La Orden de los Carmelitas Descalzos anunció que, tras más de cuatro siglos de presencia en el sur de la Ciudad de México, dejará el templo de Nuestra Señora del Carmen en San Ángel debido a la disminución de vocaciones religiosas.

Los Carmelitas llegaron a México en 1585 con la misión de evangelizar a las poblaciones indígenas. Hacia 1615, Fray Andrés de San Miguel inició la construcción del templo del Carmen en San Ángel, que fue concluido y consagrado alrededor de 1626. Desde entonces, la administración del templo ha permanecido en manos de la orden religiosa hasta octubre de este año, cuando será entregado al cuidado de la Arquidiócesis Primada de México.

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Fray José Miranda Martín, conventual del templo explicó en entrevista con ACI Prensa que “no hay vocaciones, estamos reducidos en número, y se está cargando mucho el trabajo en algunos [frailes]”.

Añadió que la decisión se tomó después de una visita de las autoridades de la orden hace año y medio, en la que constataron que son “muy pocos frailes, muchos ya adultos, con pocas posibilidades de vida apostólica, otros enfermos y que no hay las suficientes vocaciones”. 

Además, informó que también entregarán el templo de Nuestra Señora del Carmen en el centro del estado de San Luis Potosí, y que la casa provincial en la Ciudad de México se trasladará de la colonia Río Mixcoac al convento de San Joaquín, en Tacuba. Actualmente, los Carmelitas Descalzos cuentan con 16 comunidades en nueve estados de la República, además de la rama femenina —las monjas Carmelitas Descalzas— y la Orden Seglar integrada por laicos.

Un llamado al “sí”

El problema no es exclusivo de México. En Guatemala y Nicaragua, la orden también ha tenido que entregar templos por la misma razón, según explicó Fray Miranda Martín, “no solamente es la falta de vocaciones. Muchos de los frailes son mayores”.

“Tenemos una gran cantidad de frailes de entre 70 y 90 años. Muchos de ellos enfermos, otros de mediana edad, también con algún problema físico que va disminuyendo sus capacidades”, explicó.

Según el fraile, el reto principal es que muchos jóvenes “no confían en su capacidad de recibir una vocación de este grado” y se dicen a sí mismos: “yo no soy para esto, yo no soy para ser un fraile para toda la vida. Yo no soy para quedarme casto, obediente y pobre”.

Templo de Nuestra Señora del Carmen, en San Ángel. Crédito: EWTN Noticias
Templo de Nuestra Señora del Carmen, en San Ángel. Crédito: EWTN Noticias

Por esta razón, hizo un exhorto a “creerle a Dios que llama”, subrayando la importancia de confiar en que Él “habla, que no es una fantasía, que no son problemas psicológicos, que no es fanatismo, que no son radicalidades sin fundamento. Que es Dios el que quiere construir su Iglesia con nosotros, no sin nosotros”.

Fray Miranda Martín señaló que responder a esta invitación es una tarea que implica a toda la Iglesia, desde las familias hasta los sacerdotes, para acompañar a los jóvenes y ayudarlos a que “escuchen el llamado de Jesús. Que crean que son capaces de eso y que Dios los está llamando”.