Como sacerdote regresó a Corea con la finalidad de facilitar el ingreso de más misioneros a su país, donde había sido prohibida toda forma de inmigración extranjera. A pesar de las amenazas, el P. Kim se dedicó a anunciar a Cristo, predicando y bautizando a los conversos, muchos de ellos tocados por su testimonio de caridad.
Andrés fue arrestado al tratar de hacer ingresar a un grupo de misioneros franceses provenientes de China. Después de pasar varios meses en prisión, fue condenado a muerte y finalmente ejecutado en 1846. El santo murió decapitado junto con otros mártires.
Antes de morir alcanzó a decir: “Es por Él que yo muero. Mi vida inmortal está en su punto inicial. Conviértanse al cristianismo si desean la felicidad…”
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy: