El Secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede, Mons. Paul Richard Gallagher, denunció que los ataques a cristianos se han intensificado en los últimos años y acusó a la comunidad internacional de “desviar la mirada”.
“Los datos muestran que los cristianos son el grupo religioso más perseguido a nivel mundial, y, sin embargo, la comunidad internacional parece desviar la mirada ante su situación”, denunció el arzobispo inglés este lunes durante su intervención en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
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Y agregó: “Los cristianos de todo el mundo son sometidos a una persecución severa, que incluye violencia física, encarcelamiento, desplazamiento forzado y martirio”.
El responsable de la diplomacia vaticana constató que más de 360 millones de cristianos viven en zonas donde experimentan altos niveles de persecución o discriminación, “con ataques a iglesias, hogares y comunidades que se han intensificado en los últimos años”.
En su intervención ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, en Nueva York, el arzobispo puso en valor la defensa de la vida frente a prácticas como el aborto y la eutanasia.
En su discurso, insistió en que el derecho a la vida, desde la concepción hasta su fin natural, es un “requisito fundamental para el ejercicio de todos los demás derechos”, y condenó “la ilegitimidad de toda forma de aborto provocado y de eutanasia”.
Cultura de la muerte
El diplomático vaticano criticó lo que calificó como una “cultura de la muerte” y llamó a que los recursos internacionales se destinen a la protección de la vida y al acompañamiento de quienes atraviesan situaciones difíciles, de modo que puedan tomar decisiones que afirmen la vida.
En particular, señaló la necesidad de “permitir que las madres puedan dar a luz al hijo que llevan en su vientre” y de “aliviar la carga del sufrimiento humano durante la enfermedad mediante una atención sanitaria y paliativa adecuada”.
El arzobispo advirtió además sobre los riesgos de una concepción de la libertad desvinculada de la verdad objetiva y universal: “Cuando la libertad ignora incluso la evidencia más obvia de una verdad objetiva y universal, que es la base de la vida personal y social, la persona termina sometida a su opinión o interés subjetivo y cambiante”.
Para Mons. Gallagher, esta visión de la libertad conduce a una “grave distorsión” de la vida en la sociedad. “En ese momento, todo se vuelve negociable, incluso el primero de los derechos fundamentales, el derecho a la vida”, afirmó.
La deplorable práctica de la maternidad subrogada
El representante de la Santa Sede también abordó la práctica de la maternidad subrogada, señalándola como otra amenaza a la dignidad humana: “Otra cuestión que pone en peligro la dignidad inviolable del ser humano al reducirlo a mero producto es la práctica de la llamada maternidad subrogada, que representa una grave violación de la dignidad de la mujer y del niño. La Santa Sede renueva su llamado a una prohibición internacional de esta deplorable práctica”.
Mons, Gallagher denunció también que en un mundo marcado por “avances tecnológicos y riqueza sin precedentes”, haya millones de personas que “siguen sin acceso a necesidades básicas”.
“La persistencia de la pobreza extrema, especialmente en regiones afectadas por conflictos, cambio climático y desigualdad estructural, exige una acción inmediata y colectiva”, afirmó Mons. Gallagher.
Cancelación de la deuda externa
Del mismo modo, Mons. Gallagher hizo un enérgico llamado a la cancelación de la deuda externa de los países más pobres, subrayando que las cargas financieras “atrapan a las naciones en la pobreza y deben ser canceladas como cuestión de justicia”.
En este contexto, subrayó que la Santa Sede insta a la comunidad internacional a “priorizar el desarrollo humano integral en un espíritu de solidaridad, asegurando que las políticas económicas y los programas de desarrollo sitúen a la persona humana en el centro y fomenten no solo el bienestar material, sino también el crecimiento espiritual y social”.
En palabras del diplomático vaticano, los pobres deben ser vistos “no como un problema, sino como personas que pueden convertirse en los principales constructores de un futuro nuevo y más humano para todos”.




