Mons. Robert Barron, Obispo de Winona-Rochester (Estados Unidos) y fundador del apostolado Word on Fire, explica 3 promesas “contraculturales” que hace todo sacerdote de la Iglesia Católica el día de su ordenación.

Así lo indicó el prelado estadounidense, que sirvió también como Obispo Auxiliar de Los Ángeles, en un artículo del 7 de mayo titulado Las 3 promesas contraculturales de un sacerdote, al reflexionar en las ordenaciones que presidirá el próximo 8 de junio.

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1. La promesa de rezar la Liturgia de las Horas todos los días

Mons. Barron resalta que cuando un joven se ordena sacerdote promete “recitar fielmente la Liturgia de las Horas, esa compilación maravillosa de Salmos, himnos y oraciones, ofrecida en cinco momentos a lo largo del día. (…) Implica, para hacerlo simple, la consagración continua y consciente del tiempo”.

El prelado lamenta que actualmente “los jóvenes en Occidente se están secularizando rápidamente y se están desafiliando de las iglesias. Constituyen, como argumenta Charles Taylor, la primera generación de la historia humana que literalmente se está haciendo adulta sin un marcado sentido de lo trascendente”.

“Como he estado insistiendo estos años, este vaciamiento de lo sagrado ha causado estragos en las mentes, corazones y almas de esta generación, en la que los números que miden ansiedad, depresión e ideas suicidas han alcanzado un máximo”, prosigue.

Por lo tanto, “cuando un joven realiza una promesa solemne frente a Dios y a su comunidad de que, para el resto de su vida, rezará la Liturgia de las Horas todos los días, se está enfrentando a este secularismo que mata el alma. Está declamando que Dios existe y que Dios importa”.

2. La promesa de vivir el celibato

“La segunda promesa que realiza es vivir el celibato. Sé que se ha dicho miles de veces, pero vale la pena repetirlo: ¡el celibato no es una denigración del sexo ni del matrimonio!”, exclama el Obispo de Winona-Rochester.

“Tenemos que evitar siempre una lectura dualista o platónica del celibato en que la renuncia al matrimonio se interpreta como una especie de dictamen sobre lo físico y el placer”, continúa y precisa que el celibato es “en primer lugar, un camino de libertad”.

De ese modo, “desligado de esposa e hijos —y de todas las responsabilidades que ello conlleva— el hombre célibe puede dedicarse por entero a Dios y a la gente a la que sirve” y proporciona “un testimonio, incluso ahora, del modo en que amaremos en el cielo”.

“Qué indispensable es que, en una sociedad prácticamente obsesionada con el sexo y la libertad sexual, pueda haber, viviendo entre nosotros, hombres que encarnan una forma de amor espiritualizada”, subraya el fundador de Word on Fire.

3. La promesa de obedecer al obispo

“La tercera y última promesa que hace un hombre en su ordenación es obedecer al obispo. ‘Prometo obedecerte a ti y a tus sucesores’, dice mientras coloca sus manos, a la manera de un vasallo feudal, en las manos del prelado ordenante”, explica Mons. Barron.

Recordando el día de su ordenación sacerdotal hace 38 años, el prelado comenta: “Deposité mi vida en las manos de mi obispo, confiando que, a través de su voluntad, el Espíritu Santo me guiaría. Una vez más, ¡qué extraño parece este acto hoy! Me he referido a menudo a la nuestra como la ‘cultura de la autoinvención’”.

El Obispo de Winona-Rochester indica asimismo que se ha llegado hoy “hasta el punto en el que hoy la determinación del propio género y de la identidad corporal es completamente un asunto de elección personal”.

“Mientras la posición predeterminada de la mayoría de los jóvenes de hoy es que sus vidas les pertenecen por completo, el sacerdote, en el día de su ordenación, dice que su vida no le pertenece para nada, sino a Dios y a los propósitos de Dios”, concluye.