El 12 de junio de 1926, dos semanas antes de cumplir 74 años y seis días después de haber sido atropellado por un tranvía, Antoni Gaudí (Tarragona, 1852 - Barcelona, 1926) fue sepultado en medio del clamor de cerca de 30.000 personas que acompañaron la carroza fúnebre hasta la Sagrada Familia, el proyecto al que dedicó más de cuarenta años de su vida.
El centenario de la muerte del llamado "arquitecto de Dios", declarado venerable por el Papa Francisco en abril, comenzó el sábado 8 de noviembre en Riudoms, el pequeño municipio de la provincia de Tarragona donde nació.
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De este modo, los parajes que vieron crecer a Gaudí se convirtieron en el escenario de un espectáculo itinerante lleno de música, danza, equilibrio y color, con el que se inauguró el Año Gaudí, una celebración que recorrerá toda Cataluña.
Bailarines, músicos, equilibristas y personajes inspirados en las formas gaudinianas dieron vida a un relato poético sobre el niño curioso que observaba los almendros y el horizonte marino, el joven aprendiz que trabajaba el metal junto a su padre y el creador visionario que supo ver la geometría divina en la naturaleza.
Por la tarde, la celebración continuó en Reus con un espectáculo de mapping (proyección imágenes, luces y animaciones sobre superficies tridimensionales) proyectado sobre la fachada del santuario de Misericordia, donde las luces y las formas gaudinianas transformaron el templo en un lienzo de piedra viva.
Fue el primer gran acto de un programa que se extenderá durante todo el año con iniciativas culturales, académicas y litúrgicas impulsadas por el Departamento de Cultura de la Generalitat de Cataluña y por las diócesis vinculadas a la vida del arquitecto.
“Gaudí pertenece también a Tarragona, a su tierra natal”
Su causa de canonización se abrió en Barcelona en 2003, impulsada por la Asociación Pro Beatificación de Antoni Gaudí y apoyada por el Arzobispado de Barcelona. Sin embargo, aunque gran parte del legado del arquitecto se asocia casi exclusivamente con Barcelona y la Sagrada Familia, sus raíces “están profundamente ligadas a la tierra que le vio nacer: Tarragona”, asegura en conversación con ACI Prensa el arzobispo local, Mons. Joan Planellas i Barnosell. El prelado subraya, por ejemplo, que Gaudí “fue bautizado en la iglesia prioral de San Pedro de Reus”.
“Toda su infancia y adolescencia transcurrieron aquí, entre Reus y Riudoms, donde la familia tenía una casa de campo. En estos parajes de Tarragona aprendió a mirar, a comprender la naturaleza. La luz de los campos de almendros y de avellanos, el mar… Todo eso formó su mirada”, explica.
“Él mismo escribió que la playa del Miracle, junto al anfiteatro romano de Tarragona, era la más luminosa del mundo. En esa naturaleza descubrió la tridimensionalidad de la creación que luego proyectó en su arquitectura”, recuerda el arzobispo.
“Un arquitecto que expresaba los misterios de la fe”
Para Mons. Planellas, la grandeza de Gaudí no reside solo en su talento técnico o en su estética inconfundible, sino en su profunda espiritualidad.
“Es sorprendente—afirma— que Gaudí nunca estudiara Teología; no pasó por ninguna facultad ni por un centro de estudios teológico, pero vivió una espiritualidad cristiana intensísima y muy actual. No era un mero sentimentalismo: leía cada día la Palabra de Dios, especialmente los Evangelios y los grandes textos del Antiguo Testamento, y eso lo impregnaba por completo”, agrega.
El arzobispo destaca, además, su pasión por la liturgia, que inspiró buena parte de su concepción artística. “En 1915 participó en un gran congreso litúrgico en Montserrat, con más de tres mil personas. Se habló allí de la participación activa de los fieles en la liturgia, ideas que después veríamos en el Concilio Vaticano II. Gaudí comprendió que la arquitectura podía expresar esa comunión entre fe, belleza y vida”, valor.
“Su fe era profunda —añade—. Asistía a Misa cada día, meditaba las lecturas diarias. Solo desde esa experiencia espiritual podía crear lo que creó: expresar en piedra los misterios del cristianismo, la Santísima Trinidad, la Encarnación, la vida de Jesús. En sus obras, los muros hablan y las formas rezan”.
Entre la tierra y el cielo
De esta manera, el inicio de los festejos vinculados al Año Gaudí, que unirá durante doce meses a artistas, fieles y estudiosos en torno a su legado, ha querido situar la mirada precisamente allí donde todo comenzó: entre el mar y los campos de Tarragona, donde el pequeño Antoni Gaudì aprendió a ver el mundo como un templo.
Para Mons. Planellas, esta dimensión es esencial para comprender su figura: “Tenemos en Gaudí a un gran arquitecto que traduce en arquitectura una experiencia espiritual”.
Su arte“nos enseña que la belleza, cuando nace de la fe y del amor a la creación, puede elevar el alma”, concluyó.





