La instalación este viernes de la chimenea en el techo de la capilla Sixtina del Vaticano, de la que saldrá la esperada fumata (negra si no hay nuevo Pontífice, blanca cuando lo haya) fue uno de los signos visibles de la activación de la maquinaria vaticana para el cónclave que arranca el miércoles.
El equipo de trabajo: obreros y especialistas
Pero desde el 28 de abril, cuando cerró las puertas a los turistas, un grupo de unos 60 obreros trabaja contrarreloj para acondicionar esta sala que custodia el imponente fresco del Juicio Final de Miguel Ángel bajo la supervisión de la Dirección de Infraestructuras y Servicios de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano.
Como explica a medios vaticanos el ingeniero Silvio Screpanti, subdirector del Área de Infraestructuras de dicha Dirección, hay “más de 40 operarios —entre carpinteros, herreros, montadores de estructuras, instaladores, floristas y personal de limpieza—, además de otros 20 trabajadores externos al Vaticano de apoyo” ultimando las reformas.
Más de una decena de técnicos se ocupan a su vez de “la planificación, supervisión de las reformas y la coordinación de los aspectos relacionados con la seguridad de los trabajadores, mientras que el personal administrativo se encarga de contabilizar los costes y gestionar los encargos de compra”, explica.