San Martín de Porres, fraile peruano de la Orden de los dominicos, se caracterizó por su humildad heroica y su predilección por los más necesitados de la sociedad. Sin embargo, también por los numerosos milagros que realizó en vida —aunque nunca se los atribuyó—, y por los que sigue alcanzando de Dios, después de su muerte, gracias a su poderosa intercesión en el Cielo.
Tal es el caso de Sor María del Carmen Rodríguez, de la Orden de los Predicadores, quien relata cómo un día San Martín de Porres le salvó la vida. Un día como hoy, 3 de noviembre pero de 1994, la religiosa se encontraba en la huerta de su monasterio. En el centro de la huerta había un palomar de dos pisos, a la planta superior se llega mediante una escalera “rústica y casera”.
“Vi cómo entraban palomas en el palomar, lo cual me llamó mucho la atención y pensé: '¿Habrá pichones?' Dicho y hecho; me fui al palomar, subí la escalera y empecé a dar la vuelta para mirar los nidos”, afirma la Hna. Rodríguez.