A lo largo de su vida, el Domingo recibió hasta tres pedidos papales para ser obispo, pero siempre declinó para ocuparse de su Orden. Los años posteriores a 1216 fueron de un esfuerzo espiritual extenuante; el santo no descansaría hasta ver consolidada su fundación.
El Rosario
Según la tradición, respaldada por numerosos documentos pontificios, cierta noche, Santo Domingo, mientras oraba, tuvo una visión en la que la Virgen María aparecía en su auxilio y le entregaba el Rosario, refiriéndose a este como el arma más poderosa para ganar almas.
La Virgen le enseñó a rezarlo y le pidió que hiciera lo mismo con todo aquél que pudiese. Ella hizo además una promesa: todo aquel que lo rezara obtendría gracias abundantes. Así, Domingo se convertiría en el más grande propagador de la oración a Nuestra Madre, el Santo Rosario, la oración mariana por excelencia.