El Arzobispo de Santiago y primado de Chile, Cardenal Fernando Chomali, relató tres historias que reflejan la cultura de la cancelación, y destacó la necesidad de cultivar la humildad y la autocrítica en tiempos en que prevalece la desconfianza y la agresividad.

Lo hizo al participar de un encuentro abierto con estudiantes de la Universidad Católica de Chile (UC), que se llevó a cabo en el Campus San Joaquín y contó también con voces de profesionales y académicos.

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La actividad tuvo como propósito buscar espacios de encuentro, con el diálogo como herramienta transformadora, en medio de una sociedad que constantemente evita la confrontación de ideas.

A su turno, el Cardenal Fernando Chomali se centró en el diálogo, explicando que no implica renunciar a las convicciones, sino estar dispuestos a comprender al otro desde su propia historia y contexto: “Cuando dejamos de escuchar, dejamos también de aprender. El diálogo comienza cuando reconocemos que el otro tiene algo que decirnos y que puede enriquecer nuestra vida”.

“Hoy pareciera que no hay espacio para equivocarse ni para el perdón. Eso es una forma de invisibilizar al otro. El desafío es salir de nosotros mismos, reconocer siempre la dignidad de la persona y apostar por la humildad como camino para resolver conflictos”, exhortó.

La experiencia personal de la cancelación: tres historias

En ese contexto, el purpurado relató tres historias que le sucedieron en su paso por la Arquidiócesis de Concepción, en las que vivió la “experiencia personal de la cancelación” y que lo ayudaron a reflexionar.

“Yo llegué a Concepción como Arzobispo en el año 2011 y me encontré con el siguiente panorama: los templos estaban todos en el suelo. Recién había acontecido el terremoto que en esa zona fue terrible”, relató.

Con el tiempo, descubrió que reconstruir edificios podía ser más sencillo que recomponer vínculos sociales: “Cuando se trata de gestionar materiales, se consiguen los dineros. Pero cuando se trata de ponerse de acuerdo, de conversar, de reconocer al otro en su dignidad, de pedir perdón y perdonar, las cosas se complican mucho más”, reconoció. En ese contexto, enumeró tres historias:

La primera estuvo vinculada a un proyecto social: “En Concepción hicimos un proyecto muy hermoso, una lavandería para que trabajen jóvenes con síndrome de Down. Era el único proyecto de América Latina y tuvo mucho impacto mediático. No hicimos publicidad, pero era tan maravilloso que generó interés en los medios”, recordó.

Pero no todos lo recibieron bien: “Una persona en Facebook empezó a insultarme duramente. (…) Resultó que esa señora tenía una lavandería a pocas cuadras y se sentía amenazada. Le expliqué que nuestro proyecto era sin fines de lucro, financiado con benefactores, y que en Concepción había 700 mil personas, 10 hospitales, 8 mil camas, millones de sábanas y frazadas”, es decir, había trabajo para todos.

La propuesta del Arzobispo fue que la señora empleara a una persona con síndrome de Down y que su lavandería fuera una segunda sucursal del proyecto benéfico. “Pero se fue triste, porque no tenía la disposición de hacerlo. Así entendí que los conflictos son muchas veces diálogos no habidos o mal habidos”, observó.

La segunda es una historia “más delicada”, admitió el cardenal: “Los comuneros mapuches en huelga de hambre estaban presos cumpliendo su condena. Uno de ellos, después de un tiempo, obtuvo permisos para salir los domingos y trabajar. Sin embargo, nadie le quería dar empleo. Su esposa me llamó diciendo: ‘Mi marido busca trabajo y nadie lo contrata’. Es decir, lo estaban cancelando, negándole un derecho básico: trabajar, alimentar a su familia y reivindicarse”, explicó.

El arzobispo decidió ayudarlo, aunque eso le costó caro: “Yo lo recibí y le di empleo en un hogar de la Iglesia para jóvenes en situación de calle. Pero fui objeto de la peor cancelación: primeras planas en Concepción por haberle dado trabajo a una persona que estuvo presa. Lo encontré grave, porque significa que hemos perdido la confianza en el estado de derecho y, aún más grave, hemos dejado de creer que las personas puedan cambiar, pedir perdón o perdonarse”, reflexionó.

Como tercera historia, el Cardenal Chomali expuso un consejo: “Siempre les digo a los jóvenes: estudien, estudien y estudien. Porque la ignorancia es fuente de fanatismos. Las personas más leídas son capaces de matizar, de dialogar. Las menos leídas se encierran en sus estructuras y se imponen con violencia. Y la violencia hoy se manifiesta de mil formas: en redes, en lo físico, en lo simbólico”.

Por eso, insistió en la importancia de la humildad. “A mayor conocimiento, mayor humildad; a menor conocimiento, menor humildad. Nos atrincheramos por miedo a que el otro nos saque de nuestras estructuras”, advirtió.

Finalmente, se centró en la fuerza que tiene el fenómeno de la cancelación: “El juicio hoy ya no es en tribunales: es mediático. Y ese juicio suspende el pensamiento propio, porque seguimos lo que dicen las redes o los medios”.

“Hemos visto artistas cancelados sin pruebas, solo por rumores. Esa lógica de destrucción nos ha hecho mucho mal. Creo que deberíamos empezar por mirarnos a nosotros mismos: ¿De qué manera nos cancelamos mutuamente en lo cotidiano?”, llamó a pensar. “Si empezamos por ahí, quizá podamos cambiar la forma en que nos vinculamos. De lo contrario, mañana será demasiado tarde”, concluyó.

Finalizado el intercambio, se abrió una ronda de preguntas que apuntaron a la reflexión y la charla entre los asistentes. Los organizadores del encuentro encabezaron luego el taller “Fortaleciendo el diálogo”, que ofreció a los jóvenes “herramientas concretas para fomentar la comunicación y la cohesión en la comunidad universitaria”.