El último gran evento del Jubileo de la Esperanza estuvo dedicado a los presos de todo el mundo, quienes durante el pasado fin de semana pudieron experimentar la libertad y cumplir un sueño: estar cerca del Papa León XIV.

Víctor Aguado, director de la Pastoral Carcelaria de Valencia (España), acompañó hasta la Ciudad Eterna a un grupo de presos, muchos de los cuales llevaban más de doce años entre rejas. Gracias a un permiso especial, pudieron viajar y convertirse en un testimonio vivo de que “la esperanza rompe los muros y que la dignidad no se puede arrebatar”.

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Aguado relata en conversación con ACI Prensa los detalles de este “intenso, emotivo y espiritual” viaje que marcará para siempre la vida de los hombres y mujeres privados de libertad. 

Un permiso especial 

El grupo estaba compuesto por un total de 13 personas de la ciudad valenciana, entre presos, voluntarios y el capellán. Seis de ellos eran internos de segundo y tercer grado penitenciario —regímenes de reclusión que combinan internamiento y salidas controladas—, por lo que tuvieron que conseguir una serie de permisos a nivel de Junta de Tratamiento, Secretaría General y de las Instituciones de Vigilancia. “Ha sido un trámite burocrático largo, pero no hemos tenido ningún problema”, explica Aguado. 

Cuenta, además, que seleccionaron a los presos que conocen desde hace tiempo. Los del tercer grado gozan de un régimen de semilibertad y viven en las casas de acogida, mientras que los de segundo grado suelen acudir a los talleres y colaboran con todo lo que propone la pastoral. “Son gente de fe que acude a las eucaristías y que sabíamos que por su situación y actitud lo necesitaban y no lo iban a rechazar”, comenta. 

“Querían ir muy preparados, libres de cargas y participar en la Eucaristía del domingo totalmente limpios y tranquilos con ellos mismos”, señala Aguado, quien también destacó el paso por la Puerta Santa como uno de los momentos más emotivos del Jubileo. “Con la peregrinación, los presos asumieron una nueva responsabilidad y un nuevo camino, una nueva vida y la sensación de que ahora tienen que hacer las cosas bien”.

Presos de Valencia atraviesan la Puerta Santa de San Pedro. Crédito: Cortesía de Víctor Aguado
Presos de Valencia atraviesan la Puerta Santa de San Pedro. Crédito: Cortesía de Víctor Aguado

La esperanza que derriba muros

También destaca la ilusión que tenían de ver al Papa, puesto que para ellos “es la representación del Señor en la tierra”. La Misa del domingo con el Santo Padre, explica, fue “muy sencilla, y aunque era en italiano se entendía perfectamente”.

“La esperanza va más allá, rompe los muros de cualquier sitio y la dignidad de las personas no se puede arrebatar, y eso es lo que han transmitido en los tres días que hemos estado en Roma. Han sido unas sensaciones muy íntimas y nos han transmitido su alegría, todos tenían una mirada de paz”, señala.

Para Aguado —quien trabaja junto a los presos desde hace 14 años—, que este evento haya clausurado el Jubileo no es mera casualidad. “El mundo de las prisiones no es visible, y de alguna manera debemos empezar a plantearnos que la gente que ha sido juzgada vuelve a salir y tiene que incorporarse a la vida normal, y eso depende de la sociedad”.

“Sabemos que el Señor lo perdona todo, entonces quiénes somos nosotros para no perdonar a esta gente y tenerla bajo un estigma. Se les llama ex reclusos, pero no son nada más que personas, con toda su dignidad y su libertad”, afirma. 

Aunque asegura que el Señor “les acompaña siempre y camina con ellos”, subrayó la urgencia de que los presos sean reconocidos como miembros vivos de la Iglesia y apeló a la responsabilidad de cada cristiano: 

“A veces damos por hechas las obras de misericordia, pero no siempre las llevamos a la práctica. El Señor nos interpela: ‘Estuve en la cárcel’, y la pregunta sigue siendo la misma: ‘¿vinisteis a verme?’”.

"Con la peregrinación, los presos asumieron una nueva responsabilidad y un nuevo camino". Crédito: Cortesía de Víctor Aguado
"Con la peregrinación, los presos asumieron una nueva responsabilidad y un nuevo camino". Crédito: Cortesía de Víctor Aguado

Hay muchas vidas que necesitan ser rescatadas

El sacerdote italiano Raffaele Grimaldi,  quien dejó la capellanía en la cárcel Secondigliano de Nápoles —donde sirvió a los presos durante 23 años—, para coordinar a los 230 sacerdotes que atienden a los cerca de 62.000 detenidos de toda Italia, también participó en este histórico Jubileo.

En declaraciones a ACI Prensa, señaló que este evento “es un fuerte recordatorio de que la Iglesia desea llevar a las cárceles el amor de Dios y su Misericordia, que va en busca de lo que está perdido”.

Según el P. Grimaldi, este Jubileo “ha sacado a la luz las situaciones más difíciles que vivimos en nuestros centros penitenciarios y del drama de los presos: el hacinamiento, la falta de recursos, los suicidios, la pobreza que se extiende dentro de nuestras cárceles, el abandono, la falta de trabajo, y sobre todo la falta de acogida por parte de la sociedad”.

El sacerdote llevó ante el Papa León XIV a algunos presos de diferentes cárceles de Italia, especialmente jóvenes y un condenado a cadena perpetua. “Fue para ellos un momento de gran alegría”, comenta.

“Cada preso necesita escuchar continuamente una palabra de misericordia: personas que no juzgan, que no señalan con el dedo, que no condenan, sino que abrazan”, afirma.

Además, subraya que este Jubileo no ha sido un evento aislado, ya que durante todo el año ha habido un una preparación espiritual en los centros penitenciarios, donde “anunciar la esperanza es una palabra grande que resuena profundamente en el corazón de todos”.

El P. Grimaldi admite que estas personas han “cometido errores” y están cumpliendo una condena por ello, sin embargo, exhorta a “tenderles la mano para que puedan retomar sus vidas y cambiarlas”, con una justicia acompañada de misericordia, “para que la justicia misma no se convierta en venganza”.

El P. Grimaldi, en el centro, junto a voluntarios de las cárceles italianas en el Jubileo de los presos. Crédito: Cortesía del P. Rafaelle Grimaldi
El P. Grimaldi, en el centro, junto a voluntarios de las cárceles italianas en el Jubileo de los presos. Crédito: Cortesía del P. Rafaelle Grimaldi

Durante los años de servicio en las cárceles, asegura que se ha encontrado con muchas personas que han recorrido un hermoso camino espiritual, “como un joven albanés, que precisamente el 12 de diciembre recibió el sacramento del Bautismo”. 

“Esto nos hace comprender que en nuestras cárceles hay muchas vidas que necesitan ser rescatadas y ayudadas, porque si no existen estas posibilidades, el preso muere por dentro, y también hacemos morir la esperanza que hay en su corazón”.