Pero, al mismo tiempo, “es, a la vez y sobre todo, un libro (de hecho, decimos la Biblia)”, tanto en su aspecto lingüístico, como “sobre todo, desde el punto de vista histórico, sociológico y teológico”.
Su unidad se apoya, por una parte, en la historia de salvación que refleja: “Una historia sagrada que tiene su inicio en la creación y culminará en la nueva creación, la Jerusalén celestial”. Muestra de esto es la larga genealogía que culmina en el nacimiento del Mesías al inicio del Evangelio según San Mateo, recuerda el catedrático.
Un segundo elemento de la unidad de la Biblia es “el sujeto de esta historia”. El Antiguo Testamento hace referencia “al pueblo heredero de la promesa” de Dios a Abraham, “que alcanzará su plenitud en el pueblo de la Nueva Alianza, en la Iglesia”.
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