Cuando la debilidad es reprochada, e incluso castigada, como si fuera una culpa. Cuando el desconcierto y la confusión se convierten en una apertura para la burla y la agresividad. Puede suceder incluso entre las paredes domésticas, en las residencias, como también en las oficinas o en los espacios abiertos de la ciudad.
Animar en los jóvenes, también indirectamente, una actitud de suficiencia – e incluso de desprecio – en relación con la edad anciana, de sus debilidades y de su precariedad, produce cosas horribles. Abre el camino a excesos inimaginables. Los chicos que queman la manta de un "vagabundo", lo hemos visto, porque lo ven como un desecho humano. Muchas veces vemos a los ancianos como un descarte, o los metemos nosotros en el descarte. Estos chicos que queman la manta de un vagabundo son la punta del iceberg, es decir del desprecio por una vida que, lejos de las atracciones y de las pulsiones de la juventud, aparece ya como una vida de descarte. Descarte es la palabra que va aquí, despreciar a los ancianos y descartarlos de la vida, ponerlos a parte, echarlos fuera.
Este desprecio, que deshonra al anciano, en realidad nos deshonra a todos nosotros. Si yo deshonro al anciano, me deshonro a mi mismo. El pasaje del Libro del Eclesiástico, es justamente duro en relación con este deshonor, que clama venganza a los ojos de Dios. Existe un pasaje, en la historia de Noé, muy expresivo en relación con esto. No sé si lo tienen en mente.
El viejo Noé, héroe del diluvio y todavía gran trabajador, yace descompuesto después de haber bebido algún vaso de más. El anciano ha bebido demasiado. Los hijos, por no hacerle despertar en la vergüenza, lo cubren con delicadeza, con la mirada baja, con gran respeto. Este texto es muy bonito y dice todo del honor debido al anciano. Cubrir las debilidades del anciano para que no tengan vergüenza. Es un texto que nos ayuda mucho.