ANÁLISIS: El Papa, que se ha descrito a sí mismo como un “paciente impaciente”, no es el único entre los enfermos, especialmente los ancianos, que se resiste a las directivas de los médicos.
El día antes de que el Papa Francisco saliera del hospital el mes pasado, tras 38 días de tratamiento por neumonía doble, sus médicos ofrecieron una conferencia de prensa. Dijeron que su recuperación requeriría al menos dos meses de convalecencia en su residencia del Vaticano. No debería reunirse con grupos de personas, y en particular con niños, para evitar virus y otras infecciones.
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No ha resultado así.
Durante las dos primeras semanas tras su alta, tras una breve aparición en el balcón de su habitación del hospital el día de su partida, el Papa se mantuvo alejado del público. Luego, el 6 de abril, durante el Jubileo de los Enfermos y de los Trabajadores Sanitarios, se presentó en la Plaza de San Pedro al final de la Misa dominical. Llevaba las cánulas nasales que usa para oxigenarse y parecía cansado pero alegre, con la voz tensa mientras deseaba a todos un feliz domingo. Esta aparición, que la Oficina de Prensa del Vaticano había insinuado con antelación, generó esperanzas de que participara, aunque fuera brevemente, en al menos una de las liturgias del Triduo Pascual en Pascua.
La reunión privada del Papa con los reyes británicos tres días después, tras la cancelación de su visita oficial al Vaticano, fue otra señal de que la situación volvía a la normalidad antes de lo previsto. Una foto mostraba al Papa Francisco estrechando la mano de la Reina Camila.
Pero eso no fue una preparación para lo que sucedió al día siguiente, cuando el Papa apareció en su silla de ruedas en la Basílica de San Pedro. Las imágenes eran tan extraordinarias que algunos medios dudaron en publicarlas por temor inicial a que pudieran ser falsas.
En un video, el Papa Francisco aparece sin sotana ni solideo, con pantalones negros y cubierto con una prenda a rayas que parece una manta o un poncho. Saluda y estrecha la mano de un niño. La vestimenta del Papa y la de dos de sus acompañantes, en mangas de camisa, sugiere que la visita fue una salida improvisada.
Es una visión notable de un Papa sin su vestimenta oficial, comparable a la imagen de San Juan Pablo II en su cama de hospital tras su intento de asesinato en 1981, pero aún más impactante porque en este caso el Papa se encuentra dentro del Vaticano. Gran parte de la discusión sobre el episodio en redes sociales se centró en la vestimenta del Papa, y algunos expresaron su desaprobación por la falta de protocolo. Menos conocido fue su contacto con extraños. En una foto publicada en redes sociales, también saluda a una joven pareja con un bebé.
Para entonces, era evidente que el Papa había decidido desobedecer las órdenes de sus médicos. A continuación, realizó dos apariciones públicas más durante los tres días siguientes, incluyendo una visita a la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, donde rezó ante el ícono de la Virgen María, Salus Populi Romani, a la que tiene una muy conocida devoción.
Cuando el Papa Francisco apareció en la Plaza de San Pedro al final de la Misa del Domingo de Ramos, deteniendo su silla de ruedas para estrechar la mano de varias personas y repartir dulces a los niños, su aparición, aunque inesperada, no causó gran sorpresa y pareció casi rutinaria. Su voz era más fuerte y no llevaba tubos de oxígeno.
En retrospectiva, todo esto era previsible. Durante las restricciones por el COVID-19, el propio Papa Francisco casi nunca usaba mascarilla, a pesar de que era obligatoria para los empleados del Vaticano, y estrechaba la mano con frecuencia en eventos públicos. Uno de sus hermanos jesuitas me comentó recientemente que los miembros de su orden tradicionalmente ven con recelo el cuidado escrupuloso de la salud. Quizás sea una herencia de sus orígenes en el siglo XVI como intrépidos misioneros en tierras inexploradas.
También es evidente para cualquiera que haya observado al Papa Francisco a lo largo de los años que le apasiona el contacto humano. “No puedo vivir sin la gente. Necesito vivir mi vida con otros”, dijo al comienzo de su pontificado, explicando su decisión de residir en la casa de huéspedes del Vaticano en lugar del Palacio Apostólico.
Al mismo tiempo, el Papa, que se ha descrito a sí mismo como un “paciente impaciente”, no es el único entre los enfermos, especialmente los ancianos, que se resiste a las directivas de los médicos.
“Por supuesto que el Papa Francisco no debería seguir las recomendaciones de sus médicos. Tiene 88 años y su salud es delicada, así que debería disfrutar del ocaso de su vida. ¿De qué sirven las recomendaciones médicas a estas alturas?”, escribió el sacerdote dominico Peter Totleben en respuesta a una encuesta poco científica sobre este tema que publiqué en la plataforma en línea X. “Es decir, si yo fuera el Vicario de Cristo en la Tierra y quisiera ir a rezar ante el icono de la Salus Populi Romani, lo haría, y no me importa si los médicos quieren que me quede en cama todo el día”.
La misma encuesta impulsó a Austen Ivereigh, biógrafo y colaborador literario del Papa Francisco, a escribir que el Papa se guía por un sentido del deber que prevalece sobre la autopreservación: “Prolongar su vida y su papado no es su primera prioridad, sino la misión que Dios le ha confiado. Debe escuchar el consejo del médico para mantenerse con vida y llevar a cabo esa misión, pero no puede comprometerla para vivir más. Discernimiento, ergo…”.
Ese discernimiento podría incluir un cálculo político. Tras más de un mes de invisibilidad, en medio de mucha especulación sobre quién tomaba realmente las decisiones en el Vaticano, el Papa Francisco podría querer demostrar no sólo que está vivo y coleando, sino que es él quien toma las decisiones. Su aparición con ropa informal, que obviamente no era obra de sus cuidadores, fue una prueba fehaciente de que es el Papa y nadie más quien decide lo que hace.
Mientras tanto, el Papa continúa recuperándose. El martes 15 de abril, el portavoz del Vaticano afirmó que su condición está mejorando tanto en movilidad como en función respiratoria.
De hecho, los resultados de mi pequeña encuesta apoyaron firmemente al Papa. Al preguntarles qué opinaban de sus repetidas incursiones fuera de su residencia, sólo el 7% de los encuestados calificó su comportamiento de inspirador y el 34% lo consideró imprudente. Sin embargo, una sólida mayoría (el 59%) dijo que era asunto suyo.
.@Pontifex, a self-styled "impatient patient," is not following the convalescence recommended by his doctors, and venturing repeatedly outside his residence. Is this:
— Francis X. Rocca (@FrancisXRocca) April 12, 2025
El veredicto: Dejemos que Francisco sea Francisco.
Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register.