Ante el creciente número de personas afectadas por el burnout, también conocido como “fundimiento mental”, el Arzobispo de León (México), Mons. Jaime Calderón Calderón, hizo un llamado urgente a enfrentar esta realidad mediante la oración y una vida equilibrada entre acción y contemplación.

Durante su homilía dominical del 20 de julio en la catedral del estado de Guanajuato, el prelado advirtió que la sociedad actual está atrapada en una “dinámica frenética”, en la que “andamos corriendo para todos lados, haciendo cosas, preocupados, empeñados en miles de quehaceres”.

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Explicó que, en este contexto, el burnout surge cuando “la persona, por tanto trabajo, por tanto estrés, por tanto nos va fundiendo, nos va agotando mental y físicamente”. Aunque reconoció que este desgaste no es exclusivo de la época actual, señaló que “va siendo característico de este tiempo”.

Frente a esta realidad, Mons. Calderón propuso una clave evangélica: armonizar la actividad con la contemplación.

“Los desafíos hoy día se tienen que afrontar no contraponiendo ambas acciones, sino uniéndolas, aunque haya quien deba de privilegiar en función del servicio de la comunidad algún aspecto, pero no se debe desligar del mundo”, afirmó el prelado.

El arzobispo destacó que alcanzar un equilibrio es fundamental, ya que la Iglesia Católica necesita hoy más que nunca de “bautizados contemplativos en la acción”, es decir, personas que puedan “ser luz y fermento en medio de este mundo tan oscuro, tan egoísta. El cristiano puede orientar con su vida el horizonte al cual la humanidad está llamada”.

Para avanzar hacia ese ideal, Mons. Calderón resaltó el papel esencial de la oración, a la que definió como “fuente, es alimento que nutre la vida y esto no sólo para volvernos de nuevo en este activismo frenético,  sino para hacer las cosas como Dios quiere, purificando las cosas”.

Aunque reconoció la diversidad de vocaciones dentro de la Iglesia, remarcó que todos deben comprender la fuerza que nace del vínculo con Dios en la oración: “nos da serenidad, nos da paz, nos ayuda el silencio que se provoca delante del Señor”. 

Asimismo, recomendó una sabia administración del tiempo, distinguiendo entre lo verdaderamente valioso y aquello “en lo que no vale la pena gastarlo, porque cuando se orienta nuestra existencia al servicio del Señor, entonces eso vale la pena y no nos va a desgastar y no nos va a agotar”. 

Finalmente, reiteró que, como católicos, “no podemos caminar en la vida sin la relación con el Señor. Recuerden, solo siendo contemplativos en la acción, seremos eficaces para la misión”.