Vocación de sacerdote y maestro
Los años pasaron rápidamente y Juan Bautista quedó listo para ser ordenado sacerdote. El santo recibió el sagrado orden cumplidos los 27. El novel sacerdote, en virtud a su carisma e inteligencia, hacía presagiar una prometedora carrera eclesiástica. Sin embargo, él, en lo profundo del corazón, se sentía llamado a algo muy diferente. El Señor le había estado mostrando el camino del servicio a los más pobres, así como las múltiples necesidades y carencias que sufren, en especial quienes los más pequeños. Conmovido por esta realidad, al P. Juan Bautista se le ocurrió la idea de reunir un grupo de maestros laicos y brindarles formación humana, pedagógica y cristiana, de manera que estén mejor preparados para ejercer la docencia. El sacerdote estaba convencido de que a través de una buena educación los seres humanos pueden florecer con mayor facilidad y agradar a Dios mientras transforman la sociedad. Para eso es indispensable contar con buenos maestros.
El llamado a ser maestro, como Jesús, Juan Bautista lo resumió en estas palabras: "La gracia que se os ha concedido de enseñar a los niños, de anunciarles el Evangelio y de educar su espíritu religioso es un gran don de Dios"