Un misionero brasileño, el P. Jonathas Fernandes, trabaja en medio de la densa jungla de Colombia “plagada de enfermedades tropicales, serpientes y otros animales venenosos”, según reseñó la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN, por sus siglas en inglés). 

La labor misionera del P. Fernandes se desarrolla en el Vicariato Apostólico de Mitú, en la amazonía colombiana que limita con Brasil. Allí reside desde hace 9 años, en los que se ha dedicado a llevar la alegría del Evangelio a las comunidades más remotas. Hace apenas 6 años se ordenó sacerdote, después de completar su formación en medio de la selva.

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A pesar de los peligros y de los desafíos que presenta esta inhóspita región colombiana, la Iglesia Católica ya tiene más de 100 años de presencia en el lugar, precisa ACN. El P. Fernandes está completamente aislado del mundo exterior, con el que puede llegar a no tener contacto alguno durante meses.

“Cada seis meses viaja a la sede del vicariato para recoger provisiones, combustible para su barco y todo el material litúrgico como hostias, biblias y demás materiales de catequesis”, señala la fundación pontificia. 

Esta no es una tarea sencilla. Para cumplirla, el vicariato sólo cuenta con un pequeño avión monomotor con poca capacidad de carga. Esto lleva al sacerdote a ser muy precavido con el uso de los insumos. “Tengo que vigilar mucho el consumo que hago del combustible y las provisiones, o podría quedarme sin nada”, afirmó a ACN.

Las localidades del vicariato están extremadamente alejadas: hay 16 de ellas que están a 4 horas de viaje en barco, pero hay una —resalta el P. Fernandes— que se encuentra a 7 días de viaje. “A causa de estas distancias, sólo logra visitar algunas de ellas cada uno o dos años”, añade. En cada visita, el misionero brasileño debe presidir hasta 10 bautizos diarios.

De los 26 grupos indígenas que hacen vida en Mitú, casi todos han tenido contacto con el catolicismo. Sin embargo, manifiesta el sacerdote, la presencia de otras confesiones cristianas han tomado fuerza en el lugar, desde la década de los 80 y los 90, gracias a la poca cantidad de misioneros.

El P. Fernandes es consultado a menudo sobre sus razones para trabajar apostólicamente en un lugar tan inaccesible, a lo que contesta con sencillez que es la alegría de administrar los sacramentos lo que le moviliza. “¡Es como caminar juntos hacia el cielo! Y eso produce un gozo que no se puede explicar”, sentencia.

Durante estos años en la amazonía colombiana, el sacerdote jamás se ha visto en un peligro mortal importante, pero remarca que no por eso los obstáculos son sencillos: “Tenemos que superar cascadas y arrastrar la barca por las rocas cuando el agua es demasiado poco profunda”.

“Otros no han tenido tanta suerte y han corrido mucho peligro al volcar sus barcas”, comenta.

Por último, el P. Fernandes agradece el apoyo de numerosos benefactores —especialmente de ACN— que hacen posible que los misioneros puedan seguir adelante con su labor evangelizadora. Toda la ayuda y la generosidad que viene de fuera, concluye, ayuda a mantener viva la misión en Mitú.