Con motivo de la Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores, instaurada por el Papa Francisco y que este año se celebra el 27 de julio, el Papa León XIV dirigió un mensaje de esperanza a las personas de avanzada edad.

Al inicio de su mensaje, difundido este jueves 10 de julio por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el Santo Padre evocó el Año Jubilar para recordar que “la esperanza es fuente de alegría, a cualquier edad”.

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En este contexto, citó algunos personajes bíblicos ancianos, como Abraham y Sara, Moisés o Zacarías, a quienes el Señor sorprendió “con un acto de salvación”: “Dios muestra muchas veces su providencia dirigiéndose a personas avanzadas en años”, precisó. 

Por ello, afirmó que, con estas elecciones, “Dios nos enseña que, a sus ojos, la ancianidad es un tiempo de bendición y de gracia, y que para Él los ancianos son los primeros testigos de esperanza”.

Abrazar a un anciano nos ayuda a comprender que la historia no se agota en el presente

A continuación, puntualizó que el hecho de que el número de personas en edad avanzada esté en aumento, “se convierte entonces para nosotros en un signo de los tiempos que  estamos llamados a discernir, para leer correctamente la historia que vivimos”.

Así, señaló que “abrazar a un anciano nos ayuda a comprender que la historia no se agota en el  presente, ni se consuma entre encuentros fugaces y relaciones fragmentarias, sino que se abre paso  hacia el futuro”. 

Destacó también que “es verdad que la fragilidad de los ancianos necesita del vigor de los jóvenes”, aunque también “la inexperiencia  de los jóvenes necesita del testimonio de los ancianos para trazar con sabiduría el porvenir”. 

“¡Cuán a menudo nuestros abuelos han sido para nosotros ejemplo de fe y devoción, de virtudes cívicas y  compromiso social, de memoria y perseverancia en las pruebas! Este hermoso legado, que nos han  transmitido con esperanza y amor, siempre será para nosotros motivo de gratitud y de coherencia”, exhortó.

En el marco del Año Jubilar, invitó a los fieles a “derribar los muros de la indiferencia, que con frecuencia aprisionan a los ancianos”, y a donarse para evitar su soledad y abandono.

“Nuestras sociedades, en todas  sus latitudes, se están acostumbrando con demasiada frecuencia a dejar que una parte tan importante  y rica de su tejido sea marginada y olvidada”, lamentó.

Protagonistas de la “revolución” de la gratitud y del cuidado

En este contexto, reiteró que cada parroquia, asociación o grupo eclesial está llamado a ser “protagonista de la ‘revolución’ de la gratitud y del cuidado”, e indicó que esto ha de realizarse “visitando frecuentemente a los ancianos, creando para ellos y con ellos redes de apoyo y de oración, entretejiendo relaciones que puedan dar esperanza y dignidad al que se siente olvidado”. 

“La esperanza cristiana nos impulsa siempre a arriesgar más, a pensar en grande, a no contentarnos con el statu quo.  En concreto, a trabajar por un cambio que restituya a los ancianos estima y afecto”, explicó.

Recordó que el Papa Francisco quiso que en esta jornada los fieles, y especialmente los jóvenes, fueran al encuentro de aquellos que están solos. Por esa misma razón, precisó, 

se ha decidido que quienes no puedan ir a Roma este año en peregrinación, podrán obtener la Indulgencia  jubilar si visitan por un tiempo adecuado a los ancianos en soledad.

Tenemos una libertad que ninguna dificultad puede quitarnos: la de amar y rezar

Al dirigirse a los abuelos y ancianos, el Papa León XIV les animó a no perder la esperanza, incluso en aquellos momentos en los que se quiera echar la vista atrás, “más que hacia el futuro”. 

“Tenemos una libertad que  ninguna dificultad puede quitarnos: la de amar y rezar. Todos, siempre, podemos amar y rezar”, insistió. 

Recordó también las palabras del Papa Francisco durante su último ingreso en el hospital:  “Nuestro físico está débil, pero, incluso así, nada puede impedirnos amar, rezar, entregarnos, estar los unos para los otros, en la fe, señales luminosas de esperanza”.

El Papa León XIV también indicó que “el amor por nuestros seres queridos —por el cónyuge con quien hemos pasado gran parte de  la vida, por los hijos, por los nietos que alegran nuestras jornadas— no se apaga cuando las fuerzas  se desvanecen”. 

“Al contrario, a menudo ese afecto es precisamente el que reaviva nuestras energías,  dándonos esperanza y consuelo”, agregó.

“Por eso —continuó el Pontífice—, especialmente en la vejez, perseveremos confiados en el  Señor. Dejémonos renovar cada día por el encuentro con Él, en la oración y en la Santa Misa”.  

“Transmitamos con amor la fe que hemos vivido durante tantos años, en la familia y en los encuentros  cotidianos; alabemos siempre a Dios por su benevolencia, cultivemos la unidad con nuestros seres  queridos, que nuestro corazón abarque al que está más lejos y, en particular, a quien vive en una  situación de necesidad. Seremos signos de esperanza, a cualquier edad”, concluyó.