El Vaticano ha difundido este 22 de diciembre una nueva carta apostólica del Papa León XIV — la octava desde el inicio de su pontificado— titulada Una fidelidad que genera futuro, con motivo del 60 aniversario de dos decretos fundamentales del Concilio Vaticano II sobre la renovación de la Iglesia y el ministerio sacerdotal. 

Se trata de los decretos Optatam Totius, que aborda la renovación de la Iglesia a través de la formación sacerdotal, y de Presbyterorum Ordinis, sobre la definición del ministerio y la vida de los presbíteros, ambos promulgados en 1965. En el documento —compuesto por cerca de 8 páginas divididas en 29 puntos—, León XIV reflexiona sobre la actualidad de ambos decretos, exhortando a hacer de ellos “una memoria viva” y a que se estudien especialmente en los seminarios.

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A la luz de estos documentos, el Pontífice invita a reconsiderar “la identidad y la función del ministerio ordenado a la luz de lo que el Señor pide hoy a la Iglesia, prolongando la gran obra de actualización del Concilio Vaticano II” a través de la perspectiva de la fidelidad y la conversión.

Madurez y sólida vida espiritual para evitar los abusos

El Papa reflexiona en primer lugar sobre la llamada a la vocación de los sacerdotes, quienes responden con una “elección valiente de vida”. Para cumplir con la fidelidad a esta vocación, el Pontífice subraya que es necesario recordar, especialmente en el tiempo de la prueba y de la tentación, “el sonido de la voz del Señor que nos ama, nos elige y nos llama”.

Recuerda asimismo que esta llamada es “un don libre y gratuito” de Dios y una propuesta amorosa de un proyecto de salvación, que “debe ser custodiado con fidelidad” en una dinámica de conversión y formación permanente.

Más tarde, León XIV pone su atención en “la crisis de confianza” en la Iglesia provocada por los abusos cometidos por miembros del clero, “que nos llenan de vergüenza y nos llaman a la humildad”. Esta realidad, señaló el Pontífice, “nos ha hecho aún más conscientes de la urgencia de una formación integral que asegure el crecimiento y la madurez humana de los candidatos al presbiterado, junto con una rica y sólida vida espiritual”.

Por ello, invita a los seminaristas a realizar un trabajo interior sobre sus motivaciones, subrayando que solamente los “presbíteros y consagrados humanamente maduros y espiritualmente sólidos pueden asumir el compromiso del celibato y anunciar de modo creíble el Evangelio del Resucitado”.

En definitiva, el Santo Padre exhorta a “custodiar y hacer crecer la vocación en un camino constante de conversión y de renovada fidelidad, que nunca es un recorrido meramente individual, sino que nos compromete a cuidarnos unos a otros”. 

La fraternidad como parte de la identidad de los sacerdotes

El Papa también reflexiona sobre la fraternidad presbiteral, la que define como un “don inherente a la gracia de la Ordenación” y un elemento “constitutivo de la identidad de los ministros”, que se debe corresponder superando la “tentación del individualismo”.

El Santo Padre exhorta a crear y promover “formas posibles de vida en común”, alertando sobre la soledad que sufren muchos sacerdotes. Asimismo, advierte que todavía “queda mucho por hacer” a este respecto, empezando por la “equiparación económica entre los que sirven en parroquias pobres y los que ejercen su ministerio en comunidades acomodadas”.

Además, precisa que la comunión “nunca puede determinarse como un aplanamiento de los individuos, de los carismas o de los talentos que el Señor ha derramado en la vida de cada uno”.

La sinodalidad, una oportunidad para los sacerdotes del futuro

Al citar la sinodalidad, un tema que le “interesa especialmente”, el Pontífice recuerda en concreto Presbyterorum Ordinis, que destaca el vínculo con el sacerdocio y la misión de Jesucristo. Este decreto, según recuerda el Papa, señala tres claves fundamentales: la relación con el obispo, la fraternidad con los demás presbíteros y la relación con los fieles laicos.

El Santo Padre remarca que “aún queda mucho por hacer” en este campo, al mismo tiempo que recuerda que el proceso sinodal “es una fuerte invitación del Espíritu Santo a dar pasos decididos en esta dirección”.

Anima a los presbíteros a familiarizarse con las directrices del Documento Final del Sínodo de la Sinodalidad y afirma a su vez que el “desafío de la sinodalidad —que no elimina las diferencias, sino que las valoriza— sigue siendo una de las principales oportunidades para los sacerdotes del futuro”. 

“Es necesario que el ministerio del presbítero supere el modelo de un liderazgo exclusivo, que determina la centralización de la vida pastoral y la carga de todas las responsabilidades confiadas sólo a él, tendiendo hacia una conducción cada vez más colegiada, en la cooperación entre los presbíteros, los diáconos y todo el Pueblo de Dios, en ese enriquecimiento mutuo que es fruto de la variedad de carismas suscitados por el Espíritu Santo”, afirma.

Una conversión misionera

El Papa León XIV también subraya que la identidad del sacerdote es inseparable de su misión: “La vocación sacerdotal se desarrolla entre las alegrías y las fatigas de un servicio humilde a los hermanos, que el mundo a menudo desconoce, pero del que tiene una profunda sed”.

Por ello, invita a los sacerdotes a evitar dos tipos de tentaciones: por un lado, la “mentalidad eficientista” según la cual “el valor de cada uno se mide por el rendimiento, y por otro lado “el quietismo”, que empuja a los sacerdotes a encerrarse en sí mismos, “rechazando el desafío de la evangelización”.

El Santo Padre anima por tanto a una “conversión misionera” en la que se huya de “todo personalismo y de toda celebración de uno mismo”, para dar una respuesta eficaz “mediante el testimonio de una vida sobria y casta, al gran anhelo de relaciones auténticas y sinceras que se encuentra en la sociedad contemporánea”.

No hay futuro sin el cuidado de todas las vocaciones

En el último apartado de su carta apostólica, el Papa León XIV posa su mirada en la escasez de vocaciones, una realidad que “exige que todos revisemos la capacidad generativa de las prácticas pastorales de la Iglesia”.

Así, exhorta a “tener el valor de hacer a los jóvenes propuestas fuertes y liberadoras” y a tener siempre presente la perspectiva vocacional en todos los ámbitos pastorales. “Recordémoslo: ¡no hay futuro sin el cuidado de todas las vocaciones!”, asevera.

El Papa León XIV concluye su carta apostólica agradeciendo al Señor porque “siempre está cerca de su pueblo” y encomienda a todos los seminaristas, diáconos y presbíteros “a la intercesión de la Virgen Inmaculada, Madre del Buen Consejo, y a san Juan María Vianney, patrono de los párrocos y modelo de todos los sacerdotes”.