"Reconocer los propios límites, las propias debilidades, es la puerta que abre al perdón de Jesús, a su amor que puede renovarnos en lo profundo, que puede recrearnos". Así, "la salvación puede entrar en el corazón cuando nos abrimos a la verdad y reconocemos nuestros errores, nuestros pecados".
Es entonces, señaló el Santo Padre, cuando "hacemos esta preciosa experiencia de Aquél que ha venido no para los sanos, sino para los enfermos, no para los justos, sino para los pecadores".
Francisco remarcó que la prueba de esta vida nueva es "saber despojar de los vestidos usados y viejos de rencores y de las enemistades para llevar la túnica limpia de la mansedumbre, de la benevolencia, del servicio a los otros, de la paz del corazón, propia de los hijos de Dios".
Comentando el Evangelio en el que los discípulos se encuentran con Jesús en una barca y de pronto se levanta un fuerte viento, el Papa señaló que "Él está junto a nosotros con la mano tendida y el corazón abierto".