En su columna titulada “¿Debe intervenir la Iglesia en el debate público?”, publicada en ACI Prensa, Ricardo Padilla subrayó la importancia de que tanto los obispos, sacerdotes y laicos católicos “debemos tener derecho de opinar en la forma en que la fe y la razón iluminen las cuestiones sociales y políticas”.

Sin embargo, precisó que esto no significa hacer “política partidista”, impedimento concreto para los miembros del clero como establece el Código de Derecho Canónico.

Al reflexionar sobre el artículo 24 de la Constitución de México, que se refiere a los actos religiosos de culto público, Padilla criticó “la flojedad de quienes pueden hacer el bien, permite que los malos gobiernos, y movimientos sociales que no nos representan, impongan leyes que después obedeceremos, y que el derecho positivo transforma en normas jurídicas que se convierten en rectores de lo que se presume es bueno o malo”.

“Muchos repiten lo que escuchan, sin pasarlo por el tamiz de la reflexión seria o análisis documentado, y lo asumen como verdad absoluta. Algunos pensarían que esto en nada o poco afectan sus vidas o familias, incurriendo así en un estado de indiferencia”, lamentó.

Citando al científico Albert Einstein, señaló que “la vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”.

Padilla explicó que “la comunidad política y la Iglesia, en su propio campo, son independientes y autónomas, aunque ambas estén, a título diverso, ‘al servicio de la vocación personal y social del hombre’. Más aún, se puede afirmar que la distinción entre religión y política y el principio de la libertad religiosa constituyen una conquista específica del cristianismo”.

“La Iglesia, en muchos momentos de su historia, ha pedido la separación que debe haber entre Ella y el Estado, desde la época de Constantino, pasando por la Edad Media, hasta nuestros días. El mismo Código de Derecho Canónico de la Iglesia Católica también indica sobre la separación entre Iglesia y Estado”, señaló.

Esta independencia y autonomía, remarcó, “no implica confrontación”.
Padilla denunció que tras las descalificaciones contra la Iglesia “yacen los principios del nazismo que hoy evolucionó en ‘ideología de género’”.

“Se trata de un feminismo de ideología radical”, indicó y, como señaló el Papa Benedicto XVI en su mensaje a la curia romana, el 21 de diciembre de 2012, una “bomba cultural con alto grado destructivo”.

Estos grupos promotores de la ideología de género “operan mediante poderosos lobby´s en todo el mundo, pequeñas células que se infiltran en organizaciones internacionales –ONU, BID, Banco Mundial– y financiando campañas políticas”.

“Se dicen defensores de los derechos humanos, pero promueven legislaciones contra los más importantes de éstos: la vida, la familia y la libertad religiosa”, denunció.

Estas organizaciones, criticó, “claman ‘democracia y tolerancia’, pero sus grupúsculos imponen leyes ajenas a la moral de los países y son intolerantes a la participación de los católicos en la vida pública”.

Padilla se cuestionó “en qué momento los católicos dejamos de ser ciudadanos con derechos?”.

“Sólo excluyendo a Dios de las conciencias pueden cosificar a la persona (se le trata como algo, desconociéndole ser alguien) y secularizar las sociedades, logrando así reformar constituciones para legalizar aborto, eutanasia, uniones homosexuales, inhibir el derecho de los padres a decidir sobre la educación de sus hijos, y la pérdida de la libertad religiosa y de culto”, señaló.

Evidencia de esta persecución son los “numerosos procesos civiles y penales contra sacerdotes y obispos”, aseguró.

“Los católicos -laicos y religiosos- somos personas, y tenemos derechos que la Ley actual no reconoce. No pedimos privilegios, sino lo que legítimamente nos corresponde”, exigió.

“Si Dios no estorba al hombre, entonces que el hombre no estorbe a Dios”, concluyó.

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