fieles a la pobreza evangélica”.
Por último, les pidió no olvidar “nuestra vocación misionera”, recordando que desde el año 1.533 los agustinos han anunciado el Evangelio por el mundo.
“Este espíritu misionero no debe apagarse, porque también hoy se necesita mucho. Os exhorto a avivarlo, recordando que la misión evangelizadora exige el testimonio de una alegría humilde y sencilla, la disponibilidad al servicio, la participación en la vida del pueblo al que somos enviados”, subrayó.




