El decano del Colegio Cardenalicio, el Cardenal Giovanni Battista Re, destacó que el hilo conductor que marcó los 12 años del pontificado del Papa Francisco fue la “convicción de que la Iglesia es una casa para todos” con las “puertas siempre abiertas”. 

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“Recurrió varias veces a la imagen de la Iglesia como “hospital de campaña” después de una batalla con muchos heridos; una Iglesia determinada y deseosa de hacerse cargo de los problemas de las personas y los grandes males que desgarran el mundo contemporáneo; una Iglesia capaz de inclinarse ante cada persona, más allá de todo credo o condición, sanando sus heridas”, aseguró en la homilía que pronunció en la multitudinaria Misa de exequias.

Cientos de miles de peregrinos, miles de obispos y sacerdotes, se han reunido en la Plaza de San Pedro para dar el último adiós al Papa Francisco. Muchos llegaron antes de las 5:30 (hora local), cuando comenzaron a abrir las vallas de acceso y los controles, luego de varias horas de espera para poder ubicarse en las primeras filas.

Un pequeño grupo de familiares del Papa Francisco, venidos de Argentina, se sentaron cerca del altar. Además, más de 130 delegaciones internacionales estuvieron presentes en la ceremonia solemne. Entre los asistentes, estaban, por ejemplo, el presidente estadounidense Donald Trump, el francés Emmanuel Macron, el líder laborista británico Keir Starmer, el presidente argentino Javier Milei y el mandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.

Todos quisieron hacer un paréntesis en sus agendas para asistir a la despedida, en un acontecimiento insólito que se asimila a una especie de cumbre geopolítica. 

Pero no solo los potentes de la Tierra estuvieron en la ceremonia. En las primeras filas también tomaron asiento un grupo de sintecho, familias de inmigrantes  y seis presos de la cárcel romana de Rebibbia, que pudieron participar con un permiso especial. Cuarenta personas que, durante estos 12 años de pontificado, han sido tocadas de alguna manera por la ternura del Pontífice. 

Según datos de la Prefectura de Roma, cerca de 200.000 personas siguieron la Misa de exequias. Solo 140.000, lo pudieron hacer dentro de la plaza de San Pedro; el resto se agolpó en las calles aledañas para seguirlo a través de las grandes pantallas que fueron instaladas. La ciudad de Roma se convirtió en un auténtico templo al aire libre. Nadie rompió el silencio litúrgico con el que también se siguió el funeral desde la plaza.

Entrega “sin medida” a los últimos de la Tierra

El Cardenal Re, de 81 años, recordó que cuando el Cardenal Jorge Mario Bergoglio eligió el nombre Francisco en marzo del 2013, anticipó su “elección programática y de estilo con la que quiso proyectar su Pontificado, buscando inspirarse en el espíritu de san Francisco de Asís”.

De este santo italiano conservó “su temperamento y su forma de guía pastoral”, estableciendo un “contacto directo con las personas y con los pueblos, deseoso de estar cerca de todos, con especial atención hacia las personas en dificultad, entregándose sin medida, en particular por los últimos de la tierra, los marginados”. 

“Fue un Papa en medio de la gente con el corazón abierto hacia todos. Además, fue un Papa atento a lo nuevo que surgía en la sociedad y a lo que el Espíritu Santo suscitaba en la Iglesia”, señaló el purpurado.

Remarcó que “siempre buscó iluminar con la sabiduría del Evangelio los problemas de nuestro tiempo”, ofreciendo una respuesta “a la luz de la fe” y animando a vivir como cristianos “los desafíos y contradicciones de estos años de cambio, que él solía calificar como “cambio de época””.

“Tenía gran espontaneidad y una manera informal de dirigirse a todos, incluso a las personas alejadas de la Iglesia”, subrayó.

Por otro lado, el Cardenal Re puso el foco en la calidez humana del fallecido Pontífice, “profundamente sensible a los dramas actuales”, con la que “realmente compartió las preocupaciones, los sufrimientos y las esperanzas de nuestro tiempo de globalización”.

Para el decano del Colegio de Cardenales, el “primado de la evangelización” fue la guía de su pontificado, “difundiendo con una clara impronta misionera la alegría del Evangelio, que fue el título de su primera exhortación apostólica Evangelii gaudium”.

En la homilía puso en valor también los “innumerables gestos y exhortaciones a favor de los refugiados y desplazados” que elevó Francisco, y “su insistencia en actuar a favor de los pobres”.

A continuación, el Cardenal Re hizo un repaso de sus 47 viajes apostólicos que comenzaron en Lampedusa, isla símbolo del drama de la emigración con miles de personas ahogadas en el mar. 

Destacó en especial la visita a Irak en 2021, que fue “un bálsamo sobre las heridas abiertas de la población iraquí, que tanto había sufrido por la obra inhumana del ISIS”, además de un impulso para “el diálogo interreligioso”.

Misericordia, en el centro del Evangelio 

“El Papa Francisco siempre puso en el centro el Evangelio de la misericordia, resaltando constantemente que Dios no se cansa de perdonarnos: Él perdona siempre, cualquiera sea la situación de quien pide perdón y vuelve al buen camino”, señaló el Cardenal Re.

Así, constató que “misericordia y alegría” son dos conceptos clave del Papa Francisco frente a la “cultura del descarte” ante la que propuso siempre la “cultura del encuentro y de la solidaridad”. 

Asimismo, recordó que el tema de la fraternidad atravesó todo su Pontificado tal y como demuestra la carta encíclica Fratelli tutti, con la que “quiso hacer renacer una aspiración mundial a la fraternidad, porque todos somos hijos del mismo Padre que está en los cielos”.

Como documentos magisteriales, el Cardenal Re también citó la encíclica Laudato si’, con la que el Papa Francisco “llamó la atención sobre los deberes y la corresponsabilidad respecto a la casa común”, y el documento sobre la “Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común”, firmado en 2019, durante su viaje a los Emiratos Árabes Unidos.

También destacó que, frente al estallido de tantas guerras, el Papa Francisco “elevó incesantemente su voz implorando la paz e invitando a la sensatez, a la negociación honesta para encontrar soluciones posibles, porque la guerra —decía— no es más que muerte de personas, destrucción de casas, hospitales y escuelas”.

El Cardenal Re recordó las últimas imágenes del Papa Francisco durante el domingo de Pascua, cuando impartió la bendición Urbi et Orbi desde el balcón de la Basílica de San Pedro y luego bajó a la Plaza de San Pedro para saludar desde el papamóvil descubierto a toda la gran multitud reunida.

“A pesar de su fragilidad y sufrimiento final, el Papa Francisco eligió recorrer este camino de entrega hasta el último día de su vida terrenal”, dijo el purpurado.

“Querido Papa Francisco, ahora te pedimos a ti que reces por nosotros y que desde el cielo bendigas a la Iglesia, bendigas a Roma, bendigas al mundo entero, como hiciste el pasado domingo desde el balcón de esta Basílica en un último abrazo con todo el Pueblo de Dios, pero idealmente también con la humanidad que busca la verdad con corazón sincero y mantiene en alto la antorcha de la esperanza”, expresó finalmente.

La Misa concluyó con una triple oración que es rezada sólo en los funerales de los Papas. Después de la bendición final llevó a cabo el rito de último elogio y la despedida, llamado ultima commendatio et valedictio.

Primero la pronunció el vicario del Papa para la Diócesis de Roma, el Cardenal Baldassare Reina, de parte de la ciudad de la que Francisco fue obispo; después la recitó un patriarca oriental en nombre de las Iglesias orientales; y concluyó el Cardenal Giovanni Battista Re con una oración en nombre de toda la Iglesia.

A continuación, los doce sediarios, un grupo de laicos que en el pasado se encargaban de llevar las sillas gestatorias de los pontífices, alzaron en hombros el ataúd del Papa y lo ingresaron nuevamente al interior de la Basílica de San Pedro, para desde ahí iniciar el cortejo hacia la Basílica Santa María la Mayor, donde será sepultado. 

Miles de personas acompañarán el cortejo por las calles de Roma hasta llegar a esta basílica en la que está el antiguo icono de la Salus populi romani, “Salvación del pueblo de Roma”, la imagen ante la que el Papa Francisco rezaba para encomendar a la Virgen sus viajes apostólicos.