A sus 76 años y pese a estar en silla de ruedas, Reynaldo José Osorio Muñoz no deja que esos factores influyan en su deseo de servir a Dios en el altar de su parroquia en Colombia. Con amor y dedicación, participa como acólito en Misa, entregando su servicio a Dios, a la Iglesia y a sus compañeros.
Reynaldo José vive en el Centro de Bienestar del Anciano Sagrados Corazones de Jesús y María, una institución de inspiración cristiana dedicada al cuidado integral de personas mayores en situación de vulnerabilidad.
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Según su sitio web, el centro ofrece alimentación, atención médica, actividades recreativas, formación cultural y espiritual, “permitiéndoles satisfacer sus necesidades primordiales y mejorar su calidad de vida en un ambiente seguro y armonioso, a través de los cuidados médicos y humanos, con amor y respeto”.
Desde hace un año, Reynaldo colabora como acólito en la parroquia Sagrados Corazones de Jesús y María, en la Diócesis de Santa Marta, capital del departamento colombiano de Magdalena, ubicado en la región Caribe.
Según compartió en entrevista con ACI Prensa, en un inicio, su participación comenzó tocando la campana para anunciar el inicio de la Misa a sus compañeros del centro. Con el tiempo, y gracias a la confianza de un sacerdote, esa pequeña acción se transformó en un compromiso más profundo con el altar.
“Para mí es una cosa muy hermosa que yo nunca lo esperaba por mi edad. Pero gracias a Dios me puso en este destino. Lo aprecio mucho y adoro cómo lo hago” en el altar, dijo.
De acuerdo con la Conferencia Episcopal de Colombia, el acólito está llamado a “atender al servicio del altar, ayudar al sacerdote y al diácono, prestar su servicio en las diversas procesiones”, así como colaborar con el incienso, el libro litúrgico, la preparación del altar y la purificación de los vasos sagrados. También puede asistir en el ofertorio, distribuir la Comunión como ministro extraordinario, y exponer y reservar el Santísimo Sacramento, aunque sin impartir la bendición.
Más allá de estas tareas visibles, el ministerio exige, como señala el mismo documento, un “amor de los sacramentos, al culto eucarístico, la ofrenda de sí mismo y el cuidado de los demás, sobre todo los más necesitados y enfermos”.
Un servicio por amor a Dios
“Soy muy devoto y creo mucho en Dios y siempre le pido mucho que me ilumine”, confesó Reynaldo José. En este sentido, aseguró que incluso para este encargo Dios “me ha iluminado para que yo lo haga. Por eso lo hago con todo el amor y todo el aprecio”.
Desde que asumió esta tarea, afirma sentirse “satisfecho porque le sirvo a Dios y a la iglesia y a todos nosotros”, refiriéndose a sus compañeros del centro. Y aunque reconoce sus limitaciones físicas, reiteró que realiza su ministerio “con todo el amor, con todo el gusto, con todo lo que está a mi alcance”.
Protagonistas de la “revolución” de la gratitud y del cuidado
Para el párroco del templo, el P. Mario Rafael González García, a Reynaldo José no lo definen sus “limitaciones” físicas. En entrevista para ACI Prensa, dijo que es una persona “con muy buen sentido del humor, alegre, dinámico, conversador y con fe”.
Con ocasión de la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, celebrada el 27 de julio, el Papa León XIV hizo un llamado a cada comunidad eclesial a ser protagonista de una “revolución de la gratitud y del cuidado” hacia los ancianos.
Indicó que esto ha de realizarse “visitando frecuentemente a los ancianos, creando para ellos y con ellos redes de apoyo y de oración, entretejiendo relaciones que puedan dar esperanza y dignidad al que se siente olvidado”.
El testimonio de Reynaldo, según el P. González García, es ejemplo de esto y “le debemos gratitud por su testimonio de la fe y cuidado en su ancianidad”.




