El debate sobre la inmigración, el control fronterizo y el reasentamiento de refugiados sigue siendo un tema candente entre la población de Estados Unidos en general, incluyendo a los católicos estadounidenses, quienes tienen posturas muy diversas al respecto. Diversos legisladores, teólogos y representantes de organizaciones católicas de ayuda han compartido sus opiniones sobre el tema con CNA, agencia en inglés de EWTN News.
Tras los recortes de fondos de la administración Trump, organizaciones católicas de ayuda, como Catholic Charities y el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, han abogado abiertamente por la restauración de la ayuda a sus programas, que benefician a migrantes y refugiados. Como parte de la congelación de fondos de 90 días, se congelaron más de 18 millones de dólares en fondos federales para JRS de Estados Unidos, aunque desde entonces se ha reautorizado la ayuda a programas seleccionados. Catholic Charities en diversas partes del país han cerrado los servicios para refugiados y otros programas debido a la congelación.
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En una conferencia patrocinada por JRS USA a finales del mes pasado, Kevin Appleby, ex director de política migratoria de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés) y actual director senior de política migratoria internacional del Center for Migration Studies, opinó sobre la división entre los obispos estadounidenses y la administración.
“Siempre he creído que el diálogo es importante”, declaró a CNA. “No creo que la Iglesia deba esperar cuatro años. Debemos intentar involucrar a la administración tanto como sea posible, porque al hacerlo, podemos ayudar a los refugiados”. Appleby indicó que hay áreas en las que la Iglesia y la administración Trump podrían encontrar puntos en común, como la lucha contra la trata de personas.

En esa misma conferencia, el Cardenal Robert McElroy, Arzobispo de Washington, enfatizó que “tenemos que recordar que el llamado de Jesús es constante, a estar siempre atentos a las necesidades y el sufrimiento que nos rodean, a percibirlo y luego actuar”, dijo, comparando la difícil situación de los migrantes con la víctima de los ladrones en la parábola del buen samaritano.
El cardenal criticó la suspensión de la ayuda exterior por parte de la administración Trump, calificándola de "inadmisible desde cualquier perspectiva católica" y "un robo moral a los hombres, mujeres y niños más pobres y desesperados del mundo actual". Si bien reconoció la necesidad de control fronterizo, el arzobispo condenó las deportaciones masivas y pidió una legislación que apoye una política generosa de asilo y refugio.
Una perspectiva tomista
Tanto San Agustín como Santo Tomás de Aquino también se han convertido en objeto de atención mediática sobre el tema debido a la reciente invocación del concepto de “ordo amoris” por parte del vicepresidente JD Vance en el contexto del debate sobre la inmigración, que luego obtuvo una respuesta del propio Papa Francisco.
Al hablar de este principio, Vance, católico, afirmó que el “ordo amoris” enseña que la compasión debe ir primero hacia la familia y los conciudadanos, y luego hacia el resto del mundo. “Amas a tu familia, luego a tu prójimo, luego a tu comunidad, luego a tus conciudadanos en tu propio país, y después puedes centrarte en el resto del mundo y priorizarlo”, afirmó Vance.
El Papa Francisco envió rápidamente una carta a los obispos estadounidenses en la que afirmó que “el amor cristiano no es una expansión concéntrica de intereses que poco a poco se amplían a otras personas y grupos”.
Al ofrecer ideas adicionales sobre el tema de la acogida al extranjero, el presidente de la Pontificia Facultad de la Inmaculada Concepción de la Casa de Estudios Dominicana, el P. Thomas Petri OP, señaló que “obviamente, Aquino no tenía las mismas preocupaciones sobre la inmigración ya que su época no estaba marcada por el globalismo de hoy”.
El P. Petri afirmó que el tratamiento más explícito del Doctor Angélico sobre el tema se encuentra en su análisis de los preceptos judiciales de la ley mosaica. En esencia, según el P. Petri, Santo Tomás de Aquino “argumentó que los extranjeros que sólo están de visita o se quedan por un corto período deben ser recibidos sin problema, [citando] Éxodo 22,20 (‘No maltratarás al extranjero ni lo oprimirás’)”.
Sin embargo, explicó el P. Petri, para los extranjeros que deseaban obtener la ciudadanía, Santo Tomás señaló que en aquellos tiempos “no se les admitía la ciudadanía hasta dentro de dos o tres generaciones”. El P. Petri añadió: “La razón de este caso nos resulta instructiva”.

Según el sacerdote dominico, Aquino creía que “quienes quieran ser ciudadanos deben llegar a comprender y mantener el bien común de la sociedad ‘firmemente en el corazón’, para no intentar hacer algo (incluso sin intención) que pueda dañar a la sociedad”.
Reacción contra el reasentamiento de refugiados
Como lo ve el director ejecutivo del Centro de Estudios de Inmigración (CIS, por sus siglas en inglés), Mark Krikorian, el sistema de refugiados ha sido “tan abusivo con los contribuyentes y ha desviado tanto los recursos” que “quizás se requiera un instrumento contundente, al menos al principio, para abordarlo”.
Conocido por su estrecha relación con la administración Trump, el CIS se autoproclama un centro de estudios “baja inmigración, pro-inmigrante”. El propio Krikorian es diácono de la Iglesia Ortodoxa Apostólica Armenia.
Según Krikorian, el debate moral en torno al reasentamiento de refugiados no gira sólo en torno a la cantidad de dinero que se gasta o a qué servicios tienen derecho las personas, sino al propósito del reasentamiento en sí.
“Esta imagen pública del reasentamiento es que estamos salvando vidas, cuando la realidad no es así”, dijo, y agregó: “En todo caso, muere más gente por el dinero que gastamos en el reasentamiento de refugiados que si lo gastáramos en protección de refugiados en el extranjero”.
“Analizamos a fondo los costos de reasentar a un refugiado aquí en comparación con el costo de cuidarlo en el país donde obtuvo su primer asilo”, continuó Krikorian. “El costo de reasentar a un refugiado durante cinco años fue 12 veces mayor que el costo de cuidarlo en el país donde obtuvo su primer asilo”.

“La analogía es que hay 12 personas hundidas en el agua, y en lugar de lanzarles un salvavidas a cada una, lo cual no es gran cosa, pero al menos no se ahogarán, enviamos un yate a recoger a una de ellas y dejamos a las demás a su suerte”, añadió. “Simplemente no hay excusa”.
Si bien reconoció las preocupaciones por la dignidad humana expresadas por los obispos estadounidenses que abogan por la restauración del programa de reasentamiento, Krikorian también señaló que “no existe una fuente inagotable de financiación para la protección de los refugiados”. Por lo tanto, argumentó, la mejor manera de usar el dinero de los contribuyentes para este propósito sería ayudar a los refugiados en el extranjero, “donde se obtiene mucho más por la inversión humanitaria”.
Una “visión más amplia”
“Yo recomendaría a los católicos que adopten una visión más amplia de la enseñanza católica, que no apoya las fronteras abiertas ni la migración ilegal”, dijo a CNA Chad Pecknold, profesor asociado de teología sistemática en la Catholic University of America (CUA).
“Además, quisiera recordar a los fieles católicos que la USCCB no es ‘la Iglesia Católica’, sino una conferencia nacional que ha externalizado gran parte de la labor caritativa de la Iglesia con los inmigrantes a organizaciones no gubernamentales (ONG), muchas de las cuales se basan en los principios liberales que han operado en la ayuda humanitaria global durante décadas”, añadió. Esto, dijo, “está en el centro del llamado ‘debate’ entre la USCCB y la administración”.
Pecknold recordó las enseñanzas del papa Benedicto XVI en Deus caritas est, que establecían que la labor caritativa de la Iglesia “debe evitar cualquier atisbo de ONG”. Las enseñanzas de Benedicto no pretendían impedir que la Iglesia se aliara con programas federales, afirmó, sino más bien disuadirla de depender de la ayuda gubernamental.
Cabe destacar que la USCCB anunció su decisión de poner fin a sus acuerdos de cooperación con el gobierno federal para el reasentamiento de refugiados y menores no acompañados.
Varios obispos estadounidenses siguen instando a la administración Trump a dar un giro radical a las deportaciones masivas, citando la doctrina social católica sobre la dignidad humana. En una reciente vigilia en solidaridad con los migrantes en El Paso, Texas, el obispo Mark Seitz describió las acciones de la administración al respecto como “un ataque fundamental a la comunidad humana. Al cuerpo. A la visión de Jesús de una humanidad plenamente reconciliada”.
Pecknold señaló que la Iglesia se ha opuesto a las deportaciones masivas desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, entonces, como ahora, la postura de la Iglesia contra esta práctica se ha basado en la prudencial advertencia de que las naciones tienen derecho a decidir sobre estas cuestiones.

“Nunca se presentó como un ‘ataque fundamental’ a ninguno de los puntos emotivos en los que insisten los obispos”, continuó. “Creo que es positivo que la Iglesia siempre defienda a la familia migrante, a mantenerla unida y segura, y, cuando sea necesario y posible, a su regreso a sus países de origen. Pero creo que las condenas del obispo Seitz van demasiado lejos”.
El profesor de la CUA también hizo referencia a la Exsul Familia Nazarethana del Papa Pío XII, la única encíclica papal sobre la cuestión de la migración, en la que Pecknold dijo que “la preocupación abrumadora era proteger la unidad familiar”.
“La encíclica del Papa Pío XII sobre la protección de los migrantes no hizo que la dignidad humana dependiera de los derechos absolutos de las personas que desean cruzar cualquier frontera, independientemente de las leyes”, explicó. “Para Pío XII, la dignidad humana estaba ligada a la familia, y la difícil situación de los migrantes se basaba tanto en la misericordia como en la justicia: la misericordia para la familia migrante debe equilibrarse con las leyes justas de las naciones”.
Durante 2.000 años, reflexionó, la Iglesia Católica ha servido como “una luz” para las naciones en estas cuestiones sociales cruciales, no actuando como activistas sociales, “sino alentando a los gobernantes a hacer que ‘la justicia y la misericordia se besen’ en la medida de lo posible en sus decisiones prudenciales de gobierno cívico”.
Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en CNA.