El Cardenal Fernando Chomali, Arzobispo de Santiago de Chile, reflexionó a raíz del escenario actual en el país, ante situaciones públicas de corrupción y a pocos meses de las elecciones presidenciales.
En las últimas semanas, dos casos que evidencian corrupción en las Fuerzas de Seguridad y en las esferas de Gobierno en Chile han sacudido a la sociedad, que en pocos meses acudirá a las urnas para participar de las elecciones presidenciales.
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Por un lado, la preocupación pasa por la infiltración del crimen organizado en las Fuerzas de Seguridad de Chile, en particular sus vinculaciones con el narcotráfico, al conocerse el hallazgo de drogas en un avión de la Fuerza Aérea y en un vehículo del Ejército. El presidente de la Nación, Gabriel Boric, llamó a combatir el crimen organizado que intenta “permear nuestras instituciones”.
Por otra parte, la Contraloría de Chile dejó al descubierto un fraude masivo con licencias médicas estatales. La investigación reflejó que más de 25.000 empleados estatales viajaron a otros países en los últimos dos años, habiendo pedido licencias por enfermedad.
El juicio comenzó el martes pasado y son 18 los médicos acusados de haber emitido 71.000 licencias médicas falsas.
Ante este escenario, el Arzobispo de Santiago y Primado de Chile, Cardenal Fernando Chomali, aseguró que “enfrentar la corrupción en Chile es una de las grandes prioridades que debe asumir nuestra sociedad”, ya que entra “de manera transversal” en las instituciones hasta volverse parte del tejido social.
El Cardenal alertó sobre “el uso y el abuso de la violencia por parte de quienes buscan defender a toda costa la autocracia que están construyendo” y sobre la construcción de “verdaderos estados paralelos dentro del Estado”.
Asimismo, advirtió sobre el vínculo “absoluto” entre crimen organizado, narcotráfico y tenencia de armas, y consideró que “a la hora de deshacerse de quienes consideran sus enemigos, operan bajo la lógica de que la vida humana no tiene valor y que todo método para ‘mantener el negocio’ es válido”.
Asociado a estos dramas en la sociedad chilena, el purpurado mencionó la deserción escolar y el alto porcentaje de jóvenes que no estudian ni trabajan. En estas condiciones, evaluó, “muchos de ellos podrían ver en el tráfico de drogas una manera fácil de hacer dinero”, o podrían convertirse “en presa de quienes buscan corromperlos”.
Ante este panorama social “muy complejo”, el arzobispo cree necesario un análisis multidimensional de corto, mediano y largo plazo, “donde todas las instituciones se involucren y adopten medidas rápidas y eficientes para desarticularlo”.
El drama de la corrupción, el narcotráfico y el crimen organizado, señaló, “se da en un contexto de negación o invisibilización de la dignidad humana en aras de una concepción materialista de la existencia”.
En ese sentido, recordó la enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia: “El mayor riesgo para las democracias actuales es el relativismo ético que induce a considerar inexistente un criterio objetivo y universal para establecer el fundamento y la correcta jerarquía de valores”.
“Estamos a tiempo” de detener este flagelo
En una mirada esperanzadora, el cardenal consideró que “estamos a tiempo” de detener este flagelo en Chile, donde se vislumbra “una alta capacidad para enfrentar la corrupción de manera eficaz, gracias a que aún cuenta con leyes adecuadas, goza de una democracia sana e instituciones públicas robustas, junto con una sociedad civil y medios de comunicación que se interesan por el tema y se preocupan de informar cuando hay algo que lo amerita”.
“El panorama se está poniendo más sórdido, pero lo que más duele es que muchas de esas prácticas se deben a personas en distintas instituciones públicas que deberían estar al servicio del país, no sirviéndose de él”, lamentó, considerando “alarmante” la cantidad de casos de corrupción que han provenido del seno del poder.
“Mientras más sólida es la democracia de un país y se rige por el Estado de derecho, menores son los índices de corrupción”, afirmó, y “mientras mejores niveles de educación tenga un país, menor será la corrupción”, aseguró.
No normalizar los pequeños signos de corrupción
El cardenal llamó a no normalizar los “pequeños” signos de corrupción en el día a día, como el uso de influencias para conseguir trabajo, el uso indebido de licencias médicas, la evasión de impuestos, entre otros; que siguen vigentes bajo la lógica de que “todos lo hacen”.
También convocó a reflexionar sobre los valores que se están inculcando a las futuras generaciones, e insistió en que “la corrupción deteriora la confianza en las instituciones, debilita la democracia y al Estado dejándolo sin condiciones para responder a las necesidades en ámbitos esenciales” como la ayuda a los más pobres.
El Cardenal propuso una reflexión integral respecto del poder y del valor de una sociedad libre de corrupción, y llamó a revisar los planes de formación de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, el Poder Judicial, el servicio público, el mundo privado, con un control más exhaustivo en el ingreso de los miembros.
“El tiempo es ahora. La responsabilidad es nuestra. La Iglesia católica en su labor pastoral, educativa y social espera ser una contribución aportando en su quehacer una mirada teológica de la situación que vive el país y generando en todos sus espacios, junto a la formación técnica, una sólida formación ética fundada en la antropología de la fraternidad y del servicio a la comunidad”, propuso.




