La nueva edición del Salterio de mis horas de Luis Lucia arroja luz sobre la versión que el Padre Marcial Maciel presentó como propia

La nueva edición en la Biblioteca de Autores Cristianos del Salterio de mis horas de Luis Lucia Lucia, a cargo de Vicente Comes Iglesia (Madrid 2014), nos permite considerar, prácticamente por primera vez, una conmovedora figura del siglo XX y una notable obra de espiritualidad católica. (Escribí sobre este tema en un artículo anterior).

También nos permite algo menos edificante: comparar en detalle la obra original con su apropiación por el Padre Marcial Maciel en el Salterio de mis días, tenido durante décadas como obra de espiritualidad fundacional dentro de la congregación que él fundó en Méjico en 1941, los Legionarios de Cristo.

Lucia escribió su Salterio cuando era un prisionero político en la cárcel de Barcelona, entre 1937 y 1941, condenado primero por la República Española y luego por Franco. La obra era pues políticamente incómoda para muchos, lo que quizás contribuyó a que permaneciera sin ser publicada durante largo tiempo, alcanzando sólo una pequeña edición en Valencia en 1956. Ese fue el año en el que Maciel se trasladó a España, habiéndole sido impedida por la autoridad Vaticana la permanencia en Roma, a donde él había llevado su congregación, y habiendo sido suspendido de su condición de superior de la orden mientras se abría una investigación por los cargos de abuso de drogas, abuso sexual y otras irregularidades de la vida religiosa. Muy pronto en ese período que él llamó su exilio, encontró el Salterio de Lucia y lo tomó como propio. Maciel dio forma a un texto nuevo en el que se combinaba el plagio –literal o ligeramente adaptado- con algunos pasajes originales que imitaban el estilo poético de Lucia. En la obra de Lucia encontró el lenguaje poético y el planteamiento teológico con que interpretar su período de suspensión, 1956-59, como los años de la “Gran Bendición”.

La primera Visita Apostólica de los Legionarios comenzó en Octubre de 1956, a raíz de las quejas de varios obispos mejicanos y por la preocupación de algunos de los Legionarios que vivían en Roma. Se le pidió a Maciel que dejara la dirección de los Legionarios y que abandonara Roma, y así lo hizo. En Febrero de 1957 la Visita recomendó, entre otras cosas, que Maciel fuera relegado para siempre de su cargo. Sin embargo, hubo en Julio de 1957 un relevo y los nuevos Visitadores se mostraron más amigables con Maciel. En Septiembre de 1958 se llegó a un arreglo por el que Maciel era rehabilitado aunque bajo ciertas restricciones.

Maciel fue restablecido por la Congregación de Religiosos en una carta del 13 de Octubre de 1958 dirigida al Cardenal Clemente Micara, Vicario General de Roma, quien comunicó a Maciel su rehabilitación el 6 de Febrero de 1959 (¿Por qué se hizo cuatro días después de la muerte de Pío XII? Un interregno papal no es tiempo para transacciones en el Vaticano. ¿Por qué cayó el asunto bajo la jurisdicción de Micara, o por qué la rehabilitación fue demorada por cuatro meses? Son preguntas que nunca se han respondido.) Así es como la primera Visita Apostólica a los Legionarios terminó sin que se concretara nada, lo que permitió a Maciel y los Legionarios presentarla como una plena reivindicación y seguir adelante con normalidad.

El Salterio de mis días llegó a ocupar un lugar central en el esfuerzo de los Legionarios por convertir en positivo el negativo de Maciel, y en un salto hacia adelante desde la aparente desgracia. Los Legionarios entendieron que el trabajo había sido escrito en 1957, mientras un exiliado Maciel se debatía en la oración para sobrellevar la calumnia y la persecución por parte de los enemigos de la Legión. Primero circuló en hojas impresas o fotocopiadas unidas con grapas. Más tarde, con motivo del 50 aniversario de la fundación de la Legión, una elegante edición fue publicada privadamente por el Centro de Estudios Superiores de Roma, regido por los Legionarios. La obra llegó a ser una referencia esencial de la lectura espiritual de los Legionarios y del Regnum Christi, usada, por ejemplo, como materia de meditación en una (proyectada) obra en tres volúmenes de comentarios por un importante legionario, el Padre Cristóforo Fernández (Salterio de mis días: 98 Meditaciones. Tomo 1. Editorial Nueva Evangelización, 1998)

Se considera probable, como Vicente Comes me hizo saber en un correo electrónico, que Maciel recibiera una copia del Salterio de mis horas, entonces recientemente publicado, a través de su hijo Luis Lucia Mingarro (1914-1984), quien tenía en 1957 cuarenta y tres años y vivía en Madrid muy cerca del domicilio donde Maciel estableció su residencia, o por medio de algún conocido común a quien el hijo del político podría haber regalado una copia. Este era un director de cine entonces en la cumbre de su carrera como productor, director y guionista, y cuya filmografía llega a cuarenta películas rodadas entre 1942 y 1972. (Como investigador de la vida y obra del político Lucia y como reciente editor del Salterio, cuyo texto está basado en un manuscrito autógrafo que guarda la familia, el profesor Comes ha mantenido estrecho contacto con ellos. Una de las hijas de Lucia, Josefina Lucia Mingarro, que mecanografió el Salterio al dictado de su padre en 1941 durante su exilio en Mallorca, ha contribuido a la nueva edición con un testimonio personal.)

La editorial valenciana Tipografía Moderna sacó a la luz en 1956 el Salterio de mis horas. Según Comes, fueron unas 500 copias. Organizar, pagar, y dar circulación a aquella edición privada fue un acto de piedad hacia la memoria de Lucia por parte de sus familiares, amigos y seguidores. Habían sido animados y apoyados por el obispo de Valencia Marcelino Olaechea Loizaga, quien quedó admirado al leer el manuscrito en casa de la hija mayor, Pilar, y contribuyó a la edición con un prólogo. Pero se descartó la posibilidad de venderlo en librerías, porque, incluso trece años después de la muerte de Lucia, la autoridad política quizás lo habría considerado una provocación. De hecho, los censores exigieron que se omitiera cualquier referencia al hecho de que el Salterio había sido escrito por un prisionero político del régimen de Franco. El Salterio de Lucia había sido publicado tan privada y discretamente que parece evidente que Maciel estimó que podía apropiarse de él sin ningún problema.

Así lo consiguió mientras vivió (murió en 2008 a los 87 años de edad), y el Salterio fue leído en el entorno de los legionarios, privada y discretamente, como obra suya. La familia de Lucia, que guardaba el libro como un valioso patrimonio familiar, nada sabía de la versión legionaria de Maciel, según me dijo Comes, hasta que, hace unos pocos años, un miembro de la familia lo descubrió y lo dio a conocer. El hecho de que el Salterio no era original de Maciel llegó a ser públicamente conocido en Diciembre de 2009, el mismo año en que se reconocieron muchos aspectos de la doble vida que Maciel había llevado de forma oculta. Se hizo público un documento interno de los Legionarios revelando el plagio. Como informaba ACI Prensa, “pese a que el memorándum interno de la Legión de Cristo no describe la copia del P. Maciel como «plagio», un miembro español de los legionarios declaró a Catholic News Agency que la versión del fundador reproduce «el 80 por ciento del libro original en contenido y estilo».” Pero cualquier detalle más allá de esa información, incluso el conocimiento básico de la vida y obra de Luis Lucia, ha sido hasta ahora difícil de conocer, excepto para aquellos que estaban en posesión de una de las pocas copias de la edición privada de 1956.

Con la nueva edición de Comes, podemos ahora describir la apropiación de Maciel con más precisión. Según mi cómputo, impreciso y no digitalizado, Maciel usó 52 de las 61 páginas de Lucia, tomando el 85 por ciento y omitiendo el 15 por ciento. Maciel escribió 27 de sus 88 páginas sin basarse en Lucia, de modo que el 31 por ciento del Salterio de Maciel consiste en material adicional. Gran parte de lo que Maciel toma de Lucia es literal, pero hay muchos pequeños arreglos de estilo y significado. Con frecuencia, Maciel reescribe los largos textos de Lucia en un orden diferente. La apropiación de Maciel es por tanto una combinación de plagio literal y adaptación creativa sin reconocimiento de la fuente original.

(Yo he comparado la nueva edición de 2014 del Salterio de mis horas de Lucia, dirigida por Comes, así como la edición de 1956, con el escrito de Marcial Maciel, Salterio de mis días, Ediciones CES, Roma 1991. La edición privada de 1956, basada en el mecanografiado y a la que tuvo acceso Maciel, difiere muy ligera y ocasionalmente de la reciente edición de 2014, basada en el manuscrito. En la presente traducción al castellano de mi artículo, los textos de Lucia que paso a comentar son los de 1956.)

Muchos de los cambios de Maciel simplifican y abrevian. Maciel omite a veces las prolijas repeticiones de conectivas y conjunciones en Lucia. Por ejemplo, el “¡Gracias mil, Señor!” de Lucia se convierte en Maciel en un “Gracias, Señor”. El plural reverencial con que Lucia se dirige a Dios (tomad, decid, vuestro siervo) es cambiado por Maciel a forma singular (toma, dime, tu siervo)

Maciel omite en la versificación las sangrías de Lucia y rompe las frases de la prosa poética de Lucia en versos más cortos, una cualidad que se invitaba a que admirasen los Legionarios en la introducción a la edición de 1991, dirigida por Bernardo Skertchly, sacerdote legionario y por mucho tiempo estrecho colaborador del Padre Maciel: “El salmo gana para la frase corta la sonoridad del ritmo, la expresividad más densa de la frase lograda, la nobleza del vocabulario y de la adjetivación… Un uso, sin embrago, austero, que Nuestro Padre mantiene con la sencillez y espontaneidad del lenguaje hablado, sin dar la sensación de artificio.” Por ejemplo, el pasaje del salmo 24 de Lucia:

“Y quiero que, como a las vírgenes prudentes, no me falte nunca «el aceite en mi lámpara» para que no me cojas a oscuras, ni me cierres la puerta de tus bodas ni me digas, como a las vírgenes fatuas en aquel día grande, que no me conoces…”

pasa a ser en Maciel 12.2 (Salmo por el Evangelio. Vigilancia):

“Y quiero que, como a las vírgenes prudentes,
no me falte nunca el aceite en mi lámpara
para que no me cojas a oscuras
ni me cierres la puerta,
ni me digas, en aquel día grande,
que no me conoces...”

También es característica de Maciel la omisión de las comillas. El énfasis con el que se enmarcan las citas literales es parte de la técnica de alusión y síntesis en Lucia. Maciel omite expresiones del tipo “Como dice el Eclesiastés”, “como las amaba tu Francisco de Asís.”, “cual decía tu Teresita del Niño Jesús…”

Los salmos de Lucia están titulados por solo un número, del 1 al 28. Originalmente, los salmos de Maciel no tenían título, pero en la edición de 1991 se agruparon en 15 salmos largos y una oración final, siendo los salmos a su vez divididos en capítulos titulados. Lucia decía haber escrito con espontaneidad, “al correr de la pluma”, aunque el Salterio tiene una lógica de conjunto no muy distinta a la que utiliza para estructurar pasajes individuales: la libertad y dignidad humana llevan a la aceptación de la cruz y a la entrega de uno mismo; la pérdida de dignidad ante el mundo supone un desprendimiento que no conduce a la decadencia sino al perdón y al amor del prójimo. Esta conversión le hace verse a sí mismo como hijo pródigo que desea presentarse ante Dios con frutos de penitencia.

Los arreglos de Maciel evidencian otro esquema cuando los 15 títulos de capítulo son listados en orden: Salmos de ofrecimiento; de fe, esperanza y amor; de amor por la creación y amor al hombre; de perdón, amor tierno y humilde, amor de la cruz, desprendimiento, oración incesante; del Evangelio, los sacramentos, amor por la Iglesia; y de la bendición en mi destierro.

El nuevo título de Maciel adapta la obra a sus circunstancias. El “Salterio de mis horas” de Lucia evoca el tiempo pasado lentamente en prisión. Los días del “Salterio de mis días” de Maciel son los del destierro, que es como alude en su Salterio a las circunstancias de su exclusión disciplinaria por parte de Roma. En el salmo 14 de Lucia, se dice:

“¡Oh bendita cruz que Tú, Señor, me diste!
Con ella sobre mis hombros, camino mis días por la calle de Amargura de mi larga pasión.”

En el 9.3 (Salmo del amor a la cruz. ¡Oh cruz hermana!), Maciel cambia a:

“¡Oh bendita cruz que Tú, Señor, me diste!
Con ella sobre mis hombros,
camino los días de mi destierro
por la vía dolorosa de mi larga pasión.”

Lucia comienza el salmo 28, su oración final:

“Y como corona de este mi Salterio de mis horas de soledad y de dolor, déjame, Señor, que, arrodillado ante Ti, repita una vez más la plegaria de todos mis días y de todas mis noches.”

Maciel comienza así su salmo final (Salmo de bendición en mi destierro):

“Y como corona de estos días de mi destierro,
de soledad y de dolor, déjame, Señor,
que, arrodillado ante Ti,
repita una vez más la plegaria de todos mis días
y de todas mis noches…”

En 27, Lucia reza:

“Y, finalmente, yo te ruego, Señor, por España, por mi España; por esta amada y pobre Patria mía que…”

En Maciel 13.5 (Salmo por los sacramentos. Eucaristía) esto se convierte en:

“Y, finalmente, yo te ruego, Señor, por España,
por nuestra España,
por esta amada y pobre patria,
hogar de mi destierro y mi sufrimiento...”

Maciel hace otros cambios apropiados a su situación. A veces entiende metafóricamente lo que en la situación de Lucia era literal. La oración de Lucia, “Déjame que bese las manos benditas que firmaron mis sentencias de muerte” tiene un sentido literal: Un tribunal de la dictadura militar le había condenado a muerte (aunque posteriormente le fue conmutada la sentencia). Cuando Maciel se apropia literalmente de esta oración, la “condena a muerte” es sólo una metáfora de la Visita Apostólica, que obviamente no tenía autoridad para imponer la pena capital. Cuando Lucia habla de su familia y amigos, “Y tu Justicia, Señor…es el deber del cuidado, sustento y educación de los míos”, Maciel se refiere a su propia congregación como fundador.

En el salmo 26 Lucia pasa frío, literalmente, en su celda y hace de ello una metáfora espiritual:

“¡Déjame, Señor, ir a Ti!
Porque yo sé que Tú has venido «a echar fuego a la tierra» y que quieres «que la tierra arda».
Y yo me muero de frío, Señor.
Y yo quiero que Tú me calientes…”

El contexto de una prisión no se aplica a Maciel en 12.5 (Salmo por el Evangelio. Fuego he venido a traer):

“Déjame, Señor, ir a Ti.
Porque yo sé que Tú has venido
a echar fuego a la tierra,
y que quieres que la tierra arda.

Haz, que no muera de frío, Señor.
Yo quiero que Tú me calientes...”

Maciel (que aún no era padre biológico) tiene que interpretar las palabras de Lucia en el salmo 27:

“Y ahora, vacío ya mi cáliz con esta ofrenda, de nuevo lo acerco a mí para depositar en él los más caros afectos de mi corazón…

Mi mujer; mis hijos; mis hermanos; aquellos otros, mis dilectos amigos del alma, que no quisieron negarme en la hora de mi tribulación…”

en un sentido apropiado al fundador de una congregación, en 13.5 (Salmo por los sacramentos. Eucaristía):

“Y ahora, vacío ya mi cáliz con esta ofrenda,
de nuevo lo acerco a mí para depositar en él
los más caros afectos de mi corazón...:
mis hijos, mis hermanos, aquellos otros,
mis dilectos amigos del alma,
que no quisieron negarme
en la hora de la tribulación...”

El tipo de revisión más frecuente en Maciel es la de aminorar o suprimir las duras autoacusaciones de pecado. Lucia había experimentado una profunda conversión en la prisión, teme el juicio de Dios sobre quien tanto ha recibido, y en su humildad se arrepiente de la imperfección, y mucho más del pecado. Pero la vergüenza por la conducta previa es para el Maciel de 1957 un inconveniente para la ocultación de sus crímenes ante los Visitadores Vaticanos. Por ejemplo, escribe Lucia en el salmo 4:

“Quiero creer según tu doctrina.
Y esperar según tus promesas.
Y temer según tus amenazas
y Amar y vivir según tus órdenes y tus consejos.”

lo que se convierte en el salmo 2.1 de Maciel (Salmo de la fe. Dame fe y ciencia de la fe):

“Quiero creer según tu doctrina.
Y esperar según tus promesas.
Y amar y vivir según tus consejos y preceptos.”

Por poner otro ejemplo, Lucia escribe en el salmo 24:

“Yo quiero dar esos frutos de penitencia que tanto necesito para la satisfacción que os debo por mis culpas.
Pero yo sé, Señor, que «Tú eres la vid y nosotros los sarmientos».”

lo cual en Maciel 12.1 (Salmo por el Evangelio. Frutos de conversión) se convierte en:

“Yo quiero dar esos frutos que tanto necesito.
Pero Tú eres la vid y yo uno de los sarmientos.”

Una buena parte de ese 15 por ciento del original que Maciel no tomó de Lucia se sitúa en una serie de estrofas en los salmos de Lucia 21, 22, y principio del 23, que empiezan con la exclamación “¡No tengo excusa, Señor!”, repetida hasta siete veces, donde Lucia expresa su temor al juicio de Dios. No lo hace así Maciel, aunque admite su pecado en términos generales. Maciel usa parte del salmo 23 de Lucia para su salmo 12.8 (El hijo pródigo). Sin embargo, mientras que Lucia ansía volver a la casa de su Padre, Maciel se muestra contento de no tener nada de que arrepentirse. Parte del salmo 23 de Lucia dice así:

“¡No tengo excusa, Señor!
Porque yo también, como el hijo pródigo de tu Evangelio, me alejé muchas veces de tu casa y malbaraté la fortuna de los dones que me diste, en la necia disipación de mundanas glorias y vanidades.
Y si mis labios no dejaron nunca de pronunciar tu Nombre, ¡cuántas veces, en la frialdad de mi alejamiento y en las ventoleras de mi frivolidad, no se apagó en mi corazón y en mis obras el espíritu de tu Nombre!
Quise deshacerme de tu suave yugo, que creí pesado, y fui a caer, como esclavo, en el rudo servicio de los hombres implacables.
Creí que contigo no me saciaba y por donde quiera que fui no encontré sino hambre.
Tuve ansia de vida e, insensato de mí, fui «a buscar entre los muertos a la Vida».”

Maciel en 12.8 lo cambia a:

“Bendito seas, Señor.
Yo no quisiera,
como el hijo pródigo de tu Evangelio,
alejarme nunca de tu casa
y malbaratar la fortuna de los dones que me diste,
en la necia disipación
de mundanas glorias y vanidades.

Yo quisiera que mis labios
no dejaran nunca de pronunciar tu Nombre;
y quisiera no lamentar jamás
la frialdad de un alejamiento de Ti,
ni el ocaso en mi corazón y en mis obras
del espíritu de tu Nombre.

Ni quisiera deshacerme de tu suave yugo,
que por creerlo pesado,
fuera a caer, como esclavo,
en el rudo servicio de los hombres implacables.

Lejos de mí el creer que contigo no he de saciarme,
pues por dondequiera que fuera
no encontraría sino hambre.
Y ansioso de vida, insensato de mí,
buscaría entre los muertos al que vive.”

Lucia se confiesa pecador en el salmo 27:

“E instintivamente, Señor, yo acerco a mí también este pequeño cáliz con que Tú me has regalado…
Yo, Señor, desgraciadamente para mí, te he negado muchas veces con mi conducta.
Yo sé, Señor, que no puedo alardear de que no te negaré nunca con mis palabras, aunque espero no negarte con la ayuda de tu gracia divina.
Porque Pedro era Pedro y antes de que el gallo cantase ya te había negado tres veces… .
Pero Tú sabes, Señor, que, hasta ahora, yo no te negué jamás delante de los hombres, y que mis labios te confesaron y proclamaron «en la gran asamblea»… .”

mientras que Maciel no tiene nada que confesar, en 13.5 (Salmo por los sacramentos. Eucaristía):

“E instintivamente, Señor,
acerco a mí también este pequeño cáliz
con que Tú me has regalado...

Yo, Señor, por tu infinita Bondad y Misericordia,
no te he negado nunca con mi conducta.
Yo sé, Señor, que no podré alardear
de que no te negaré nunca con mis palabras,
aunque espero no negarte
con la ayuda de tu gracia divina.

Pero Tú sabes, Señor, que, hasta ahora,
yo no te negué jamás delante de los hombres,
y que mis labios te confesaron
y proclamaron en la gran asamblea...”

Maciel omite en este pasaje la referencia de Lucia a la traición de Pedro. La figura de Pedro aparece como un añadido de Maciel en 14.2, como el Papa (Salmo del amor a la Iglesia. Sucesor de Pedro), y en 7.2 (Salmo de perdón. Como Pedro, guardo mi espada refulgente). Maciel tiende a pensar más en sí mismo perdonando a sus enemigos que en Dios perdonándole a él:

“A los que me crucifican lentamente,
a los que me persiguen y maltratan,
desde lo alto de mi pequeña cruz,
yo también los perdono, Señor,
y como Pedro guardo mi espada refulgente;
porque en tu Reino sólo penetran los mansos,
los que no atizaron el fuego del deseo
de odio y de venganza
en las jornadas lentas y agobiantes.”

El 30 por cien del material que Maciel añadió al Salterio imita aspectos de la versificación de Lucia, pero no su estilo retórico. Entre las figuras bíblicas que aparecen en Maciel y no en Lucia están Job, Judas, y David y Goliat. El salmo 2.2 de Maciel (“Creo, como Job, cuando tu luz se apaga”) expresa fe en medio de la duda y de la tribulación. El salmo 7.3 de Maciel (“Aún no he aprendido a odiar”) intensifica las memorables palabras de Lucia “A las puertas de la muerte me llevaron porque no sabía odiar. Y de las puertas de la muerte vuelvo y aún no he aprendido a odiar” con

“Y a tus enemigos, Señor, les ofreciste
tu gracia más delicada:
a Judas, el traidor, un beso de amistad;
y al centurión que abrió tu cuerpo,
la visión que supera toda visión: tu fe.”

El salmo 8 de Maciel (“Salmo del amor manso y humilde. La humildad es tu rostro”) dice así:

“Amaré, Señor, a mi prójimo en la humildad,
porque la humildad es tu rostro;
porque la has elegido como la piedrecilla de David
para derribar la mole de Goliat;
porque fue tu compañera
desde Nazaret hasta la Cruz...”

Maciel amplía particularmente el texto de Lucia en el tema de los sacramentos (cinco de siete), especialmente en lo que toca al sacerdocio y a la Eucaristía.
Maciel omite las palabras penitenciales de Lucia “Yo soy, Señor, un pobre «ciego, guiado por otros ciegos» y que, insensato, quise a otros ciegos guiar”. Más bien, con alguno de sus añadidos, acentúa el tema de su elección divina como fundador y guía de una congregación religiosa. Las palabras que abren el Salterio de Lucia:

“Yo sé, Señor, que nada puedo sin Ti.
Pero sé también que contigo todo lo puedo.

Porque Tú eres Aquél que me confortas.”

se convierten en esta apertura del Salterio de Maciel:

“Yo sé, Señor, que nada puedo sin Ti,
pero sé también que contigo todo lo puedo.
Sé, Señor, que habiéndome elegido,
Tú serás siempre mi fortaleza,
porque Tú eres aquél que me conforta.”

En el salmo 8, Maciel añade un pasaje que nunca hubiera escrito Lucia, quien en 1922 escribía sobre lo inadecuado de fundar “nuevas órdenes religiosas para asombrar al mundo con su santa sabiduría y con su éxito en la reconquista espiritual…”:

“Somos todos obreros de tu Reino
y tenemos que formar una unidad sólida, recia,
como un solo cuerpo,
como un bloque maravilloso de fe y de esperanza
que marche a la conquista de tu Reino
entre los hombres.”

En conjunto, Lucia acepta la prisión política y la amargura del fracaso de su política ortodoxa y progresista en lo social como Cristo aceptó la voluntad de su Padre en Getsemaní (salmo 27):

“También pongo en él [el cáliz de mi ofrenda], Señor, esta cruz que me diste…
Esta mi hermana cruz, con todas sus penas, con todos sus dolores, con todas sus amarguras, con todas sus soledades, con todas sus ingratitudes…”

Maciel usó estas palabras literalmente pero haciéndolas referir a la investigación vaticana de los cargos que él negaba, pero que de hecho eran verdad. Lucia termina su Salterio con la rúbrica: “Luis, Barcelona, 24 Diciembre 1940, Prisión Modelo, Celda 17” (aunque se suprimió esta rúbrica en la primera edición de 1956). Maciel termina así: “M.M., L.C., Madrid, España, en los años de la gran bendición de 1956-1959”. De este modo el sufrimiento de Lucia se convirtió en la estrategia retórica de Maciel. A partir de entonces, Maciel presentó el período de su suspensión y de la Visita Apostólica, 1956-1959, como una falsa persecución y por tanto, ya que los cristianos en unión con Cristo encuentran un sentido redentor en la injusticia sufrida, como “la Gran Bendición”.

Décadas más tarde, se ha sabido que las acusaciones eran verdad y que al mantener que su “persecución” era una “Gran Bendición”, Maciel causó un gran escándalo por utilizar las creencias centrales de la Cristiandad para encubrir su doble vida. Es evidente que fue del Salterio de Lucia de donde Maciel tomó la inspiración para pretender que su injusta persecución era un signo de la elección de Dios.

Los Legionarios perpetuaron esta interpretación y la estrategia retórica de Maciel seguía vigente incluso 50 años más tarde. En Junio de 2006, en el National Catholic Register, entonces publicado por los Legionarios, el Padre Owen Kearns, formulador y proponente del redefinido carisma legionario (ver Kearns and Langan, The Quest for the Core of the Regnum Christi Charism (2014), pronto en español como En Busca del Núcleo), explicaba que la entonces reciente medida disciplinar para Maciel por parte del Vaticano no lo era tal: “No tenemos miedo a la cruz, al contrario, nos honramos en ella”. Kearns incluso usaba la imagen del cáliz de la obra de Lucia: “Si rezáis por los Legionarios, no recéis para que pase de ellos la copa, rezad para que sean dignos de beberla hasta las heces”. Esta interpretación de la medida disciplinar Vaticana de 2006 fue desautorizada oficialmente por el Capítulo de los Legionarios en Febrero de 2014.

La nueva edición de Comes del Salterio de Lucia nos permite reconocer con precisión la malicia y deliberación del plagio de Maciel y hace más difícil mantener, como lo han hecho los Legionarios incapaces de prescindir de su fundador, que los escritos de Maciel, a pesar de sus errores personales, todavía merecen ser leídos. Como un importante sacerdote Legionario, John Bartunek, dijo en Enero de 2014, “Muchos sacerdotes legionarios han alimentado su hambre de lectura espiritual con los escritos del fundador. Hoy, muchos de ellos realizan una gran labor y son sacerdotes espiritualmente maduros, y preguntan «¿Cómo vamos a decir que todo eso es basura?» ”.

En Diciembre 2010, en un documento de auto-gobierno, “Disposiciones sobre la persona del fundador”, los Legionarios decretaron que “los escritos personales del fundador y sus conferencias no estarán a la venta en las editoriales o en los centros y obras de la Congregación”, pero se deja espacio “para que quien así lo desee pueda conservar de manera privada alguna fotografía del fundador, leer sus escritos o escuchar sus conferencias. Igualmente, nada obsta que el contenido de estos escritos pueda usarse en la predicación, sin citar la fuente.”

El permiso de predicar con palabras de Maciel, mientras sea sin atribución, ha resultado controvertido. En un blog en que lo defendía el entonces Director de Comunicaciones de los Legionarios para Norteamérica, Jim Fair, explicaba que un predicador legionario puede sencillamente “afirmar una verdad con palabras que son para él claras y familiares. Y si un sacerdote Legionario no lo atribuye al Padre Maciel no comete engaño alguno, sino que simplemente evita una referencia sin garantía o que sería un obstáculo para que Dios se revelara y tocara los corazones de quienes escuchan… Rezo por cada legionario que tiene que reconciliar, con paciencia y caridad, la distancia entre los escritos espirituales y los fallos humanos del Padre Maciel”.

Hace un año, en Febrero de 2014, el recién elegido director Padre Eduardo Robles Gil declaró públicamente que aunque “las obras del Padre Maciel están libres de error doctrinal, los Legionarios ya no las usan en sus seminarios”. Pero se permitió añadir que “se pueden leer los libros de Oscar Wilde y disfrutar de ellos, sin preocuparse de si era o no un pecador”

Sin embargo, seguir citando sin dar el crédito adecuado, al menos de las partes plagiadas del Salterio, sería perpetuar de modo póstumo la injusticia que Maciel perpetró sobre Luis Lucia, una encomiable figura del catolicismo del siglo XX. De hecho, puestos a recordar a Oscar Wilde, conviene notar que el plagio es un tema discutido en la recepción crítica de su obra, como lo es su conversión al catolicismo al final de su vida. Y si Maciel emerge como un hombre que tuvo que plagiar palabras de amor a sus más queridos amigos del alma, o que tuvo que plagiar de un laico sus expresiones de devoción sacerdotal a la Eucaristía, es difícil confiar aún en la autenticidad de cualquier texto que él haya escrito. En el mismo blog, Fair concedía que “El padre Maciel –como cualquier superior general de una congregación religiosa (u obispo, político, CEO, etc.)– tenía varias personas sabias y expertas que le asistían en la correspondencia y en sus otros escritos”.

En el Padre Maciel de 1957, que se apropió de la obra de alguien con sufrimientos reales para dar significado a los que él mismo se había buscado, percibimos de nuevo la “vida carente de escrúpulos y de verdadero sentimiento religioso” que descubrió en 2010 la segunda Visita Apostólica de los Legionarios. Lucia, ante Dios, aceptaba la cruz de la persecución por los enemigos; Maciel fantaseó con la idea de que así sucedía también con él, aunque la realidad era que se le había pedido sin éxito que diera cuenta de su conducta inmoral.

En cuanto a Lucia, no parece haber sido suficientemente absurdo que fuera encarcelado tanto por la República como por Franco, y que su Salterio fuera mantenido en la oscuridad, en su vida y en su muerte, por los censores de la dictadura. El Salterio de Lucia, venido finalmente a luz después de 70 años, no puede librarse de ser relacionado con la impostura del Padre Maciel, aunque la nueva edición de Comes ni siquiera mencione su nombre. Pero quizás esa póstuma ignominia sea un nuevo servicio que, por medio del dolor, Lucia ha prestado a la comunión de los santos, ayudándonos a entender mejor los posibles excesos de fundadores carismáticos, algo que parece un rasgo característico de la vida católica del siglo XX.

En octubre de 2014, tras un período de cinco años de supervisión por los Visitantes Apostólicos y un delegado papal, la autoridad de la Iglesia Católica restableció plenamente la autonomía de los Legionarios de Cristo aprobando sus nuevas constituciones. Para un católico que intenta entender cómo un fundador sin santidad ha podido contribuir con un carisma válido a la Iglesia, resultan desconcertantes las palabras de Jeremías. “Aquí estoy contra los profetas –oráculo del Señor– que se sueltan su lengua para proferir oráculos. Aquí estoy contra los profetas que profetizan sueños engañosos –oráculo del Señor– que los cuentan y extravían a mi pueblo con sus mentiras y sus jactancias, siendo así que yo no los envié ni los mandé, y que no sirven de nada para este pueblo –oráculo del Señor–.”

Basado en un artículo por el mismo autor publicado en Catholic News Agency el 13 de Agosto de 2014