Tomás, Bartolomé, Mateo, Simón y Judas Tadeo, y Matías
La antigua tradición dice que Santo Tomás viajó más lejos que cualquiera de los otros apóstoles, predicando el evangelio en la India, donde fue martirizado por un sacerdote hindú que lo atravesó con una lanza. Hoy en día, una porción de los huesos de Santo Tomás son venerados en la Basílica de Santo Tomás en Chennai (India). De alguna manera, la mayoría de sus restos fueron transportados a Edessa en Mesopotamia. En 1258 estas reliquias fueron llevadas a Ortona (Italia), donde se encuentran en un cofre de oro dentro de un altar de mármol blanco en la Basílica de Santo Tomás Apóstol.
Se cuenta que después de Pentecostés, San Bartolomé llevó la cristiandad a Armenia, donde fue martirizado tras ser desollado vivo. En el 809, las reliquias de San Bartolomé fueron trasladadas de su tumba en Armenia, a Lipar, y luego en 838 a Benevento, en el sur de Italia. En 983, el emperador romano Otto III erigió en Roma una iglesia en la isla Tiberina, en el río Tíber; dedicó la iglesia a San Bartolomé y tenía allí una parte de las reliquias del apóstol. Así que tanto Roma como Benevento son los santuarios principales de San Bartolomé.
El recaudador de impuestos que se convirtió en evangelista, San Mateo, predicó en Etiopía, donde fue martirizado cuando celebró la Misa. En el 954, las reliquias de San Mateo fueron trasladadas de su tumba en Etiopía a la ciudad de Salerno en Italia. Las reliquias son veneradas en la cripta de la catedral de San Mateo de Salerno.