Me humillo ante la única que es Madre de mi Señor.
Te ruego que por ser la Esclava de tu Hijo
me permitas consagrarme a ti y a Dios,
ser tu esclavo y esclavo de tu Hijo,
servirte a ti y a tu Señor.
A Él, sin embargo, como a mi Creador y a ti como Madre de nuestro Creador;
a Él como Señor de las virtudes y a ti como Esclava del Señor de todas las cosas;
a Él como a Dios y a ti como a Madre de Dios.
Yo soy tu siervo, porque mi Señor es tu Hijo.
Tú eres mi Señora, porque eres esclava de mi Señor.
Concédeme, por tanto, esto, ¡oh, Jesús Dios, Hijo del hombre!,
creer del parto de la Virgen aquello que complete mi fe en tu Encarnación;
hablar de la maternidad virginal aquello que llene mis labios de tus alabanzas;
amar en tu Madre aquello que tú llenes en mí con tu amor;
servir a tu Madre de tal modo que reconozcas que te he servido a ti;
vivir bajo su gobierno de tal manera que sepa que te estoy agradando
y ser en este mundo de tal modo gobernado por Ella,
que ese dominio me conduzca a que Tú seas mi Señor en la eternidad.
¡Ojalá yo, siendo un instrumento dócil en las manos del sumo Dios,
consiga con mis ruegos ser ligado a la Virgen Madre
por un vínculo de devota esclavitud y vivir sirviéndola continuamente!