Vemos que a veces la respuesta de Jesús es inmediata, sin embargo, en otros casos esta se difiere en el tiempo, parece que Dios no responde. Pensemos en la mujer cananea que suplica a Jesús por la hija: esta mujer debe insistir mucho tiempo para ser escuchada (cfr Mt 15,21-28). También tiene la humildad de escuchar una palabra de Jesús que parece un poco ofensiva de Jesús: 'no hay que echar el pan a los perros, a los perritos'. Pero a esta mujer no le importa la humillación: la salud de su hija importa. Y continúa: 'Sí, hasta los perritos comen lo que se cae de la mesa', y esto le gustó a Jesús. Valentía en la oración.
O pensemos también en el paralítico llevado por sus cuatro amigos: inicialmente Jesús perdona sus pecados y tan solo en un segundo momento lo sana en el cuerpo (cfr Mc 2,1-12). Por tanto, en alguna ocasión la solución del drama no es inmediata.
También en nuestra vida, cada uno de nosotros tenemos experiencia de esto. Hagamos un poco de memoria: cuántas veces hemos pedido una gracia, un milagro, llamémoslo así, y no sucedió nada, después, con el tiempo las cosas se arreglaron, pero según el modo de Dios, el modo divino, no según lo que queríamos en ese momento. El tiempo es de Dios no es nuestro tiempo.
Desde este punto de vista, merece atención sobre todo la sanación de la hija de Jairo (cfr Mc 5,21- 33). Hay un padre que corre sin aliento: su hija está mal y por este motivo pide la ayuda de Jesús. El Maestro acepta enseguida, pero mientras van hacia la casa tiene lugar otra sanación, y después llega la noticia de que la niña está muerta. Parece el final, pero Jesús dice al padre: «No temas; solamente ten fe» (Mc 5,36). "Sigue teniendo fe": la fe sostiene la oración. Y, de hecho, Jesús despertará a esa niña del sueño de la muerte. Pero por un cierto tiempo, Jairo ha tenido que caminar a oscuras, con la única llama de la fe.