Cada 04 de abril es la fiesta de San Isidoro de Sevilla, el nos enseña a equilibrar oración y acción

Cada 04 de abril es la fiesta de San Isidoro de Sevilla, el nos enseña a equilibrar oración y acción
Hoy, 4 de abril, la Iglesia Católica celebra la fiesta de San Isidoro de Sevilla, obispo de la antigua Hispania, polímata y erudito, considerado -en palabras del Papa Emérito Benedicto XVI- "el último de los Padres cristianos de la antigüedad". 
 
Familia, escuela de santidad
 
San Isidoro nació en Cartagena, Sevilla (España) en el año 556. Fue el menor de cuatro hermanos -también elevados a los altares-: San Leandro, San Fulgencio y Santa Florentina. En casa Isidoro aprendió el amor de familia, sellado por la presencia del Señor y donde rezar era algo cotidiano. También aprendió el valor de la buena disciplina -ayunos, trabajo manual, solidaridad- características que le dieron un cierto aire monástico al hogar. 
 

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Su hermano mayor, San Leandro, obispo de Sevilla, fue quien se encargó de su educación. Gracias a él, Isidoro adquirió una amplia y profunda formación intelectual, en la que se combinaron, bajo la ortodoxia, la tradición cristiana y la herencia grecolatina; además, claro está, de los buenos hábitos del estudio y la oración. Dios lo llamó, así, al sacerdocio.
 
Al morir Leandro, Isidoro ocupó el cargo de obispo de Sevilla, sirviendo a la Iglesia en esa jurisdicción eclesiástica por 38 años. 
 
Vida activa y vida contemplativa en equilibrio
 

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Una de las grandes dificultades que sufren muchos hombres de Dios es conciliar la vida del estudio y la meditación (contemplación), con la vida apostólica o del ejercicio de la caridad (acción). El Papa Emérito Benedicto XVI, en una de sus catequesis, recuerda las palabras de San Isidoro:
 
«Quienes tratan de lograr el descanso de la contemplación deben entrenarse antes en el estadio de la vida activa; así, liberados de los residuos del pecado, serán capaces de presentar el corazón puro que permite ver a Dios» (Differentiarum Lib. II, 34, 133: PL 83, col 91 A).
 
El Papa Emérito comenta a continuación: «Su realismo [el de San Isidoro] de auténtico pastor lo convenció del peligro que corren los fieles de limitarse a ser hombres de una sola dimensión. Por eso, añade: "El camino intermedio, compuesto por ambas formas de vida, resulta normalmente el más útil para resolver esas tensiones, que con frecuencia se agudizan si se elige un solo tipo de vida; en cambio, se suavizan mejor alternando las dos formas" (o.c., 134: ib., col 91 B)».
 
La búsqueda de este equilibrio fue motivación constante para San Isidoro. Por un lado, su amor a los pobres era inmenso, como quedó siempre patente a través de las ayudas que llegaban a sus manos, limosnas que conseguía y distribuía entre los necesitados. Por otro lado, se preocupó mucho de la formación del clero, y promovió la construcción de una escuela para preparar a los futuros sacerdotes -un anticipo de lo que siglos más tarde serían los seminarios-.
 
El último de los Padres antiguos
 
Decía San Ildefonso que "la facilidad de palabra era tan admirable en San Isidoro, que las multitudes acudían de todas partes a escucharle y todos quedaban maravillados de su sabiduría y del gran bien que se obtenía al oír sus enseñanzas".
 
De todas las ciencias, la que más le agradaba y recomendaba era el estudio de la Sagrada Biblia, y escribió vastos comentarios sobre la misma. Escribió varios libros, entre ellos la célebre "Etimologías", que se considera como el primer diccionario hecho en Europa. También -en atención al momento político que le tocó vivir- redactó una "Historia de los visigodos" y algunas biografías de personajes ilustres. Por eso, muchos historiadores y teólogos consideran al santo como un puente entre la Edad Antigua y la Edad Media, en virtud a la capacidad de aglutinar las riquezas del pasado y comunicarlas a las generaciones siguientes. 
 
San Isidoro fue la figura principal del Concilio de Toledo (año 633), del que surgieron los principios canónicos rectores de la Iglesia de España, y que contribuyeron fuertemente a la formación del país. Recordaba Benedicto XVI: "Pocos años después de su muerte, que tuvo lugar en el año 636, el concilio de Toledo, del año 653, lo definió: «Ilustre maestro de nuestra época y gloria de la Iglesia católica»".
 
San Isidoro de Sevilla murió el 4 de abril del año 636, a los 80 años. Fue declarado Doctor de la Iglesia el 25 de abril de 1722 por el Papa Inocencio XIII. 
 
Si deseas conocer más sobre este insigne santo, puedes revisar los siguientes artículos de la Enciclopedia Católica:
 

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