Crecí rodeada de mujeres que decían que no necesitaban o querían a un hombre. Aun siendo una niña pequeña yo quería desesperadamente tener un papá. Es algo extraño y confuso caminar con este terrible dolor por no tener un padre, un hombre, en una comunidad que decía que los hombres eran innecesarios. Hubo momentos en los que me sentía muy enojada con mi papá por no estar allí para mí, y momentos donde me enojaba conmigo misma por siquiera querer un padre. Aún hay partes de mí que sufren por esa ausencia.
No estoy diciendo que ustedes no puedan ser buenos padres. Sí pueden. Yo tuve las mejores. Pero tampoco estoy diciendo que ser criada por padres heterosexuales significa que todo va a salir bien. Nosotros sabemos que hay muchas formas diferentes de que se rompa la unidad familiar y que cause el sufrimiento de los hijos: el divorcio, el abandono, la infidelidad, el abuso, la muerte, etc. Pero y de lejos, la mejor y más exitosa estructura familiar es aquella en que los niños son criados por un padre y una madre.
¿Porque los hijos de la gente gay no pueden ser honestos?
El matrimonio gay no solo redefine el matrimonio sino también la paternidad. Promueve y normaliza una estructura familiar que necesariamente nos niega algo precioso y fundamental. Nos niega algo que necesitamos y que, al mismo tiempo, nos dice que no necesitamos algo que naturalmente imploramos. Que nosotros estaremos bien. Pero nosotros no estamos bien. Nosotros estamos sufriendo.