El santo, advertido de la tentación, con un movimiento rápido y violento, aplastó al cuervo en una, mientras que de sus labios salía la respuesta perfecta: “¡Hodie, hodie, hodie!”, que en español quiere decir: “¡Hoy, hoy, hoy!”. “No dejaré nada para mañana, a partir de hoy seré cristiano”, se dijo a sí mismo el futuro mártir. De ahí en adelante, Expedito vivió su fe cristiana hasta el instante final de su vida, cuando le tocó derramar su sangre por Jesucristo.
Un santo para hoy
La rápida y contundente respuesta de San Expedito a la tentación del mañana, lo ha convertido en modelo e intercesor cuando se presentan problemas urgentes y se debe tomar una rápida decisión y pasar a la acción. Por eso, hoy se le venera como santo patrono de aquellos que sufren las consecuencias de la ‘procrastinación’ o posponen sus deberes u obligaciones, hábito tan común en nuestros tiempos.