9 datos clave que todo católico debe conocer sobre el Domingo de Ramos

Domingo Ramos Procesión previa a la Misa del Domingo de Ramos en Salvador, Bahía, Brasil. | Crédito: ThalesAntonio - Shutterstock

El domingo 24 de marzo marca el comienzo de la Semana Santa para la Iglesia Católica, con la conmemoración del Domingo de Ramos, día que evoca el momento en el que Cristo entró triunfante en Jerusalén.

Los católicos están invitados a unirse a esta celebración, cuyo significado y prácticas están detallados en la Carta de fiestas pascuales del Vaticano (1998) y en el libro Jesús de Nazaret: desde la entrada en Jerusalén a la resurrección del Papa Benedicto XVI.

A continuación, presentamos 9 puntos clave sobre este día litúrgico.

El Domingo de Ramos también es llamado “Domingo de Pasión”

El término “Domingo de Ramos” deriva del evento que conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, cuando la multitud lo recibió agitando ramas de palma (Juan 12,13). El segundo nombre, “Domingo de la Pasión”, se atribuye al relato de la Pasión que se lee en este día. De no ser así, este pasaje evangélico no se leería en un domingo, ya que en el próximo domingo se enfocará en la Resurrección.

Según la “Carta de fiestas pascuales”, el Domingo de Ramos “abarca tanto el presagio del triunfo real de Cristo como el anuncio de su Pasión”. Además, añade que “la relación entre ambos aspectos del misterio pascual debe evidenciarse tanto en la celebración como en la catequesis del día”.

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En Domingo de Ramos se lleva a cabo una procesión antes de la Misa

La procesión se lleva a cabo una vez, usualmente antes de la Misa con mayor asistencia, ya sea el sábado o el domingo

“Durante la procesión, los fieles imitan las aclamaciones y gestos de los niños hebreos que salieron a recibir al Señor, entonando el ferviente ‘¡Hosanna!’”, describe la Carta de fiestas pascuales.

Se pueden llevar palmas u otras plantas durante la procesión de Domingo de Ramos

No es necesario utilizar exclusivamente hojas de palma en la procesión. También se pueden emplear otras plantas locales como el olivo, el sauce, el abeto y otros árboles.

Según el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia: “A los fieles les gusta conservar en sus hogares, y a veces en el lugar de trabajo, los ramos de olivo o de otros árboles, que han sido bendecidos y llevados en la procesión”.

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Los fieles deben comprender el significado de la celebración y recibir instrucción

Según el mismo Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, “los fieles deben ser instruidos sobre el significado de esta celebración para que puedan captar su significado”.

“Debe recordarse oportunamente que lo importante es la participación en la procesión y no sólo en la obtención de hojas de palma o de olivo”, que tampoco deben mantenerse “como amuletos, ni por razones terapéuticas o mágicas para disipar los malos espíritus o para evitar el daño que causan en los campos o en los hogares”, indica el texto.

Jesús reclama el derecho de los reyes en la entrada triunfal a Jerusalén

En su libro Jesús de Nazaret: desde la entrada en Jerusalén a la resurrección, el Papa Benedicto XVI explicó que Jesucristo reclamó el derecho de los reyes a demandar modos de transporte particulares. El uso de un animal (el burro) en el que nadie se había sentado aún señala este derecho real.

Jesús deseaba que su camino y acciones fueran entendidos en términos de las promesas del Antiguo Testamento cumplidas en su persona.

Los peregrinos reconocieron a Jesús como su rey mesiánico

Benedicto XVI señala que el acto de los peregrinos de colocar sus mantos en el suelo para que Jesús camine sobre ellos “pertenece a la tradición de la realeza israelita (2Re 9,13)”. El gesto realizado por los discípulos representa una entronización en la tradición de la monarquía davídica, apuntando a la esperanza mesiánica que de ella surgía, indica el texto.

Los peregrinos, continúa, “toman ramas de los árboles y entonan versos del Salmo 118, palabras de bendición de la liturgia de los peregrinos de Israel que en sus labios se transforman en una proclamación mesiánica: '¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito sea el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en lo más alto!' (Mc 11,9-10, ver Sal 118,26)”.

Domingo de Ramos: “Hossana” es un grito de júbilo y una oración profética

En el tiempo de Jesús esta palabra tenía matices mesiánicos. En la aclamación se expresan las emociones de los peregrinos que acompañan a Jesús y a sus discípulos: la alabanza alegre a Dios en el momento de la entrada procesional, la esperanza de que la hora del Mesías había llegado.

Al mismo tiempo era una oración que indicaba que el reinado davídico, y por lo tanto el reinado de Dios sobre Israel, sería restablecido.

La multitud que aplaudió la llegada de Jesús no es la misma que exigió su crucifixión

En su libro, Benedicto XVI argumenta que en los tres Evangelios sinópticos, así como en el de San Juan, se deja en claro que quienes aplaudieron a Jesús en su entrada a Jerusalén no fueron sus habitantes, sino las multitudes que lo acompañaban e ingresaron a la Ciudad Santa con Él.

Este punto se hace más claro en el relato de Mateo, en el pasaje que sigue al Hosanna dirigido a Jesús: "Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se agitó diciendo: ¿Quién es este? Y las multitudes decían: Este es el profeta Jesús de Nazaret de Galilea" (Mt 21,10-11).

Las personas habían oído hablar del profeta de Nazaret, pero no parecía tener ninguna importancia para Jerusalén, y la gente allí no lo conocía.

El relato de la Pasión goza de una especial solemnidad en la liturgia

La Carta de fiestas Pascuales señala en el numeral 33: “Es aconsejable que se mantenga la tradición en el modo de cantarla o leerla, es decir, que sean tres personas que hagan las veces de Cristo, del narrador y del pueblo. La Pasión ha de ser proclamada ya por diáconos o presbíteros, ya, en su defecto, por lectores, en cuyo caso, la parte correspondiente a Cristo se reserva al sacerdote”.

En la proclamación de la Pasión no se llevan ni luces ni incienso, ni se hace al principio el saludo al pueblo como de ordinario para el Evangelio, ni se signa el libro. Tan sólo los diáconos piden la bendición al sacerdote.

Para el bien espiritual de los fieles conviene que se lea por entero la narración de la Pasión, y que no se omitan las lecturas que la preceden".

Traducido y adaptado por ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register el 23 de marzo de 2013. Ha sido actualizado para su republicación.


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