El Arzobispo Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales de la Santa Sede, aseguró que las universidades no son católicas “por la cantidad de crucifijos”, sino por empeñarse en buscar la verdad que está “en armonía con la certeza de la fe”.

“Lejos de ser una institución más en el mercado global de las ideas, y mucho menos católica sólo por la cantidad de crucifijos en sus paredes o las celebraciones en su capilla, una universidad verdaderamente católica es un lugar donde la búsqueda de la verdad está en armonía con la certeza de la fe”, señaló.

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Así lo expresó —según informa Vatican News— durante la conferencia inaugural de la XXVIII Asamblea General de la Federación Internacional de Universidades Católicas (FIUC), celebrada este 28 de julio en Guadalajara, México).

En el marco de su visita a México, Mons. Gallagher destacó que las universidades católicas están llamadas a desempeñar un “papel central” en la construcción de la paz mediante el conocimiento, el diálogo y la formación de líderes éticos.

En su intervención, el arzobispo defendió con convicción que, ante un contexto marcado por conflictos armados, divisiones ideológicas y creciente polarización, los centros universitarios católicos deben reafirmar su vocación original: ser faros de humanidad y entendimiento. “Las universidades católicas—y también los representantes papales—  siempre han sido faros de conocimiento, fe y servicio a la humanidad”, sostuvo.

Así, el prelado subrayó su potencial como agentes activos en la arena internacional: “En estos tiempos turbulentos marcados por el conflicto y la guerra, la división y la desconfianza, [las universidades] están llamadas a reafirmar su vocación de constructoras de paz, colaboradoras en la construcción de puentes de entendimiento entre culturas, religiones y disciplinas”.

La diplomacia académica: puente entre culturas y saberes

Desde esa perspectiva, Mons. Gallagher defendió el concepto de “diplomacia académica”, que definió como un instrumento esencial para el diálogo entre pueblos y saberes. “Pueden desarrollar de forma única la diplomacia académica como medio para promover la paz a través de un compromiso reflexivo, la reflexión ética y el diálogo respetuoso”, explicó, insistiendo en que la vocación universitaria va mucho más allá de la transmisión de conocimientos técnicos.

Mons. Gallagher, propuso, además, redescubrir el valor universal de una identidad católica arraigada, capaz de dialogar con todos sin perder su centro. 

“Una educación verdaderamente católica no es aislada, sino extrovertida y comprometida con la búsqueda universal de la verdad”, afirmó. “En un mundo inundado de relativismo y polarización, esta identidad católica profundamente arraigada —y, por lo tanto, universal— constituye un poderoso recurso”.

En ese sentido, recordó que la concepción cristiana del ser humano es una base sólida para la paz: “La concepción antropológica que ve a toda persona, independientemente de su raza, religión, nacionalidad o condición, a imagen y semejanza de Dios, dotada de razón y conciencia, y destinada a la comunión, es una base sólida sobre la que construir la paz a través del diálogo”.

Mons. Gallagher también evocó su experiencia como estudiante en la Pontificia Universidad Gregoriana para ilustrar cómo el ambiente universitario puede generar vínculos auténticos. En esa línea, afirmó que las universidades son “semillas de paz que se siembran en aulas, laboratorios, residencias y bibliotecas”.

Por ello, dijo quela universidad entera puede ser una auténtica misión diplomática: “no una torre de marfil desconectada de la realidad, sino un participante activo en la construcción de una cultura de paz”.

Esa misión, aclaró, exige una estructura interdisciplinaria y colaborativa: “Esto es intrínsecamente interdisciplinario, porque sólo el intercambio mutuo enriquece a todas las partes y contribuye al desarrollo de líderes capaces de guiar a sus sociedades con sabiduría y compasión”.

En cuanto a los contenidos que deberían ocupar un lugar privilegiado en esta diplomacia académica, Mons Gallagher destacó que muchos de los desafíos de la guerra y la paz “en el mundo actual sólo pueden abordarse de forma sostenible mediante el retorno a estos principios y su aplicación”. “Si se ignoran, situaciones ya de por sí difíciles pueden deteriorarse rápidamente y con consecuencias terribles”, explicó.

Asimismo, puntualizó que la diplomacia requiere especialistas, pero también “necesita generalistas que busquen una visión amplia y matizada”.

Finalmente, el arzobispo reafirmó el compromiso de la Santa Sede con una diplomacia que no se rinde al pragmatismo, sino que permanece anclada en principios y humanidad.  “En nuestros esfuerzos, promovemos la paz, defendemos la dignidad humana y damos voz a quienes no la tienen, especialmente a los pobres, los desplazados y los marginados”, concluyó.