No podemos celebrar el nacimiento de Jesús en Navidad sin María. Tampoco podemos vivir el Adviento sin la Santísima Madre.
“Entre las criaturas nadie mejor que Ella conoce a Cristo, nadie como su Madre puede introducirnos en un conocimiento profundo de su misterio”, escribió San Juan Pablo II en su carta apostólica Rosarium Virginis Mariae sobre el Santo Rosario.
Durante el Adviento, entonces, mientras nos preparamos para acoger a Jesús en Navidad, también debemos tomar gozosa y conscientemente el tiempo para celebrar y prepararnos con la Santísima Virgen María. Su intensa y alegre espera de la entrada de su Hijo en el mundo es un modelo para todos los que desean la plenitud de la presencia de Cristo en sus vidas, como se refleja en una cita atribuida con frecuencia a Santa Teresa de Calcuta: “Sin María, no hay Jesús”.
Estos días de Adviento están marcados por la devoción mariana.
El Directorio sobre la piedad popular y la liturgia señala que, durante el Adviento y la Navidad, la liturgia celebra con frecuencia a la Santísima Madre, y la piedad popular le dedica muchas prácticas piadosas.
Pensemos en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, día de precepto, el 8 de diciembre.