En Asís, “me impresionó San Francisco pero Santa Clara me conmovió hasta las lágrimas. Me arrodillé ante su tumba y le pedí ayuda. La sentí presente y sentí que me decía que iba a tomar todo mi dolor y ansiedad para dárselos a Dios”, narró a ACI Prensa.
Tras esa experiencia y al volver a casa “me di cuenta que ya no quería esa vida. Odié mi trabajo. Me sentí desagradable y culpable por el trabajo que hice durante una década. No podía dejar de pensar en todas las cosas que había hecho y en todas las vidas que había afectado negativamente con la pornografía y con la vida lasciva que había estado viviendo”.
Al poco tiempo buscó a un sacerdote y habló con él y su secretaria. Esos encuentros, en los que le dijeron que “Dios me ama”, fueron como “una cascada de luz” y la hicieron anhelar “ser alguien mejor. Quería estar limpia, quería ser feliz y un gran ejemplo del amor de Dios”.
“Honestamente me he enamorado de la Iglesia Católica. Hay tal riqueza en la fe. La Santísima Trinidad, el Padre, Jesús, el Espíritu Santo, María Madre de Dios, todos los santos inspiradores, heroicos y hermosos, los sacramentos, la historia, la tradición, ¡todo! Pero lo que más me ha tocado es la Eucaristía (… ) algo tan sorprendente para mí con Jesús presente físicamente”.