El Papa León XIV condenó la usura, una práctica que es un pecado grave, a veces gravísimo, que habla de la corrupción del corazón de aquellos que sólo ven en el otro un “objeto de explotación”.

La usura puede definirse como el cobro desproporcionado por algún tipo de préstamo, algo que ha existido desde muy antiguo. Tradicionalmente, la Iglesia Católica enseñaba que el pecado de la usura era la acción de exigir cualquier beneficio o ganancia por el sólo préstamo, pero esta concepción ha evolucionado con el tiempo, no condenando actualmente la práctica general de prestar con interés, siempre y cuando sea moderado.

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El Santo Padre recibió el sábado 18 de octubre, en el Palacio Apostólico del Vaticano, al Consejo Nacional Antiusura en Italia, que desde hace 30 años se dedica a “combatir un problema que tiene un impacto devastador en la vida de tantas personas y familias”, según señala la Oficina de Prensa del Vaticano.

En su discurso, el Pontífice precisó que “el fenómeno de la usura evoca el tema de la corrupción del corazón humano. Es una historia dolorosa y antigua, ya atestiguada en la Biblia. De hecho, los profetas denunciaron la usura, junto con la explotación y toda forma de injusticia hacia los pobres”.

“¡Cuán lejos de Dios está la actitud de quienes oprimen a las personas hasta el punto de esclavizarlas! Es un pecado grave, a veces gravísimo, porque no puede reducirse a una simple contabilidad; la usura puede causar crisis en las familias, puede desgastar la mente y el corazón hasta el punto de inducir a pensar en el suicidio como la única salida”, dijo el Papa.

Aunque a veces la dinámica de la usura parece ser una ayuda, al final de cuentas se revela “como lo que es: una carga agobiante. Los más vulnerables sufren las consecuencias, como las víctimas del juego” o como quien enfrenta “momentos difíciles, como tratamientos médicos extraordinarios o gastos inesperados que superan sus posibilidades y las de la familia. Lo que inicialmente parece una ayuda, a la larga se convierte en un tormento”.

Desafortunadamente, continuó León XIV, “los sistemas financieros usureros pueden doblegar a poblaciones enteras. De igual manera, no podemos ignorar a quienes se dedican a prácticas usurarias y mercantiles en el comercio, causando hambre y muerte entre sus hermanos en la humanidad (Catecismo de la Iglesia Católica n. 2269): sus responsabilidades son graves y alimentan estructuras inicuas de pecado”.

Tras animar a respetar la dignidad de todos, especialmente de los más débiles y vulnerables, el Santo Padre alentó: “O recuperamos nuestra dignidad moral y espiritual o caemos como en un pozo de inmundicia”.

Jesús, Zaqueo y un camino para la conversión de los usureros

El Papa León se refirió luego al pasaje evangélico (Lucas 19:1-10) en el que Jesús se encuentra con Zaqueo, el jefe de los recaudadores de impuestos de Jericó, que “estaba acostumbrado al abuso, la opresión y el acoso. Era normal que alguien como él se aprovechara de su posición para explotar a la gente y lucrar saqueando a los más débiles”.

“Así que Jesús mismo busca a Zaqueo: lo llama y le dice que quiere quedarse en su casa. Y entonces sucede lo impensable: la generosidad de Jesús desplaza por completo a ese hombre y lo pone contra la pared. Al recobrar la cordura, Zaqueo se da cuenta de su error y decide pagar con intereses”, prosiguió León

“Nadie le pidió tanto, ni siquiera la Ley Mosaica. Pero lo cierto es que su encuentro con Cristo transformó su corazón, y entonces todo cambia. Solo la generosidad es tan eficaz como para revelarnos el sentido de nuestra humanidad”, subrayó.

Para concluir, el Papa destacó que “cuando prevalece el afán de lucro, los demás dejan de ser personas, dejan de tener rostro, son meros objetos de explotación; y así terminamos perdiéndonos a nosotros mismos y a nuestras propias almas. La conversión de quienes cometen usura es tan importante como nuestra cercanía a quienes la padecen”.